Esperanza de igualdad

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    La disparidad social entre hombre y mujer y la violencia —no sólo física, sino económica, laboral o política——son fenómenos enraizados y normalizados por las estructuras sociales de la región de los Altos Sur de Jalisco, de acuerdo con lo que han estudiado y observado dos investigadoras del Centro Universitario de los Altos en temas de equidad de género.

    Aunque pareciera que estereotipos como el del “macho alteño” y la “mujer sumisa” no estarían tan vigentes, la académica Noemí Moreno Ramos explica que en la región esta disparidad sexual está marcada por los valores inculcados en las relaciones de género y en los roles sociales. La define como un “sistema binario” en el que es el hombre quien vale y la mujer sólo cuenta de acuerdo a ese varón.

    “Esa diferenciación se nota en la región desde cómo se debe relacionar la mujer con un hombre, qué comportamientos son permitidos para una mujer, qué palabras y qué tipo de ropa son permitidas para una mujer. He percibido que existe un juicio muy marcado ante el comportamiento de las mujeres, y este juicio lleva a la descalificación que luego justifica actos de violencia”, detalla la doctorante por la Universidad Nacional de Australia.

    Moreno recuerda lo ocurrido en fechas recientes, con la publicación de un videoclip musical en el que escenifican un feminicidio contra una mujer “infiel”, lo que abrió la puerta a la posibilidad de cancelar una presentación de ese cantante precisamente en Tepatitlán. Esto, lejos de indignar a las mujeres y hombres jóvenes de la región, provocó una oleada de apoyo a este tipo de música.

    Frases en redes sociales como “Ella se lo buscó”, “Quienes reclaman es porque son infieles también” o “Así reacciona un verdadero hombre”, reflejan que el machismo y la exclusión son vistos como algo normal.

    “Finalmente lo que vemos en estos comentarios es la reproducción de una estructura social que divide a hombres que tienen privilegios y mujeres que se deben ajustar a lo que manda el otro género, el que supuestamente sí vale. Es una representación de nuestras estructuras sociales. Es triste, porque lo vemos en nuevas generaciones que tendrían que estar rompiendo los paradigmas”, afirma Moreno Ramos.

    Señala que siempre han existido canciones que hacen apología de la violencia contra la mujer. A esto se suman series de televisión, películas o videojuegos con contenidos aun más fuertes.

    Aunque resulta absurdo pensar que un video musical provocará que alguien cometa feminicidios, lo cierto es que refleja que el asunto está normalizado.

    “La discusión no está en que si pasan el video habría más feminicidios. Eso no va a pasar. La discusión está en que no podemos seguir permitiendo su justificación. Este chavo en el video se justifica, porque ella le fue infiel, porque ya no obedece a los deseos del hombre. El cuerpo de la mujer se ve cosificado, es decir, convertido en un objeto. No se trata de sólo un feminicidio, sino de algo más simbólico. Ella toma una decisión libre más allá del hombre que la posee sexualmente. Ella está ejerciendo una libertad que al cuerpo femenino le es prohibida, y como esta mujer existe en relación a su hombre, él tiene derecho a violarla, a matarla y a deshacerse de ese cuerpo en un incendio. Hablamos de una eliminación de la libertad, un abuso sexual y después la invisibilización de este cuerpo”.

    Empoderamiento económico, pero rezago cultural
    Para la integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Gizelle Macías González, aún en este entorno las mujeres están logrando ganar espacio en terrenos como la independencia económica, egreso de educación superior y en el mundo empresarial, aunque es cierto que falta mucho por hacer.

    “El CUAltos es una institución donde hay respeto entre los estudiantes. En lo cotidiano no se percibe discriminación y violencia entre docentes. En otro ámbito, sabemos que en lo laboral, en cuestiones de remuneración, horas de trabajo y la elección de perfiles directivos y ambos mandos sí se deja ver esa discriminación en Tepatitlán. Las áreas donde más ocupan a las mujeres es como intendentes o como secretarias. En el medio de los empresarios, ellas todavía enfrentan un patrón cultural, ya que se tiene la idea de que ellas no pueden cubrir ciertos perfiles”, expresa la académica de CUAltos.

    Recordó que en lo político ha habido avances. Incluso, Tepatitlán cuenta con dos mujeres diputadas (por la vía plurinominal) que primero destacaron como empresarias, pero en los gabinetes municipales aún predominan los hombres.

    “En otros terrenos se está consintiendo que estos actos sean cotidianos y que se puede hacer esta violencia, y la emocional es la más fuerte. Aunque estemos empoderadas económicamente, los medios nos ven de bajo perfil o nosotras nos debilitamos”.

    Paradójicamente, aunque la cultura machista sigue arraigada en la forma de educar a niñas y niños y no se rompen esos paradigmas, en los rubros profesionales sí ha habido cada vez más logros, por lo cual Macías González considera que hay esperanza.

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