Érase una vez… La preparatoria y su problemática

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Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la llegada de la primavera.

Pablo Neruda

A 17 años del inicio tercer milenio nos encontramos preocupados por dar respuestas sólidas y coherentes; nos enfrentamos a la inminente necesidad de apelar a la creatividad, la innovación y a la búsqueda de mecanismos que nos permitan construir una preparatoria ágil, dinámica, democrática que vaya en el camino trazado por el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB).

Los modos de llevar a cabo esta tarea le competen a las ciencias de la educación. Ellas podrán definir caminos, pero sobre una previa argumentación ética y política particular, que esté en condiciones de esgrimir una buena defensa a cerca de un sujeto crítico, activo, solidario, autónomo y cooperativo; un sujeto definido en términos epistémicos, socio-culturales y políticos. Un sujeto  capaz de ejercer a pleno su ciudadanía.

Apostamos a un proyecto educativo que contribuya a la conformación de una sociedad que busca concretar su proyecto de recreación política, de transformación social, de transmisión de la cultura.

Nos encontramos, en este nuevo milenio, con restauraciones de modelos pedagógicos autoritarios que ya no resisten remiendo, a los que se ha zurcido y descosido en cantidad de oportunidades, intentando encontrarles nuevas aplicaciones a las nuevas demandas, y a los que, pese a quedar maltrechos en los reiterados intentos por desempolvarlos y sacarles jugo, vuelven a enderezarse y, aún trastabillando, renacen como el Ave Fénix. Pese a todo esto, y pese al contexto neoenciclopedista y neoconservador en el que viven algunas instituciones, tales paradigmas muestran un importante deterioro y una decadencia irreversible.

Para que la preparatoria esté en condiciones de seguir cumpliendo las funciones sociales que debe tener, habrá de transformarse sustancialmente, crear una nueva cultura institucional, sostenida en otros valores, en otros criterios, organizada de acuerdo con otros modelos y estilos de gestión, administrando sus espacios y sus tiempos de otra manera, estableciendo nuevos roles, recreando otros ya existentes, construyendo lazos sociales diferentes.

Esto nos invita a considerar, por tanto, nuevas tareas para la educación, y para éstas, propongo argumentos de tres índoles:

  1. Nuevos conceptos para entender e interpretar los procesos escolares y lo que allí les sucede a los sujetos (alumnos, docentes, directivos, padres, etc.)
  2. Nuevos criterios de organización y administración de los tiempos, los espacios, la información, los roles.
  3. Nuevas estrategias de orientación de los procesos de enseñanza-aprendizaje y de los procesos de socialización en nuestro nivel medio (lo que implica revisar los criterios de evaluación de los aprendizajes y las conductas, y nuevas propuestas de calificación o descalificación).

A los procesos habremos de describirlos en profundidad. Los argumentos a partir de los cuales se da cuenta de la manera en cómo esos procesos producen determinados resultados habrá que cuestionarlos y analizarlos críticamente, buscando nuevas argumentaciones, justificaciones, explicaciones. A los resultados, habrá de redefinirlos, construyendo nuevos conceptos para pensar la educación, la escuela y su función social.

Se trata de dar cuenta de los argumentos a partir de los cuales se justifica una determinada posición educativa, las razones que, desde los conceptos, las teorías, la investigación científica o la mera doxa, da coherencia lógica, razonabilidad y también legitimidad a determinadas posiciones acerca de cómo, por qué y para qué educar. En este marco, la educación, en tanto “contenidos a transmitir”, implica una revisión tanto epistemológica como ética y política.

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