Entre el periodismo y la literatura

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    Será porque siempre ha buscado el mar, que vive ahí. Y lo tiene de frente. Una metáfora de su vida. Donde hay algo que muere todos los días a la orilla, igual que las olas cuando revientan y al otro día renacen. Porque él se dice “animal marino, completamente”. Aunque lo que más le inspira en sus obras es el ser humano.
    Se trata del escritor y periodista nacido en 1949 en Lima, Perú, Fernando Ampuero. Un autor de cuentos. Básicamente así gusta referirse a su quehacer en la literatura, porque ese es el género que le gusta, que le acomoda. Aunque también escribe poemas, obras de teatro y novelas.
    Lo entrevistamos en su ambiente, ese que alienta la vocación de cualquier escritor, un espacio desde donde se ve el infinito. Vive en un departamento del piso de más arriba, el 12, de un lujoso condominio, y tiene como vecino al frente al Océano Pacífico, su eterno compañero. Desde ahí la vista es incomparable. En los amplios ventanales nada impide la maravillosa experiencia de ver ese color esmeralda de sus frías aguas que van y vienen sin parar.
    En el malecón Armendáriz, de la exclusiva zona comercial y residencial de Miraflores, vive Ampuero, quien aparte de coleccionar obras de arte y amasar recuerdos de todo tipo en su espléndida memoria, trabaja mucho pasando del reportaje de investigación a las novelas. Justo en estos días está escribiendo una novela. Y apenas hace unas semanas Alfaguara lanzó su quinto libro de cuentos, Mujeres difíciles, hombres benditos.
    Uno se va acomodando –dice–-a los géneros y a lo que quiere decir. En el caso de la literatura yo encontré una buena manera, primero de sobrevivir, porque llegó un momento en que yo debía vivir de mi trabajo y acerté que lo único que sabía hacer era escribir y que me iba muy bien hacer periodismo, ya que de la literatura difícilmente vive uno. Nos cuenta un hombre desde la placidez de sentirse satisfecho con lo que hace.
    Dice que descubrió en la prensa el modo de canalizar ese sentimiento de responsabilidad cooperativa que tienen las personas hacia los demás “porque el periodismo cumple una función social, que es la de ayudar a la gente y a movilizar conciencias”.
    Aparte de funcionar muy bien como comunicador tiene la otra vía, la de la literatura, “una cosa más personal, más íntima, donde uno va atendiendo sentimientos de otro orden, buscando más bien ese lector desconocido”. Señala que en esa medida intenta ser feliz, al poder conciliar esos dos canales, el de la responsabilidad cooperativa en el periodismo de investigación y la literatura. Ese era más o menos el esquema que un día Fernando Ampuero asumió como proyecto de vida y explica: “Lo tuve aún más claro cuando cayó el Muro de Berlín y llegó el desencanto y el fracaso de muchas ideologías.
    Lo que no menguó mucho fue el sentimiento humanitario. Uno en el fondo sigue siendo humanista y buscando la justicia social y lo mejor para la sociedad”.
    Su trabajo periodístico no es otra cosa que perseguir corruptos, por ello está obligado a andar todo el tiempo con dos guardaespaldas. Y esa labor la justifica diciendo que es lo más coherente y apropiado para este momento histórico del país y de su vida.
    Antes escribía novela negra, hace un par de años salió una novela publicada por la editorial española Seix Barral, Caramelo verde, ahora en vez de escribirlas, las protagoniza.
    Ampuero ha sido demandado por los funcionarios y gente que se ha sentido atacada por su trabajo periodístico, una es de 200 millones de dólares y otra por 600 millones de dólares, cifras verdaderamente estrafalarias –dice- para los juicios que le han abierto “todo por estar diciendo la verdad, totalmente”.
    Comenta a propósito de las descomunales demandas que sus iniciales son FAB, de Fernando Ampuero del Bosque, no FMI del Fondo Monetario Internacional, “las cifras que me están pidiendo son absurdas. Por difamación, cosas de ese tipo”.
    Luego explica a Gaceta Universitaria su modo de encontrar la verdad y luego publicarla: “no hacemos ninguna denuncia si no tenemos todos los testimonios, todas las pruebas, los datos, los indicios, que sustenten nuestras investigaciones, en eso somos muy serios porque yo pertenezco al periódico más antiguo del Perú –El Comercio– fundado en 1839 y no es un periodiquito joven que le hacen un juicio lo cierra y abren otro, no, acá hay una tradición, nosotros tomamos esto muy en serio. Por supuesto que enfrentando presiones políticas de todo orden”.
    Con la misma pasión con la que habla de sus libros, habla de su quehacer como periodista y dice que en sus reportajes da voz a la sociedad, y en sus novelas, a su propia voz. Soy una persona que trata de ordeñar su sensibilidad de las dos formas, agrega. Esa es su manera de mantenerse joven, estar siempre en la calle sintiendo como si fuera un voltímetro y saber cómo vibra la ciudad, la gente, lo que reclama, lo que sueña, lo que le duele.
    Y a propósito de la gente y de las cosas terribles que les suceden a los peruanos como sería el posible regreso del dictador Alberto Fujimori al gobierno, se exalta y enfatizando la voz reclama “es increíble que haya un umbral de tolerancia a la corrupción tan alto como el paso hacia el dolor y que un régimen que quedó al descubierto por sus robos, por su corrupción, por sus crímenes, tenga todavía un alto porcentaje de seguidores”.
    El crítico escritor lamenta que en esto de la corrupción, México y Perú “sean dramáticamente hermanos. En México, Perú y Colombia, el periodismo es un festín de la tragedia y la comedia”. Son situaciones que debemos combatir, sobre todo las personas que tienen cierta responsabilidad ética y manejan los medios. Aunque lamenta que en el periodismo últimamente los directores de los diarios sepan más de marketing que de periodismo, que estén buscando qué cosa vende más, y en qué se acomodan, en lugar de cumplir realmente con su deber moral de informar y de educar.
    El autor de Voces de luna llena, habla de que en esto no es “un oficinista de la literatura” de esos que a diario escriben como muchos autores a quienes admira entre ellos a Vargas Llosa.
    Deliremos juntos, Malos modales, Gato encerrado, Bicho raro, Miraflores melody, Muslo que subo, son algunas de sus obras.
    Ampuero es uno de los pocos escritores peruanos a quienes publican no solo editoras peruanas como Campodónico, sino fuera de Lima, como Alfaguara, Seix Barral.
    En la próxima edición de la FIL, dice tener la misma expectativa de casi todos los escritores peruanos que acudirán, pues darán a conocer una obra francamente pluricultural, porque en Perú hay literatura sobre cada región del país, sobre cada migrante, es una literatura muy variada, sentencia.

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