En los barrios y rúas

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La ciudad como el espacio de lo humano, de la negociación social, de la tensión entre el o los centros y sus respectivas periferias, es uno de los conceptos sociales más complejos. El ejercicio del gobierno, la adecuada prestación de servicios, los principios de orden, justicia y seguridad son apenas algunos de los graves conflictos que metrópolis, como la nuestra, siguen sin resolver. En Occidente, y particularmente en América Latina, durante la última década se han intensificado ideas y planes de desarrollo que pretenden favorecer la convivencia a través de mejorar el espacio público. Programas como la vía recreativa se multiplican en ciudades latinoamericanas al igual que otros en los que la institucionalización de la cultura, celosamente custodiada en edificios concretos como los museos, sale a la calle para encontrarse con los otros. Con buenos y malos resultados, la tendencia es que el ciudadano se reconozca en la geografía de su ciudad a partir de la apropiación de los espacios compartidos gracias a la convivencia.

Durante los meses de octubre y noviembre el gobierno municipal de Guadalajara presenta Sucede, un festival cultural que contempla de nueva cuenta a la ciudad como escenario. De entre todo el programa que es posible consultar en la página web del gobierno de la ciudad, destaca el teatro de calle, en el que participan las compañías: El Tlakuache, Teatro Othli, Musarteti, Cornisa 20 y Triciclo rojo. Luego de la vistosa inauguración del festival con la compañía catalana La Fura dels Baus, algunas plazas como la Plaza Reforma, la explanada de El Retiro, la Plaza de las Nueve Esquinas y el Andador Coronilla, entre otras, recibirán a grupos artísticos locales con presentaciones teatrales. 

En sus orígenes, el teatro de calle sólo consistía en detener el paso de los antiguos griegos para escuchar embellecidos relatos de los viajeros que volvían a su ciudad con aventuras y paisajes para compartir. A lo largo de la historia la calle siempre ha estado habitada por el arte y la cultura. Las formas en las que el teatro se ha manifestado en las calles es diversa, pero siempre existe en lo vivo que nos da el escenario público, una carga social y política que en un escenario teatral puede perderse entre los objetivos o pretensiones estéticas de un montaje.

En América Latina los movimientos sociales del siglo XX ocurrieron en la rebelde apropiación de las calles en las que se gritaron las consignas que hoy son himno. Entre la persecución y también la sangre las calles se han llenado de música, danza, representaciones y presentaciones teatrales que —belicosas o conciliadoras— hacen visible una problemática social emergente. Así es el teatro de calle: conflicto en estado puro. Lo que ayer fue un grito hoy se hace tendencia con programas como Sucede, que  si bien posee un afán de socialización positiva en zonas en las que no abunda la oferta artística, corre el peligro de convertirse únicamente en una visita inesperada, en la que los habitantes son el público que aplaude. Esperemos que el programa consiga integrar a su trama la participación ciudadana y no sea una volátil presencia materializada en numeralias de informes de gobierno. Lo mejor que puede pasar es que lo que en materia cultural y artística ya ocurre en cada barrio y colonia consiga integrarse en circuitos de exhibición que mejoren su impacto. Que la calidad de vida sea el referente con el que se mida el éxito de un evento que toma las calles y no sólo distraiga a los transeúntes.

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