Elena Asins de lo lítico a lo digital

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A finales del periodo Neolítico se erigió en la llanura británica de Salisbury el Stonehenge, la más famosa obra de arte de esa época. Este círculo de menhires de piedra azulada sigue atrapando la mirada de estudiosos y artistas que, como la madrileña Elena Asins, no se limitaron sólo a observar, sino que lo convirtieron en fuente de inspiración para la creación de su obra.

Creación que enriquecerá la presencia de Madrid como ciudad invitada de la Feria Internacional del Libro, con la exposición antológica en el Museo de las Artes “Fragmentos de la memoria II” de Asins, quien falleciera hace apenas dos años y es considerada una de las más arriesgadas y experimentales del arte español.

La presencia de la obra de Asins en Guadalajara es histórica puesto que se convierte en la primera ciudad, fuera de España, que le dedica una exposición individual a esta pionera del arte digital. Al Musa llegan setenta y tres piezas provenientes del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, que conserva la obra de la artista.

Formada en París con largas estancias en Stuttgart y Nueva York, Asins recibió en España la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes en 2006 y el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2011.

En los años sesenta las computadoras ocupaban el espacio de una habitación completa. Los métodos de programación atendían al cálculo matemático que hacían quienes utilizaban directamente las máquinas. En esa década Asins llegó al Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid para atreverse, para observar, aprender y experimentar, convirtiéndose en una de las primeras artistas en crear valiéndose de la programación y las computadoras. El resultado de aquellos primeros contactos fue radical, lo que supuso poca aceptación y comprensión por parte de la crítica española, acostumbrada a alimentar la visión romántica del artista que considera que el arte está ligado a un sólo tipo de obras y también de procesos de elaboración. La computadora como herramienta del artista fue una de las primeras luces de alarma que se encendieron en contra del trabajo de Asins. ¿Cómo acercarse a aquellas piezas que resultaban crípticas para los ojos de fin de siglo?

El trabajo de Asins propone impensados puentes entre las piezas más antiguas que proceden del Neolítico, por ejemplo, y el arte digital. La rotación del menhir es una de sus obras más emblemáticas, en la que es posible comprender este binomio. Se trata de una serie formada por ocho piezas de serigrafía en las que con apenas una o dos líneas, con las que separa el blanco del negro, consigue la re-creación de aquel arte primigenio de rocas megalíticas.  

Esta creadora rompió con determinación el canon vinculado al mercado del arte que supone tiempos cortos de creación y recepción. El arte de Asins es completamente procesual, concebido desde el cruce de los campos espacio-temporales en los que es posible la manifestación de códigos creados desde el algoritmo. El lenguaje binario computacional abrió para ella un complejo universo de posibilidades, listo para desarrollar nuevas formas comunicativas a través del arte. Las figuras bi o tridimensionales consiguen un ritmo particular que hay que descifrar con tiempo de observación. En su obra la disolución de los límites consigue la síntesis de una idea que encripta en cada pieza.

La obra de esta geómetra del espacio puede descifrarse gracias a la lectura y relectura del lenguaje que en cada una propone. Para apreciar a Asins no sirve una mirada, es necesario un recorrido que nos permita integrar en nuestro pensamiento los ejes claves de su partitura, y, con ellos, regresar a la pieza para leerla. La misma artista reconoció que sus creaciones son criptogramas que esperan ojos curiosos y el interés de otros pensamientos. Las repeticiones y progresiones secuenciales que definen su trabajo, están presentes tanto en su obra gráfica como escultórica y, sobre todo, en sus videos.

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