El valor del periodismo

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Cada conflicto tiene su discurso, su lógica. Y en muchos casos un conflicto es también una guerra mediática. Así la piensa Jon Lee Anderson, uno de los más importantes cronistas en la actualidad, que cubrió guerras en varios países latinoamericanos, en África y en Medio Oriente.
Anderson, uno de los invitados del Encuentro Internacional de Periodistas, fue corresponsal de The New Yorkers y es autor de diferentes libros, como una biografía del Che Guevara, uno de perfiles de dictadores y caudillos, y de La herencia colonial y otras maldiciones, que presentó en esta edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
¿Cuál es el discurso de la guerra al narcotráfico en México? Según Anderson no es una cosa sencilla, por diversos motivos.  Primero, porque no se trata de una guerra convencional, con dos bandos claramente identificados, “sino de una acción policial y un desmadre entre maleantes. Esto no se cubre de una manera tradicional, no hay un frente. Es una guerra de los peores tipos, una guerra criminal que ocurre casi toda detrás del telón”.
“No veo idónea la manera en que han tratado de cubrirla desde el DF, es decir con despliegues en revistas y suplementos mostrando torsos decapitados, cuerpos colgando de puentes: una especie de ‘tabloidismo’ y periodismo de morbo que yo creo que no ayuda  nadie”.
Sin embargo, está convencido que también en esta situación se puede hacer periodismo, sobre todo periodismo narrativo: “pero hay que utilizar tacto, maña, cautela, y uno tiene que tener bien claras cuales son las consecuencias. No es nada fácil esto. No hay respuesta de blanco y negro para este asunto”.
A los periodistas que le preguntan cómo pueden ejercer periodismo en México en la actualidad, y salir al mismo tiempo íntegros y vivos, da una única recomendación: “Que escriban, que escriban y que escriban, aun si no puedan publicar. Puede que en algunos casos lo único que logren es un documento histórico, de valor posterior, que al menos servirá para consagrar lo que allí sucedió en ese tiempo”.
Esto, afirma, lleva a pensar en cuál es el valor del periodismo: “Si es para informar a los ciudadanos, que ya saben que hay una cosa tétrica sucediendo alrededor de ellos, ir al cuartel para que te den el boletín de cuantos muertos hubo ese día o recibir la anónima de la banda que acaba de descuartizar no sé cuánta gente: ¿a quién le estás sirviendo? ¿Al gran público acaso?”.
“Claramente no”, contesta, y dice: “En el mejor de los casos uno esperaría que el periodismo sirviera para incidir en la opinión pública e incluso cambiar políticas, ayudar, colaborar al bienestar social, y si uno no lo está haciendo: ¿qué está haciendo?”.
La palabra vale muchísimo, y la integridad de uno, igual, dice. “Las dos cosas valen mucho; si uno puede sobrevivir este periodo y llegar con la mayoría de su integridad ética y moral, de aquí a unos años puede sacar unos cuantos clavos y ayudar a reconstruir la justicia en su país. Esto es lo que puede hacer a veces un periodista”.
¿Qué quisiera reportear Jon Lee Anderson si viniera aquí en México? “Qué quieren que les diga: ¿a hacer un perfil de Peña Nieto? Si me preguntaran quién es el hombre más interesante que ha producido México en los últimos tiempo, le diría El Chapo, o Carlos Slim; quizás son los dos referentes de lo que es México hoy en día: dos magnates, uno en la sombra y uno en el claro, qué interesante”, responde el periodista, que en su vida ha hecho perfiles de personajes controvertidos como Hugo Chávez, Saddam Hussein y Pinochet.
Finalmente, cuestionado sobre los nuevos retos de los medios frente a los cambios tecnológicos, explica que “el periodismo, aunque cambie de etiquetas, no cambia de esencia: ahora se llama periodismo de internet, periodismo ciudadano, y no sé qué: el periodismo es el periodismo. La tecnología nos da la posibilidad de canalizar nuestra creatividad y nuestra añoranza de incidir en la opinión pública y de escribir en múltiples plataformas. Hay más libertad ahora que nunca, a la vez que está más confuso”.
“Yo creo que hay nuevas formas, nuevas herramientas, cambia el público que crea otras expectativas, pero viene de lo mismo, no cambia mucho la esencia: se necesita en todo caso de alguien que sepa como informar, como contar una historia que entretenga sus lectores, oyentes o televidentes”.

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