El transparente canto

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    Sobre el cuarto movimiento de la titánica Tercera Sinfonía de Gustav Mahler, aparece en escena una voz honda y espesa de contralto, que pese a que en esencia es uno más de los instrumentos de esta obra, basta su corta participación para, por sí sola, plantarse con autoridad por encima de la gran orquesta, llenando y sobrecogiendo la sala del Teatro Degollado con su negro canto, que ha surgido de las palabras de Nietzsche en Así habló Zaratustra: “¡Oh hombre! ¡Presta atención! ¿Qué dice la profunda noche? ¡Yo dormía! ¡Me desperté de un sueño profundo! ¡El mundo es profundo! ¡Y más profundo de lo que el día recuerda!”. Las frases se apagan, pero la voz de Carla López Speziale continúa resonando.

    Ya antes Carla —quien tiene un registro de mezzosoprano— había estado en Guadalajara, tan sólo la primera vez fue en 1995. También había interpretado anteriormente en dos ocasiones esta sinfonía de Mahler, pero lo interesante para ella es que la presentación del quinto programa de la OFJ coincide con que este 2013 cumple veinticinco años de carrera musical. Y quizá por esto más que antes piensa que lo bueno de poder volver a las obras de arte “es que siempre les encuentras algo nuevo”, y dice que el cantar tal pieza, que define como una “visión cosmogónica” con contrastes de luz y oscuridad, donde se mezcla “la espiritualidad y la jocosidad”, y a la vez un juego de los instrumentos y las tonalidades, es un reto por las características del diálogo entre la orquesta y la voz —que es un registro grave medio—, porque tiene que darse de manera balanceada en un “entretejerse de melodías” y la concertación de todos los elementos, con una instrumentación “más expuesta” al ser más numerosa que de costumbre y que, por lo tanto, debe estar muy acoplada.

    Originaria del Estado de México, Carla, que tuvo la oportunidad de estudiar una maestría y un doctorado en Nueva York —donde actualmente radica—, y de actuar en diferentes partes del mundo, aunque se dice convencida de que en el país “somos muy afortunados porque hay mucho talento musical” y cada vez más esfuerzo por la educación en este ámbito y de la creación de orquestas y grupos de cámara, cree que es importante que “la gente salga y vea otras formas de hacer música”, porque abre sus perspectivas y enriquece el trato con otros músicos y directores, pero advierte que deben hacerlo estando preparados en todo sentido para que pueda ser provechoso.

    Como otros artistas, Carla dice que aun cuando no es fácil sí hay oportunidades para dedicarse a esto, pero que hay que buscarlas y “estar convencido”. Y su confesión para definirse como cantante lo ejemplifica. Cuenta que cuando empezó a estudiar en el conservatorio “no me gustaba la ópera y el canto clásico, yo quería estudiar guitarra”, pero como ya no era tan joven sólo podía tener la opción vocal, pero “cuando tomé clases de canto ya no lo dejé, me encantó, y vi lo que en realidad es”. Habla de esto porque cree que “lo que me pasó a mí y la visión que tenía es común en la gente”, por tener reservas de este arte y “pensar que no nos gusta, pero eso es porque no nos acercamos y no nos rendimos ante la música. Cuando estás ante una obra nueva, es importante permitir que te llegue, y eso te da una percepción diferente”.

    Por eso dice que es cuestión de que las personas abandonen sus prejuicios y viejas costumbres al respecto, y buscar reeducar en ello, para que no se tenga la errónea idea de que la música clásica es para sólo unos cuantos o algo aburrido. Para ello es fundamental que se realicen conciertos didácticos, llevarlos a lugares y personas que normalmente no los tienen, y que al escucharlos sepan “que no es una cosa lejana y que puede ser tan entretenida como otros géneros”.

    Aquí, pensando en la gran atracción que por encima de otros músicos generan los cantantes, recuerdo la letra de una canción cubana que dice: “Mamá, yo quiero saber de dónde son los cantantes, que los encuentro galantes y los quiero conocer, con sus trovas fascinantes que me las quiero aprender”, y sobre ello, le pregunto a Carla —quien ríe al escuchar la estrofa caribeña— si se necesita un talento especial para su oficio. Responde que aunque se tenga algo de facilidad todo mundo puede cantar, pero que esto se hace con mucho trabajo y perseverancia, y dejando fuera del escenario las inhibiciones, de lo contrario “no te creen nada”, y ser uno mismo, ya que “el canto es muy transparente, muestra nuestra vulnerabilidad, para poder lograrlo tienes que estar en contacto con tu sensibilidad y aceptarla, porque abre nuestra verdad”.

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