El teatro como escuela

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    Hace tres años que falleció Vivian Blumenthal, un 17 de febrero, después de luchar contra el cáncer en su cuerpo y los muchos cánceres que padece nuestra sociedad.
    Vivian Blumenthal, actriz y dramaturga, consideró al teatro como un medio para reflexionar sobre asuntos “que nos aquejan”, por lo que sus obras fueron de uno a otro conflicto y expuso con bien estructuradas piezas teatrales el maltrato infantil, los derechos de los niños, la desintegración familiar, la violencia intrafamiliar, el fanatismo deportivo, el saqueo arqueológico, las explosiones del 22 de abril de 1992 en la ciudad de Guadalajara, la corrupción, el machismo…
    Licenciada en historia, atendió dichos temas, con los que analizó la mitología en torno a personajes sacralizados o rindió homenaje a figuras preclaras, como fray Antonio Alcalde.
    Consideraba que el teatro era acción, antes que literatura, lo que explica su desparpajo en los parlamentos y su recurrencia a reflejar el habla oral. No le importó la originalidad de las tramas. Éstas son una anécdota trivial: quiso que los espectadores se vieran retratados. Conocedora del movimiento escénico y de la técnica teatral, se aproximó a la realidad de todos los días. Vivacidad, ingenio y amenidad, pueden ser algunos de los adjetivos para definir el teatro de Vivian Blumenthal.
    Sencillez para tratar lo difícil, humor negro sin amargar lo tocado. Que el espectador no salga deprimido y encuentre, tanto diversión como puntos para el análisis. Ironía en vez de insultos o adjetivos contra miembros indeseables en una comunidad: políticos, saqueadores, corruptos… Juego de palabras, para que éstas no enfaden y se trepen a la conciencia. Canciones y rimas que hagan de la métrica una medida del enojo.
    A Vivian Blumenthal no la podemos entender alejada de la lectura constante de la prensa. Esto es reconocible en los diálogos o monólogos en sus obras. Atiende al momento, similar a otros, en tanto la realidad no cambie.
    Mucho de su teatro fue hecho para niños y jóvenes. De ahí su afán pedagógico-didáctico, aleccionador y rotundo.
    Me detendré para analizar tres de sus obras, suficiente para captar sus tonalidades, objetivos y chispa.

    El pepenador mágico
    Malandrina es ladrona, Caladrón, como lo sugiere el nombre, ladrón; Pepe, claro está, pepenador; Tonatiuh Lapista, detective; Óscar, un niño de ocho años, y Recoclown, un payaso hecho con basura.
    La basura es realidad y metáfora. Hay hombres y funcionarios-mugre: putrefactos y putrefactores. Sumergidos en la delincuencia, ensucian lo que tocan y tocan para ensuciar.
    El pepenador mágico se vale de una historia fácil: dos ladrones robaron patrimonio arqueológico de un museo: al dios del viento, Ehécatl. Se esconden en un basurero. Ahí está la casa de Pepe el pepenador. Un niño acude a este lugar porque su madre le tiró la caja en que vivía su mascota: una tarántula. Tonatiuh Lapista va tras las huellas de los hurtadores. Reciclown, recicla y divierte. Con esto inician las marañas y la comedia.

    Peligro, volcán en erupción
    Olmo, joven artesano, quiere a Rosi, que estudia periodismo y vende tacos de canasta para salir adelante. Gutemberg Guines, cazador ilegal de especies, intenta comprar los perritos bailarines (artesanía y joya arqueológica) o llevárselos a la brava.
    Rosi compró en abonos una videocámara para hacer reportajes y denunciar las maquinaciones de Guines. Entre una y otra acción, regaños y abusos laborales.
    Referencias a los tratados de libre comercio, exportación, tráfico ilegal de joyas arqueológicas y arte, adjetivos contra depredadores de la naturaleza.
    La protagonista produce un reportaje para la televisión, en el que denuncia los saqueos e invita a salvar a los perritos danzarines.
    Final feliz: Olmo y Rosi terminan bailando.
    ¿Cuál fue el propósito de Vivian Blumenthal con esta obra? Además de la denuncia del tráfico de piezas arqueológicas y de arte, enfatizar que “No se puede defender lo que no se conoce”.

    Noche de bodas
    Personajes que todos conocemos: los contrayentes, sus padres, hermanos y demás “utilería” de ocasión: invitados y “gorrones”.
    En la fiesta, en este caso, humilde, bailan, brindan, dialogan. Para componer el cuadro y descomponer la apariencia en las relaciones, un baile cachondo, en el que participa la novia con un sujeto que no es su marido, suscita reclamos y dengues.
    Para estar a tono, los mensajes cifrados, chistes de color más subido que los cachetes de la novia, indirectas entre anfitriona y la madrina, descontento contra los organizadores, encienden las velas de un pastel que algunos aseguran ya fue probado.
    El salón-casa de eventos (en donde vivirán los recién casados), sufre con el transcurrir de las horas un exagerado deterioro, para metaforizar unas relaciones que se autodestruyen. Simbolismos, realidades, gestos, lecturas que no ofrecen dificultad para su interpretación.
    Unos parlamentos completan la historia:
    —¡Comen, chupan, fuman, hablan puras babosadas, critican y no piensan en irse.
    —¡Lástima que tu boda que debió ser tan linda haya terminado así! Pensar que es la ilusión más grande de una mujer antes de entrar a la triste realidad.

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