El ritmo en los dedos

547

Nacho Varela toma del estante un libro y empieza a recorrer, con los dedos, las páginas donde yo alcanzo a ver solamente unos pequeños puntos, casi imperceptibles. Tanto que debo preguntarle de qué se trata: “Es Orientación y técnicas de movilidad, especial para ciegos”, contesta, leyendo con las yemas lo que para cualquier persona común y corriente —como él mismo las define—, no es más que una página en blanco.

Este sistema de escritura y lectura —inventado a mediados del siglo XIX por el francés Louis Braille—, ahora es sólo una de las formas con que los invidentes pueden tener acceso a diversos tipos de textos e información. Audiolibros, pero sobre todo el lector de pantalla han abierto nuevos horizontes donde pueden encontrar un número creciente de material de lectura y didáctico.

No obstante, no fue siempre así. Juan Ignacio Varela Plascencia perdió la vista a los 7 años por una neuritis óptica, en 1959. Iba en segundo de primaria y tuvo que entrar a una escuela especial para ciegos de la Ciudad de México, donde, además de educación básica, ofrecían talleres técnicos y de manualidades.

Allí se inició en una de sus grandes pasiones: la música. En Guadalajara es conocido como pianista y guitarrista de jazz. La primera vez que lo vi fue en un restaurante de la ciudad tocando el piano, y la misma parsimonia y precisión con la que deslizaba las manos en las teclas, es la que demuestra el día de hoy hablando de su vida en la sección para invidentes de la Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz”. El tamborileo de sus dedos en el escritorio, que parece tener el ritmo de la conversación, y la precisión casi geométrica, de experto cincelador, con que forja las frases, revelan las otras dos pasiones de su vida: las matemáticas y la escritura.

Pero para llegar a todo eso, el camino fue largo y accidentado: “Cuando yo terminé la primaria se abrió una secundaria especial para ciegos, pero no quise participar, porque mi idea era que si finalmente tenía que vivir inmerso en un mundo donde todos veían y donde las cosas no eran especiales para mí, tenía que adaptarme y acostumbrarme a este mundo, que no es un mundo de ciegos”.

Optó por entrar a una secundaria piloto, pública, donde la Secretaría de Educación estaba implementando nuevos planes de estudio: “Supongo que esto favoreció que nosotros pudiéramos ingresar, porque en la mayoría de las instituciones nos ponían pretextos, como que había escaleras, o que cómo le íbamos a hacer con los exámenes, y cosas por el estilo”.

Entonces no había libros de texto en braille —todavía en la actualidad hay pocos—, y muchos profesores se negaban a tratar con ellos. “Hacíamos exámenes orales, y teníamos que recurrir al trabajo en equipo con los demás compañeros”.


Cursó la preparatoria en la Universidad del Valle de México, después entró a la UNAM, donde estudió la licenciatura en Matemáticas y luego una maestría en Ciencias matemáticas.

“La gente con más disposición era la que tenía más educación. En la universidad había muchas personas conscientes, que nos ayudaban mucho”, dice al respecto. Aun así se enfrentaba a varios obstáculos. “Libros no había. Yo pagaba gente para que me leyera y me dictara los libros. Incluso para estudiar tuve que inventarme un sistema para escribir las matemáticas en braille”.
Éste, explica, “se forma con seis puntos, y las combinaciones posibles son 63. Una persona común y corriente maneja cotidianamente alrededor de 2 mil y 3 mil signos. Pero en braille hay una serie de signos que no se usan mucho, signos convencionales como por ejemplo cuando escribimos música. Y de esa misma manera yo los utilicé como claves para iniciar un nuevo lenguaje”.

Matemáticas y música, ¿que tienen en común para usted?, le pregunto.

“Es la estructura mental. En mi caso la música me dio un cierto ordenamiento mental que luego me permitió acceder de manera más fácil a otros tipos de lenguajes, o por lo menos entrarle sin miedo. Hay mucho de geometría en la música. Para mí, los acomodos de los dedos en el instrumento son patrones geométricos que se repiten”.

Después de sus estudios, Varela empezó a trabajar como ayudante de profesor en la UNAM, luego ganó un concurso de oposición en la UAM de Iztapalapa como profesor adjunto, y al mismo tiempo daba clases como profesor de asignatura en la UNAM. En 1980 ganó un concurso de oposición en la UPN, y se fue a La Paz, Baja California Sur, hasta el 83.

Es un año después cuando llegaría a la UdeG, donde fue profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias. “Vine aquí por cuestiones musicales, porque allá en La Paz era muy bonito el trabajo de la universidad, pero si quería ir a un concierto yo tenía que darlo”, dice, riéndose.

En 2004, a instancias de Fernando del Paso y de la administradora de la Biblioteca Iberoamericana, Luz Elena Martínez Rocha, fue invitado a formar el área tiflológica, que administró hasta el 2006 y donde ahora regresó para sustituir al actual titular, Jesús Calvillo.

El área cuenta con cuatro computadoras con lector de pantalla, libros digitalizados, audiolibros, “obras en braille, pero no tenemos arriba de 80, porque son muy voluminosas. Hay libros de filosofía, clásicos de la literatura, novelas y textos jurídicos, como la Ley de discapacitados del Estado de Jalisco”.

Además, apoyan a quien busque información, facilitan una computadora y dan cursos básicos para quienes no saben manejarla, hay servicio de impresión en braille y escaneado para libros que no existen en digital, y también, a través de prestadores de servicio, hay lectura directa.

Hace unos años, Varela fue a promocionar la sección de la biblioteca en asociaciones y escuelas de ciegos, y al mismo tiempo hizo una encuesta, aplicándola a una muestra de 150 personas.

“Con respecto a la escolaridad, la mayoría, más de cien, no estudió más allá de la primaria, y de éstos la mitad se dedican a prácticas de mendicidad o mendicidad disfrazada. Hice un promedio, y éstos ganaban entre 20 y 30 mil pesos”.

Muchos prefieren extender la mano que estudiar, comenta. “Con los lectores de pantalla se abrió un mundo increíble para mí”, concluye Varela, a pesar de esto, dice que en cuanto a posibilidades en educación para invidentes “sí han avanzado los métodos de enseñanza, pero en lo demás estamos igual, es decir no hay material didáctico en braille”.

Artículo anteriorInicia campaña de donación altruista de sangre con «gota humana»
Artículo siguienteCriterio medioambiental