El lugar imaginario de Rey Rosa

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En la contraportada del último de sus libros que circula en México, el escritor Rodrigo Rey Rosa es descrito como un autor de lo exótico. Tres novelas exóticas es, de hecho, el título que publica Alfaguara. “Las novelas guatemaltecas ambientadas en la selva del Petén, en África del Norte o el sur de la India pueden no tener el encanto de lo extraño, pero deben llamarse, en rigor, exóticas”, dice el propio autor en la introducción a este libro. A Rey Rosa no le gustan los halagos y tampoco las etiquetas, y eso que el crítico Miguel Mora de El País lo ha comparado con Jorge Luis Borges. Él dice que lo leen algunos nomás y que los sistemas editoriales han sido raros en su carrera, pues su más reciente libro no se encuentra en México y aunque tiene la “suerte”, como la llama él, de publicar en España, sus libros en Guatemala no se encuentran.

Sus temas son sobre todo de ficción y su proceso creativo casi siempre tiene que estar vinculado a un viaje, el último de ellos, por ejemplo, al Tánger, pero antes de esto, cuando el joven escritor guatemalteco viajó a Nueva York escapando del genocidio en los años ochenta, escribía casi exclusivamente de su país de origen. “Ha sido como el lugar imaginario del que salen mis historias, de mis quince títulos sólo tres no pasan en Guatemala, es un lugar en donde ocurren mis pesadillas”, comenta. “El fondo y el suelo es de donde parte mi imaginación, en los lugares en los que crecí, cuando me fui fue en un pésimo momento, entonces siempre vuelve a mí, vuelve sobre todo el horror, mis primeros cuentos son eso: puro horror”.

Pese a huir del horror, Rey Rosa no concibió su partida como un exilio. Todo lo contrario, dice que entonces comenzó una racha de buena suerte para su obra, publicó mucho, escribió mucho y tuvo la oportunidad de viajar como siempre soñó.

Con el tiempo esa relación conflictiva que tenía con su tierra natal fue cambiando, las tres novelas incluidas en la edición de Alfaguara no hablan de ella, sin embargo, el escritor siente que volverá a escribir sobre Guatemala con el horror de antes: “Guatemala está hecho un circo, hay una violencia pero en una clase de anarquismo, sin signos políticos, más económicos y criminales, que pasa en todo el mundo quizá, pero en Guatemala todo esto parece muy concentrado. Nuestro presidente está en la cárcel, todo el empresariado si no está en la cárcel está con miedo, hay una especie de incertidumbre porque no se sabe qué va pasar”.

Él no es que vea a su escritura como una especie de antídoto para que las cosas cambien, sino como una voz crítica que llamará al cambio. “Cuando yo escribí en Nueva York era sobre Guatemala, mi familia se había quedado toda, y a mí me daban pesadillas terribles, sabía que todo estaba muy mal allá, pero ese miedo era para mí materia prima, era una especie de exorcismo y desahogo. No sé describir lo que es ahora, pero no puedo escapar de ello. Para el que hace libros o pintura esa realidad aparece, incluso si vive apartado, porque ese también es un síntoma de que algo no está bien, el hecho de que el género fantástico floreciera en las épocas más opresivas de la humanidad, es porque no se podía hablar de la realidad y el horror se explicaba de otra manera”.

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