El historial de la fraternidad

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    El sábado 16 del mes en curso un terremoto sacudió a Ecuador. La intensidad se ha reportado en 7.8 grado de la escala Richter, y el número de muertos excede los 500, con más de 2 mil aún desaparecidas, sin contar los miles de heridos. A cuentagotas comparten los noticieros de dos que tres encontrados por jornada de búsqueda, a cargo de  casi 15 mil rescatistas.
    Desde el día de la catástrofe natural, no se han dejado de buscar indicios de vida humana entre los escombros. Aún faltan. Simultáneamente, las enfermedades se insinúan en el ámbito de caos e insalubridad, y el descontrol es propicio para el vandalismo. La preocupación por el alimento vence algún rasgo de moral que aún permanezca, ante el colapso de toda una población…
    Hace 24 años, Guadalajara estaba en una situación similar, un 22 de abril. En aquel entonces, la solidaridad también erigió héroes entre los tapatíos. En situaciones así, la complejidad de la vida que armamos vuelve a su rudimental principio: sobrevivir, juntos, como especie. Por más benévola que haya sido la reacción en 1992, y el valiente esfuerzo que realizan los ecuatorianos, adoptemos el sentido de bien común sin necesidad de amenazas.

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