El examen de conciencia

899

La dimisión del Papa Benedicto XVI refleja la disputa entre grupos de poder al interior de la curia romana y es una astuta jugada del alemán, quien intenta garantizar su sucesión. Sin embargo, el grupo encabezado por el ultra conservador cardenal Angelo Sodano, no se quedará con los brazos cruzados, pues los italianos ambicionan recuperar el control del Vaticano, que perdieron desde 1978, coinciden expertos en el tema.
Joseph Ratzinger anunció su renuncia el lunes 11 de febrero. Según su carta, luego de un examen de conciencia ante Dios, se dio cuenta que no tenía fuerzas para ejercer el ministerio.
Esta versión es ingenua y poco creíble, considera Juan Diego Ortiz Acosta, director del Centro de Estudios sobre Religión y Sociedad, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades: “Hay varias lecturas de esto. De su propia carta se desprende que por su edad no puede seguir gobernando una institución de semejante complejidad. Esa es la lectura más ingenua. La otra es que por tantos conflictos internos, la Iglesia no aguanta ya esa gobernabilidad centralizada, pues la curia romana es un contrapeso a las decisiones del propio papa. El se dio cuenta que ya no tiene nada que hacer en una Iglesia con múltiples conflictos internos y crisis de identidad”.
El presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, Elio Masferrer Kan, recordó que Ratzinger no tenía la fuerza para controlar al sector italiano de la curia e, incluso, ante las filtraciones que revelaron un complot para asesinar a Benedicto XVI y la corrupción en el manejo de finanzas, el periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano, publicó que el papa era “un pastor rodeado de lobos”.
“La renuncia fue una jugada calculada: quiere garantizar su sucesión. En casi siete años de pontificado, fue modificando la composición del colegio cardenalicio y fortaleciendo a los anglosajones. Lo que hay detrás es una lucha de poder”.
Ante la cueva de intrigas en que se volvió el Vaticano, Masferrer dice que no es descabellado pensar que el mismo equipo de Benedicto operó las filtraciones del Vatileaks, que dejan mal parados a los cardenales italianos. “No olvidemos que el mayordomo Paoletto, que sacó a la luz las cartas, fue indultado”.
El también investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, coincide en que la renuncia por falta de fuerzas es absurda: “Es obvio. Tiene que decir que Dios lo inspiró, pero esto fue estrategia política, tronó todo y apuesta a un colegio cardenalicio formado por él”.
Arturo Navarro, del Centro de Formación Humana, del Instituto de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), aclara que si bien la renuncia de Benedicto es “un gesto de honestidad y valentía”, también constituye una crítica a lo sucedido a Juan Pablo II, a quien dejaron hasta el final en el cargo, a pesar de que era claro que él ya no tomaba decisiones. “Deja en la mesa ese debate para futuros pontificados”.

La encrucijada
La renuncia de Joseph Ratzinger se da luego de los Vatileaks que precipitaron la caída del presidente del Banco del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, y en medio de los constantes escándalos de pederastia y la pérdida masiva de adeptos.
Ante tal escenario, la Iglesia católica se enfrenta a una encrucijada: “O sigue atrapada por los grupos más conservadores, dándole la espalda a acuerdos del Concilio Vaticano II, o ante esta crisis busca el modelo de iglesia que tanto se demanda en regiones como América Latina o África: una iglesia cercana a los pobres, comprometida con las causas sociales, sensible a la violencia y denunciante a las injusticias”, reflexiona Ortiz Acosta.
También se muestra escéptico: “No hay la fuerza suficiente para dar ese viraje. La iglesia de base, la que se mueve en el campo, en los barrios pobres urbanos, no tiene el peso político, a pesar que esta es la coyuntura para que se manifieste”.
Masferrer sostiene que no hay condiciones para que se nombre a un papa africano o latinoamericano: “Los órganos de decisión aún están copados por la línea conservadora, a pesar de que los italianos perdieron espacios. Benedicto puso cardenales de Estados Unidos o Canadá, pero no son voces de vanguardia. No tengo una bola de cristal, pero parece que llegará un norteamericano o un europeo. Y en ese sentido los italianos no están dispuestos a ceder”.

Artículo anteriorAcuerdos y Dictamen Comisión Especial
Artículo siguienteNo me alcanza