El eterno viajero

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    Para Richard Nixon, The Rolling Stones encarnaba el grupo de rock and roll más peligroso del mundo. El Departamento de Estado proclamaba que los disturbios, la desobediencia civil, el “sexo ilícito” y la violencia en Estados Unidos era culpa del grupo inglés.
    “Como, por lo visto, habíamos incitado a los jóvenes a la rebelión y estábamos corrompiendo el país, se había decretado que jamás volveríamos a pisar Estados Unidos. Siendo aquella la época de Nixon, el tema acabó por convertirse en una verdadera cuestión política”, dice Keith Richards en el libro Vida (Global Rhythm, 2010), memorias del guitarrista de los Stones.
    Yonqui empedernido, viajero eterno y admirador de músicos como John Lee Hooker, B. B. King, Robert Johnson y Muddy Waters, Keith Richards comienza el primer capítulo de sus memorias en la carretera, dentro de un Chevrolet Impala amarillo y en compañía de Ron Wood. El acercamiento a este suceso deja en claro que la intención de Richards es ir directo y sin tapujos a los temas que The Rolling Stones nunca ha negado y que algunos pueden considerar espinosos o pretenden condenar. No se trata de provocar escándalo. Un artista como Keith Richards está más allá y lo ha vivido en carne propia, solo que ahora es meticuloso.
    “Llevaba una gorra vaquera con varios bolsillos llenos de droga. Todo estaba lleno de drogas, hasta las puertas del coche, bastaba con desencajar los paneles para hallar bolsas de plástico con coca, hierba, peyote y mezcalina”, recuerda el músico. Las declaraciones provocan imágenes y se refuerzan en este libro a través de fotografías. Una de éstas necesariamente significativa: Richards de pequeño, con rostro adusto y al lado de su madre, personaje definitivo en su historia.
    El guitarrista de The Rolling Stones dice que durante muchos años ha dormido, como media, dos veces por semana, lo que para él ha significado mantenerse consciente a lo largo de tres vidas.
    Su infancia se desarrolló en Dartford, una población al este de Londres y a la orilla del Támesis. Con claridad, describe que su madre en algún momento le mencionó que su nacimiento ocurrió durante un bombardeo. Para Keith Richards, esos recuerdos son paisajes de la posguerra, escenas llenas de escombros.
    “Ser hijo único te obliga a inventarte tu propio mundo”, escribe el coautor de “Gimme Shelter”. Doris, su madre, le regaló a los 15 años su primera guitarra, obsequio que marcaría la existencia del entonces adolescente. “Empecé por donde todo buen guitarrista tiene que empezar: con la acústica de cuerdas de tripa. Ya te enchufarás luego… Bueno, en cualquier caso, yo no me podía pagar una eléctrica. Pero el hecho es que tocar aquella vieja guitarra española, empezar por ahí, me dio algo sobre lo que construir. Y luego vinieron las cuerdas de acero y por fin, la electricidad”.
    En Vida aparecen los primeros encuentros de Keith Richards y Mick Jagger. Ambos fueron seducidos inevitablemente por la música. El nutrirse de discos, estar en la búsqueda de buen blues, fue definitivo para tomar la decisión de formar un grupo. Richards, recuerda: “Mick y yo tenemos exactamente el mismo gusto musical. Nunca nos hizo falta cuestionar ni explicar nada. Simplemente cuando oíamos algo nos mirábamos inmediatamente y ya estaba todo dicho. Lo fundamental era el sonido: oíamos un disco y lo juzgábamos”.
    La disyuntiva de cruzar la frontera entre la arrogancia y la fama. En sus memorias, Richards menciona que en los primeros tiempos, para The Rolling Stones el límite de la ambición se situaba en ser la mejor banda de todo Londres. El grupo despreciaba las provincias de Inglaterra, pero esa situación no tardó demasiado en desaparecer. Así, el músico es lúcido en sus remembranzas e indica que de la noche a la mañana todo cambió.
    Una de las opiniones más fascinantes en Vida es cuando Keith Richards dice: “Ser famoso no es nada fácil, de hecho no quieres serlo, y luego te das cuenta de que ya has pasado la encrucijada en la que el pacto ha quedado sellado. Ahora viajas por el camino que toda esa gente a la que, en cualquier caso, querías parecerte (Muddy Waters, Robert Johnson y demás) ya ha recorrido. Ya has firmado el puto pacto y ahora no te queda más remedio que cumplirlo, igual que los hermanos y hermanas que te han precedido. Ahora estás en la carretera”.

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