El espacio reservado

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    A finales de enero de este año anunciaron liberar de todo uso administrativo y de gestión institucional la hasta entonces sede oficial de la casa de estudios, que albergaba la Rectoría y Vicerrectoría de la Universidad de Guadalajara, para instalarse enfrente, en el Edificio Cultural y Administrativo. Con esto se daría todo el peso y la relevancia merecida al inmueble histórico que iniciara su construcción hacia 1914, y que según palabras del exrector de la UdeG, Marco Antonio Cortés Guardado, ayudará a la vocación cultural que se originara en él, por albergar murales de Clemente Orozco, pero que ha sido fomentada por el Museo de las Artes (MUSA) desde hace casi dos décadas, contando apenas con la mitad del espacio total del lugar.
    En marzo pasado se hizo realidad con la entrega simbólica de la llave y del espacio a la directora del MUSA, la licenciada Sunny Ramírez Barajas, con la promesa de posicionarlo como uno de los museos más importantes de México.
    “Existen y tenemos todas las características para lograrlo. Se tendrán que redoblar esfuerzos en todas las áreas. Es una alta responsabilidad que compromete al equipo de las artes y a las nuevas autoridades universitarias”, dijo Sunny Ramírez, quien con anterioridad refirió en entrevista que “no fue fácil la decisión de destinar a actividades culturales el que ha sido siempre caracterizado como el centro político de la Universidad”.
    El edificio del MUSA sin duda tiene su larga historia. Concebido y realizado por el gobierno estatal entre 1914 y 1918 como un conjunto arquitectónico de dos edificios homólogos, uno de frente al otro, se pensó inicialmente para que fueran un par de primarias, una llamada Constitución y la otra Reforma, que es el actual edificio administrativo de la UdeG. Este último nunca fue tal, ni tampoco Palacio Legislativo, como pretendió el gobernador Guadalupe Zuno en 1926, pero sí en 1934 se cedió a la UdeG para que ocupara la Rectoría, así como la Facultad de Ingeniería y Ciencias Químicas. Y en 1936 sería cuando se le haría el encargo a Orozco para plasmar su obra en el Paraninfo. Entre interrupciones y vaivenes, la Universidad sería reabierta en 1937, con otras facultades que al final serían destinadas a nuevas instalaciones, para desde 1952 sólo fungir para el ámbito administrativo.
    Fue a partir de 1994 cuando la planta baja de tal edificio se destinó al MUSA, “siempre con la idea” de convertirlo todo en museo, dice Suny Ramírez, quien se siente convencida de que si en todos esos años, con 950 metros cuadrados, ha habido muchas y diversas exposiciones (178 de acuerdo a sus propios datos, más 60 piezas de exposición permanente), se logrará más con el doble de espacio: un museo completo.
    Esto parece ser visto con buenos ojos en la comunidad artística, o al menos así lo avalan los gestores culturales Gutierre Aceves y Arturo Camacho, quienes han comentado a otros medios impresos, que es una oportunidad de mejorar la infraestructura y labor del MUSA, y así la calidad de los espacios dedicados a esta labor en la entidad.
    De algunas de las destacadas exposiciones que ha tenido el MUSA en su trayectoria, no podría dejarse de lado la que se montó a propósito del fotógrafo estadounidense David Lachapelle, en 2009, considerado heredero del pop-art de Warhol, y que llevó por nombre Delirios de la razón; en 1996, Retrospectiva del pintor y músico cubano-mexicano, José Fors; Sin ningún pudor, en 1999, de Martha Pacheco; Los cuadernos de la mierda, en 2004 y Libreta de apuntes, en 2012, ambas de Francisco Toledo; Saturnino Herrán: instante subjetivo, en 2011, de este artista que se aprecia como fundador del modernismo nacionalista; Veladuras de la memoria, de Lucía Maya, en 2006, y también Esculturas, entre 1997 y 1998, de Sebastián. Esto sin contar que el museo ha sido recinto también de performances, conciertos, conferencias y otras actividades enfocadas a la difusión artística.
    Para inaugurar la nueva etapa del MUSA, se tiene considerado hacerlo con un homenaje al arquitecto Fernando González Gortázar. Sin embargo, para ello aún no hay fecha exacta, ya que las remodelaciones no sólo requieren el aval de la Secretaría de Cultura, sino de presupuesto para su intervención. Lo que dijo su directora, no se puede aún definir, por estar en “el proceso de cambio” de las autoridades universitarias, así que sólo le queda esperar que los recursos de un millón 350 mil pesos se dupliquen, al igual que el espacio del museo, aunque es menor a la cifra que ella misma daba en 2006, al hablar de un millón 382 mil pesos, cuando ya presagiaba la pronta ampliación del lugar e insistía en la importancia del lugar, porque en la ciudad “son pocos los atractivos turísticos que podemos ofrecer […] Jalisco no tenía un museo de esas características”.
    El crítico de arte, José Luis Meza, decía en una ocasión que con carencias e “improvisaciones” su labor era loable, pero todavía “un proyecto frustrado”, por no haberse consolidado como un verdadero museo de arte moderno.
    A la distancia, Suny Ramírez recordó con nostalgia cómo en algún momento Carlos Fuentes deseaba que el MUSA tuviera obras expuestas en todo el inmueble, y cómo con cierto sarcasmo, Monsiváis dijo que estaba al frente de “medio museo”.

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