El escritor en sus letras

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Al maestro Concho (+), de Letras

Fernando del Paso se ha pasado la vida entre palabras. Y nos la ha hecho pasar a quienes frecuentamos sus libros, porque tras la lectura quedamos colmados, satisfechos. Todo en él es palabra. Se podría decir que es un hombre de prosa. Del Paso ha construido, imaginariamente —por más que en Noticias del Imperio, en su primera página, se encuentre una advertencia sobre que el libro está basado en dos personajes de la historia de México y en un hecho histórico conocido—, una enorme Babel propia, cuyo único lenguaje es la desmesura, el desbocamiento del escritor por darle al lector un suculento platillo de palabras que lo lleve de la mano por el disfrute novelístico y el deslumbramiento. No es una tarea menor, pero sí una que le compete en su totalidad al creador.

A través de cuatro novelas principales —la ya citada Noticias del Imperio, pero además Palinuro de México, José Trigo y Linda 67—, Del Paso, nacido en la Ciudad de México (1935), establece un sentido y fuerte vínculo con el lector: si sus novelas apelan a una palabra encabalgada y que pareciera que no va a cansarse nunca, el lector encuentra en ellas un campo proclive al encuentro con sus más secretos deleites y aspiraciones. El compendio de esta obra vasta, lúcida y que destaca por su composición, hace pensar en las viejas bibliotecas que parecían regirse por la dispersión pero que, en el fondo, estaban articuladas hasta el último volumen distribuido en sus estantes.

Noticias del Imperio, por ejemplo, es una novela monumental. Si el Ulises de James Joyce tiene una estatura sobresaliente, me atrevería a decir que esta obra de Del Paso no le va a la zaga. Uno como lector se interna en un laberinto exclusivo y elusivo, donde a menudo se extravía el hilo de la historia —porque da la idea de un árbol gigantesco que por más que se quiera encontrarle el fin, se ramifica ad infinitum— pero pasadas unas páginas se recupera. La novela se presenta como un texto tejido con variados hilos —porque no hay un único discurso literario— y de colores diversos, sin que esto sea un pretexto para justificar el que sus páginas lleguen a amontonarse en una diatriba histórica que, de algún modo, niega la Historia, o un particular hecho histórico.

Aquello que hiciera Jorge Ibargüengoitia al final de su novela Las muertas, de colocar una fotografía en blanco y negro de las mujeres explotadas por Las Poquianchis, pero sin rostro, Del Paso lo hace al advertir, al inicio de Noticias del Imperio, que se trata de una novela articulada a partir de dos personajes en concreto y de un hecho que podemos situar en nuestra historia: el imperio en México de Maximiliano de Habsburgo y su mujer, Carlota. No quiere decir esto, sin embargo, que sea una novela de corte histórico, porque este pasaje le sirve nada más para emprender un sendero de ficción: la verdad a la que sirve el texto no se apega a lo sabido del destino de Maximiliano y Carlota y de lo que sucedió con su “remedo” de imperio europeo en tierras americanas.  

El lector, entonces, es una suerte de vigilante de las múltiples entradas y falsas salidas por las que transcurre la trama de la mano de toda esa palabra a la que le fue fiel Del Paso: de cierta forma siguió aquello que escribiera Paul Valéry respecto a que cada poeta —novelista, cuentista y dramaturgo— posee un puñado de palabras que lo seducen. Es la tela de donde corta. Pero en Noticias… no se ciñe nada más a esto, porque en esta novela hay historia —un hilo conductor que atraviesa ese vasto vergel lingüístico—, sin duda, pero también enhebra canciones, diarios, cartas, documentos oficiales y fotografías. Los retazos de un todo. La palabra, como pasa en Palinuro…, sin embargo, lleva mano y se lleva el elogio.

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