El envase del futuro

666

Retardar la descomposición y deterioro de algunos alimentos es posible con sólo aplicarles una delgada capa de plástico hecha de un biopolímero completamente comestible y amigable con el medio ambiente.

No se trata de una caja o un empaque cuadrado, sino de una protección que se adapta perfectamente a la forma de cada alimento para evitar su daño, según explica Mara Estrada Girón, investigadora del Departamento de Ingeniería Química, del CUCEI.

“Una película comestible, como las que desarrollamos en el laboratorio, nos sirve para proteger al fruto. Hablamos de una protección individual con materiales que nos ayudan a recubrir las piezas, de modo que van a mejorar su calidad”.

Este producto es una especie de empaque individual para las frutas y verduras, que les permite mantenerse en buenas condiciones y alargar hasta una semana el tiempo que permanece en los anaqueles de los mercados o tiendas de conveniencia, y por ende ayuda a disminuir el desperdicio.

“El limón, si lo sacas de sus condiciones adecuadas de almacenamiento a los estantes en supermercados, tarda dos semanas cuando mucho (en dañarse), pero si lo recubres podemos extender la vida de anaquel hasta ocho días más, que en cuestiones económicas es bastante”.

El plástico es un biopolímero delgado, transparente, impermeable, biodegradable, sin olor, sabor o aditivos que modifiquen las propiedades nutricionales del alimento. Sus características químicas reducen el crecimiento de microbios y retrasan la pérdida de humedad y la oxidación del alimento. La apariencia y la frescura del fruto o la verdura no se modifican, puesto que el plástico se adapta perfectamente a cada superficie.

Este recubrimiento está hecho a base de polvo de almidones de maíz y cereales, o proteínas contenidas en las cáscaras de camarón u otros crustáceos, que se unen con grasas y agentes plastificantes naturales, como los mucílagos provenientes del nopal.

“Una película comestible debe ser biodegradable, de ahí que debe hacerse de elementos orgánicos para que pueda ser consumido sin ningún riesgo. No podemos agregarle ningún compuesto o agente microbiano sintético, porque se espera que el consumidor con toda confianza pueda ingerir también ese material”, asegura la encargada del Laboratorio de investigación de alimentos, del CUCEI.

Para incorporar este recubrimiento, la fruta o verdura debe ser cosechada y desinfectada. El producto se sumerge en la mezcla del biopolímero líquido, la escurren y secan a temperatura ambiente. A partir de entonces el producto aumenta sus niveles de conservación.

Estrada Girón trabaja en el uso de este polímero en limones. Sin embargo, se puede utilizar para todo tipo de productos alimenticios, entre éstos, semillas, quesos, cárnicos y pechugas de pollo. 

Ahora experimenta con la creación de un plástico extraído de la pectina de jamaica, para aplicarlo a frutos rojos, como la fresa o la manzana, que sirve no sólo para evitar su descomposición, sino para darle un color más vívido y que sea más atractiva, pero sin modificar su sabor ni propiedades alimenticias.

“Estamos haciendo una propuesta nueva. Para la fresa nos ha dado buenos resultados, porque la acidez de la jamaica no altera su sabor, así que al recubrirla hay menor crecimiento de los hongos que pudren esa fruta y no tendría que volver a lavarse”.

Aunque la película de biopolímero para recubrir fruta y verdura está aún en fase de experimentación, la académica considera viable incorporarlo a las rutinas de las empresas.

“Se dice que es el envase del futuro para reducir el uso de empaques de plástico. El empresario tiene que saber que en algún momento tendrá que adaptar esta nueva tecnología a su proceso de producción. Sí hay un costo, pero también hay ganancias”.

Artículo anteriorTriunfan en robótica
Artículo siguienteDictamen Núm II/2016/318