El emperador esta desnudo

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Si me preguntan, 2010 fue el año de los engaños. The year of the hoaxes. Luego de que en el Festival de Venecia Casey Affleck al fin le dijera a la prensa que el supuesto documental I’m still here era en realidad todo una farsa, una sofisticada broma y que los dos años que Joaquin Phoenix pasó “retirado” de la actuación tratando de hacer carrera en el rap eran sencillamente parte del guión, resulta por lo menos extraño que la opinión pública no sospechase algo similar respecto a Exit through the gift shop, del mismo año.
La crítica especializada –por lo menos en Estados Unidos– sí que mencionaba la posibilidad, pero pronto desechaba la duda aludiendo que resulta mucho más relevante el retrato del arte callejero, los testimonios de sus protagonistas y el cuestionamiento estético (y por lo tanto filosófico, axiológico) al sistema de valoración del arte en la actualidad.
Dos años más tarde Exit through the gift shop llegó apenas a las salas comerciales de esta ciudad hace unas semanas, en perfecta sincronía con Life is beautiful, la exposición del verdadero protagonista del documental de Banksy: Mr. Brainwash.
De acuerdo con la película, Mr. Brainwash es el nombre artístico que adoptó Thierry Guetta, con la manía de grabarlo todo y que casualmente es primo de Space Invader, un reconocido artista callejero también francés. Por ahí es que se adentra en el submundo del arte-guerrilla y, con el pretexto de hacer un documental al respecto, urde una red de conexiones que lo llevan a la presencia del mismísimo Banksy, quien lo alienta a iniciar una carrera en el graffiti y el esténcil él mismo.
Así, animado y con el ejemplo de las estratosféricas ventas de las obras de Banksy en prestigiadas casas de arte como Christie’s o Sotheby’s, Guetta hipoteca su casa y con el dinero contrata “ayudantes” que le hagan las “obras”, renta una bodega y publicita ampliamente una magna exposición a la que asiste la crema y nata de la socialité hype y se convierte no sólo en un éxito de ventas, sino en una auténtica celebridad.
La opinión de Banksy al respecto es clara: sus elocuentes silencios, la irónica frase de elogio que da para la promoción del debut, el golpe con la mano que se da en la frente y la contundente conclusión de que jamás volverá a animar a alguien a que se dedique al arte urbano lo dicen todo: ha creado un monstruo.
Ahora que Mr. Brainwash expone en Guadalajara con desaforado éxito en su inauguración y como sugieren las pequeñas etiquetas rojas en algunas fichas de las obras que la componen, aparentemente también en lo comercial, me parece oportuno traer a colación un cuento infantil: El traje nuevo del emperador.
La legitimidad del arte urbano tiene que ver con su origen contestatario, mismo que lo emparenta con el vandalismo tanto como con la ironía punzante del arte pop y su ícono principal, Andy Warhol. No es desconocido que el arte urbano se hace con latas de aerosol y esténciles o calcomanías porque hay que hacerlo rápido y correr en cuanto se aparezca la policía. Lo que tienen en común Banksy y Obey Giant, por ejemplo, es que retan, critican y satirizan a la autoridad.
Pues bien, por si no fuera suficiente el simple pseudónimo de Mr. Brainwash (Lavado de cerebro en español), se pueden observar a lo largo de su muestra varios rasgos contrarios al espíritu del street art: además del pequeño detalle de que las obras no pasaron previamente por la calle, el uso del esténcil queda completamente injustificado pues en la calma de su taller no hay autoridad que lo persiga, por eso quizás todos están en realidad retocados, rellenados a pincelazos con pintura (eso sí: negra y gris para mantener la apariencia); la cualidad efímera de la intemperie y las bardas en la vía pública queda anulado por gruesas capas de brillante laca, y la descarada reproducción de efigies en uno y otro cuadro no tiene sentido fuera del contexto de la calle y el uso que ahí tiene a modo de propaganda, por mencionar sólo algunos aspectos.
Pero sobre todo y más allá de que Guetta no sabe siquiera usar correctamente la lata –como resulta obvio en los escurrimientos de sus mensajes cursis y en rosa chillón por toda la galería–, lo más importante es que las obras de Mr. Brainwash no sólo no cuestionan al stablishment, sino que lo ensalzan, ya sea en la figura de íconos de la cultura popular que muestra con candidez y empalago como Mickey y Minnie, o la tapatía Ximena Navarrete, ex Miss Universo y por lo tanto máximo ejemplo de ideales pre concebidos y dominantes.
La única traza de cinismo y al mismo tiempo de velada honestidad sería el chango que raya: “Follow your dreams” (Sigue tus sueños).
Finalmente, la cuestión es: ¿necesitamos que el modisto Banksy se pare en una alfombra roja y nos diga letra por letra qué significa su obra? Yo digo que no. Si el propio Banksy ha puesto el dedo en la yaga con su famoso Elefante, no veo por qué no hacer caso a su incisiva crítica: Yo digo que aquí hay un elefante; yo digo que el emperador está desnudo.

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