El drama perpetuo

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Estela Domínguez ívila, quien sostiene la fotografía, es una mujer de rostro doliente, lleva cuatro años con una angustia que la carcome. No sabe qué fue de su hija: Estela del Carmen Paz Domínguez. Recuerda todos los días cuando su hija, junto con su nieto Emiliano, salieron rumbo a Estados Unidos buscando una mejor vida. En Altar, una región sonorense que encuentra entre Sásabe y Arizona y es una de las zonas más calientes de todo el hemisferio norte, fue donde la hija de Estela desapareció.
Dora Sánchez Juárez y Gabriel Pérez, los polleros quienes ayudarían a Estela y su hijo a cruzar la frontera, tenían a Emiliano retenido, y a quien finalmente regresaron a la familia después de 20 días de negociación. Ahora, Dora y Gabriel, dicen desconocer el paradero de Estela.
“Sabrá Dios qué hicieron con mi hija”, dice Estela, una mujer de Córdoba, Veracruz, bajita y blanca, de cabello corto, de ojos empapados y un rostro tan doloroso que casi hace llorar por verlo.
Estela tiene esa memoria que recupera, resiste y no olvida, ese 17 de abril de 2006 que se despidió de su hija: “Desde entonces la he estado buscando. Nadie me ha ayudado, ninguna autoridad, ninguna institución. Me ha ayudado solamente mi familia”.
“Yo le diría al gobierno que necesitamos tener mejores respuestas y que nos ayuden a localizar a nuestros hijos y que estamos sufriendo por esa causa y no se vale todo lo que están haciendo”.
Estela se unió al grupo de trece mujeres de la asociación Red de Comités de Migrantes y Familiares de Honduras (Red COMIFAH) que llegaron a Chiapas este primero de noviembre en busca de sus familiares desaparecidos, con quienes perdieron el contacto al ingresar a México de manera ilegal, en su camino hacia Estados Unidos.
Ellas son una representación de las madres hondureñas que desconocen el destino de sus hijos y que ya suman 876 desaparecidos, más los que faltan contar.
Comenzaron a buscar a los emigrantes hace más de 10 años, pero ahora la búsqueda apremia porque los grupos de la delincuencia organizada en México incrementaron los secuestros, el comercio sexual, la explotación laboral, la extorsión y la reclusión de manera forzada en los grupos delincuenciales.
En el marco del IV Foro de Mundial de Migración que se llevó a cabo Puerto Vallarta este noviembre, las madres exigieron a Felipe Calderón que dé con el paradero sus hijos y que respete el derecho de emigrantes, regularice la migración y no criminalice el proceso.
El Foro de Mundial de Migración terminó, y las peticiones parecen —como siempre— ser olvidadas por los funcionarios públicos. Mientras que las familias de los desaparecidos viven en un duelo eterno, en una tristeza extendida.
El director del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica, de la Universidad de Guadalajara, Francisco José Gutiérrez Rodríguez, explicó que el duelo es una serie de reacciones físicas y psicológicas que experimentan las personas cuando pierden, secuestran o muere un ser querido.
Sin embargo, un duelo cronificado (como es en el caso de la desaparición) se da por más de seis meses y puede durar toda la vida. El doliente niega la situación de pérdida y siente impotencia, rabia, ira, ansiedad y depresión.
La ausencia del cuerpo, impide la realización de los ritos funerarios, presentes en todas las culturas. Los familiares no pierden la esperanza de encontrarlos. “Sobre todo son las madres de familia debido al rol que se le confiere en la sociedad, de ser la protectora o la que cuida de los hijos que llegan a perpetuar estas búsquedas”.
Después de varios años puede empezar a aparecer lo que se denomina “principio de realidad” en el que el doliente acepta en que nunca más volverán a ver a su familiar, aunque la esperanza de volverlo a ver se manifiesta en insomnio o en recuerdos recurrentes de la persona ausente.
El padre o los hermanos del desaparecido son quienes claudican primero de la búsqueda, a la madre le cuesta más trabajo y llega a idealizar al ser querido. “No regala las pertenencias del ausente porque piensan que en algún momento puede regresar, esto no les permite hacer un cierre psicológico adecuado”.
Gutiérrez Rodríguez, experto en investigación psicológica, explicó que existen terapias para ayudar a los familiares a exteriorizar sus emociones y evitar eternizar el proceso de duelo. Sin embargo, en México hay poca aptitud para brindar el apoyo y los duelos tienden a cronificarse.

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