El desgrane de la mazorca

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    El maíz sigue siendo, junto con el frijol y el sorgo, el principal producto agrícola que produce el campo mexicano. Y también uno de los más importantes componentes de la alimentación en el país.
    Sin embargo, la tecnología de punta del siglo XXI, de la que todo mundo habla actualmente, no ha llegado a esos terrenos agrícolas.
    El campesino que cultiva sus tierras y que en su plan está subsistir con ello, apenas conoce los tractores que ayudan en la siembra y las trilladoras útiles en la cosecha.
    Como sus padres, niños originarios del municipio de Ixtlahuacán del Río, ya están aprendiendo el oficio del campo, quienes ayudan en la pizca, que es como denominan al proceso de la cosecha del maíz. Observan a los adultos utilizar los machetes para separar la mazorca del tallo, recogiendo lo que la trilladora dejó a su paso.
    A veces ayudan. Esta vez le tocó a Diego Humberto de Anda Flores, quien a sus 12 años conduce uno de los camiones en los que depositarán el maíz, que luego ya limpio y desgranado, será pesado y almacenado, hasta que pueda ser vendido a un “buen precio”.
    La pobreza en el campo sigue siendo la constante. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en 2008 laboraban casi seis millones de personas en el campo mexicano, de las cuales el 70 por ciento vivía en localidades rurales, aquellas con menos de 2 mil 500 habitantes y que presentan mayores índices de marginación y pobreza alimentaria del país.
    La misma encuesta reveló que de estos casi seis millones de trabajadores del campo, el 13 por ciento fluctuaba entre los 14 y 19 años. Mientras que en 2009, tres millones de niños tenían alguna ocupación laboral, de los cuales el 30 por ciento trabajaba en alguna actividad agropecuaria.
    Diego ya aprendió que el trabajo del campo no es para cualquiera, aunque no entiende si para hacerlo hay que estar muy necesitado o se está muy necesitado por ser campesino.

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