El cuerpo del pensamiento

1192

El próximo mes se conmemora el aniversario luctuoso de Jorge Cuesta Porte-Petit, uno de los integrantes de Contemporáneos, la generación literaria que conmovió el ambiente intelectual mexicano, sobre todo durante la tercera década del siglo pasado, porque sus planteamientos críticos, subversivos y cosmopolitas contrastaron señaladamente con la religiosidad mexicanista de la literatura y el arte de la época. Frente a la irreverencia de Salvador Novo, la elegancia poética de Xavier Villaurrutia y la cautela de Torres Bodet, Jorge Cuesta se caracterizó por la manifestación de su inteligencia. Su agudeza quedó plasmada tanto en la anécdota biográfica como en su obra ensayística y poética. 

En Dos veces única (2015), Elena Poniatowska novela la vida de Guadalupe Marín, quien fue esposa de Diego Rivera y, más tarde, mujer de Jorge Cuesta. Para los estudiosos de la vida y obra del escritor veracruzano, el libro tiene valor en tanto que recrea diversas anécdotas sobre la vida de Cuesta. Así, por ejemplo, el lector puede enterarse de que cuando Huxley visitó México, buscó a Cuesta porque Lawrence le había advertido de su señalada inteligencia. Pero acaso el valor de esta obra de Poniatowska, con respecto a la figura de Jorge Cuesta, es que aporta datos concretos que podrían desmitificar el halo trágico con que no pocas veces se recrea la vida del autor. El autor de “Canto a un dios mineral” intentó formar una cotidianeidad con Lupe Marín, la pareja se muda a Córdoba, Cuesta ejerce la ingeniería química en el ingenio de su padre, procrean, y finalmente regresan a la Ciudad de México. Sin embargo, la pesadez de la conciencia de Jorge Cuesta y el ímpetu vital de Marín acaban repeliéndose. Marín abandonaba constantemente a los suyos por ser fiel a su vida social y Cuesta no podía sino sumergirse en sus experimentaciones químicas, intelectuales y poéticas.

La no extensa obra poética de Cuesta encuentra un ápice en su poema póstumo “Canto a un dios mineral”. El poema tiene como intertexto “El primero sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, y aunque éste es indiscutiblemente superior en la calidad de los conceptos desplegados y en los recursos estilísticos utilizados, es importante reflexionar en la relación de ambos textos porque en los dos se construye un santuario de lo que significa el pensar. Los dos poemas coinciden en su estructura métrica: se trata de una silva, combinan versos de siete y once sílabas. La elección es más que propicia, pues el lector puede percibir un ritmo en el que, en el verso endecasílabo, se extiende el argumento, mientras que, en el verso heptasílabo, parecen puntualizarse significados del argumento. Juzgue el lector: “Capto la seña de una mano, y veo/ que hay una libertad en mi deseo;/ ni dura ni reposa;” (“Canto a un Dios mineral”). No obstante, en el plano del contenido, mientras Sor Juana construye una épica sumamente sugestiva y esperanzadora en la que el pensar es sueño, riesgo y aventura gloriosa, en el poema de Jorge Cuesta encontramos una alegoría en la que el mundo material parece no transformarse, sino sucumbir  frente a los constantes procesos químicos, el fuego, el hervor, la condensación.  En suma, la existencia material constriñe la existencia vaporosa de las nubes, del tiempo y del  deseo.

Hace muchos años entrevisté a Elías Nandino en su casa de Cocula. El tema principal fue Jorge Cuesta. Nandino corroboró lo documentado por múltiples estudiosos: lo que distinguía al contemporáneo era su inteligencia. La lectura atenta de los ensayos de Cuesta, publicados por la UNAM, son la mejor evidencia. Jorge Cuesta analizaba todo y lo hacía sin limitaciones morales o políticas. No obstante, su pensamiento no fue capaz de apoltronarse en su propio cuerpo físico. No vivía su pensamiento, lo sufría. De ahí el tono sombrío al final de su existencia. Su vida recuerda la de Luis Gonzaga, el personaje de Al filo del agua, cuyo pensamiento religioso es rebasado por una atracción que no pudo aceptar y que lo lleva a la locura y a la muerte.

No obstante su invisibilidad, el cuerpo del pensamiento existe y no es suficiente que se arrellane en las palabras que se escriben o pronuncian (Sor Juana lo supo, por ello llegó a creer que era “la peor de todas”). El cuerpo del pensamiento debe arrellanarse también en el humor y en la acción, más allá de la lucidez de la palabra.

Artículo anteriorRelación de instituciones educativas particulares o por cooperación que obtuvieron o referenciaron el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (REVOE) por la Universidad de Guadalajara
Artículo siguienteHorror en el mundo