El Musa se desviste

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George Bataille en El erotismo, dice que hay un elemento que de manera importante entra en juego en el reconocimiento de la belleza de un hombre o una mujer, ya que en general “se les juzga en la medida en que sus formas se alejan de la animalidad”. Como el mismo autor reconoce esta idea “es difícil, y en ella, todo se enmaraña. Renuncio a examinarla con detalle. Me limitaré a mostrar que la cuestión merece ser planteada”. Y quizá uno de los elementos que la hacen compleja, es que no se mide con la misma vara a los desnudos de los cuerpos femeninos o masculinos, aunque no sea para asociarlos —difícilmente— a las concepciones sexuales.

Así lo resalta Agustín Arteaga, director del Museo Nacional de Arte (MUNAL) y curador de la exposición El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800, que luego de presentarse en la Ciudad de México, llega a Guadalajara en una versión recortada y adaptada al Museo de las Artes de la UdeG (MUSA): “Nos interesaba mucho revisar cómo dentro de la historia del arte la figura masculina se convierte en canon de la estética, a diferencia de la figura femenina que es el tema de la estética. Porque cada que se habla de desnudos se piensa en mujeres, en cambio es poco usual que se haga lo mismo con el del hombre”.

Al contrastar la apreciación que hay de ambos desnudos, se debe pensar —dice Arteaga—, en que “a pesar de todo vivimos en un mundo machista. Desde los años sesenta con la revolución sexual y feminista, la mujer quiso también hacer de su cuerpo un arma política, y rechazar el uso de la imagen femenina como motivo de simple placer o manipulación, para convertirlo en una denuncia; en exigencia de respeto e igualdad. Así que la diferencia estriba en que, como prácticamente todo el mundo en nuestra era ha sido dirigido por el hombre, hizo que la mujer se viera como un objeto. Ahora se busca la liberación tanto en un género como en el otro. La negación de que la figura humana se vea como una cosa, para hacerse la representación verdadera de las aspiraciones o conflictos internos de un ser humano”.

Arteaga refiere que a partir del siglo XIX se toman los arquetipos del hombre “en cuanto a la virilidad, la figura de los héroes y las figuras míticas, pero queríamos ir mucho más lejos que esos estereotipos y se buscó cómo es el hombre más allá de su idealización; cómo se representa al hombre en su fragilidad humana; cómo vemos el cuerpo muerto, viejo, degradándose”.

En cuanto a que sean poco o mucho apreciados los desnudos masculinos, Arteaga dice que “la figura del hombre es un ir y venir en la historia. Por ejemplo en el Renacimiento, con Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, la figura del hombre adquiere preponderancia en la composición artística, y se tomó la idea a partir de la escultura clásica con los griegos. Desde entonces, en la cultura occidental, la figura masculina es la que pauta lo que es el concepto de la perfección y la belleza, pero con los vaivenes de percepción, así como de ética y moral, estos desnudos causaron un desasosiego, contra la costumbre que tenemos de ver la desnudez de la mujer” con la que “nadie se ofende, pero la idea de ver a un hombre sí puede causar conflictos”.

A pesar de ello, Arteaga cree que en la actualidad esto ha cambiado, y afirma que si hay algún país al que le gusta participar del desnudo es a México. Y da como ejemplo que en la manifestación política, que es uno de los temas que se trata en la exposición, “el desnudo es un recurso muy utilizado”. Por eso está el grupo Los cuatrocientos pueblos cuya “manera de denunciar es a través del nudismo; el Zócalo que estuvo tomado por maestros que hacían sus reclamos a través del desnudo; las fotografías de Spencer Tunick en el DF, y  que fue el lugar donde más gente se inscribió para posar desnuda. En México no hay conflicto con ello”.

Agustín Arteaga afirma que este tipo de exposiciones o manifestaciones se dan en gran parte gracias a que hay un ambiente “constante, que se está viviendo actualmente, por revalorar y reencontrar el espíritu humanista en el mundo, ante una sociedad que cada día se tecnifica más y es dominada por los medios masivos, pero que tiene una gran necesidad por reflexionar acerca de lo que es el ser humano como individuo. Esto se ve reflejado en ámbitos como filosofía, literatura o estética, porque es un encuentro con el ser humano lo que está ocurriendo. Pero nosotros no proponemos ningún discurso filosófico al respecto, sino una simple reflexión estética, y las conclusiones las deberá dar cada uno de los espectadores”.

El origen de la exposición proviene de Europa, donde bajo este concepto, y en su propia versión, se presentó por primera vez en el Museo Leopold de Viena, en 2012. También tendría una travesía por Budapest. El Museo de Orsay, en París, hizo una nueva puesta entre finales de 2013 y principios de 2014. Esta última coincidiría con las fechas en que Francia aprobara el matrimonio entre personas del mismo sexo, por lo que algunos grupos lo tomaron como bandera. Luego, el MUNAL solicitó la colaboración y tomó alrededor de setenta obras de Orsay y de otros museos europeos para realizar su propia edición, a la que se le agregaron cerca de cien piezas mexicanas, y que se llevó a cabo durante el primer semestre de este año. Esto no sin un poco de polémica, dado que en las redes sociales algunas personas se sintieron incómodas porque la página de Facebook del MUNAL subiera imágenes de la exposición.

Sobre el porqué siempre ha sido tan atrayente el desnudo humano, Arteaga refiere que se debe a que “provoca cuestionamientos; funciona como un espejo. En el caso del autorretrato el artista quiere no sólo mostrarse en su manifestación artística, sino en su interpretación espiritual. La desnudez lo que implica es la liberación de referentes. Es presentarse en su unicidad; en el aspecto irrepetible del hombre”. Por eso, hace hincapié en que hoy en día existe diversidad al respecto, pues aunque por un lado se hallan los estereotipos de belleza, por el otro se tienen las representaciones del cuerpo “completamente natural, que muchas veces dista de tener las proporciones idealizadas, y que reflejan la fragilidad o fortaleza de un personaje”.

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