Egipto entre dos filos

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Problemática actual
El complejo panorama egipcio deja expuestas dos caras de una lucha político-ideológica. Para el profesor investigador del Departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), doctor Jaime Ezequiel Tamayo Rodríguez, se trata de un movimiento de masas, reaccionario, en el que están enfrentándose dos fuerzas populares, una de las cuales representa un proyecto de sustrato nacionalista, laico, nassarista, copto, apoyado por el ejército y los jóvenes no fundamentalistas, mientras que otra está constituida por la organización política de los Hermanos Musulmanes, que cuentan con el apoyo de un amplio sector de la población rural y al que pertenece el ex presidente Mohamed Morsi, derrocado en julio de este año por las Fuerzas Armadas de Egipto.

Antecedentes del movimiento en Egipto
Los Hermanos Musulmanes, organización islamista que existe desde 1928, ha sido un movimiento históricamente vinculado al terrorismo y el magnicidio, considerado padre de todas las organizaciones terroristas islámicas de la región, especialmente de Al-Qaeda, y que durante la presidencia de Gamal Abdel Nasser, en 1954, fue considerado ilegal.

Hoy Mohamed Al Zari, el hermano del actual dirigente de Al-Qaeda, participa en la dirección de los Hermanos Musulmanes y ha sido detenido en Egipto en las recientes revueltas. La presencia del movimiento en más de 88 países confirma el carácter popular de sus propuestas políticas, una de las cuales consiste en el retorno a un modelo de Sharía similar al de Arabia Saudita, que garantice el regreso del califato, con lo cual la ley islámica, basada en El Corán, se convertiría en la ley civil.

Por otra parte, existe un levantamiento ideológico compuesto principalmente por jóvenes inconformes, partidarios del pensamiento del ex presidente Nasser, representante del socialismo árabe, a los que se han adherido grupos coptos (minoría cristiana en un contexto primordialmente musulmán) y laicos ante lo que consideran fue la corrupción del movimiento de Hosni Mubarak, quien fuera neutralizado y controlado por los Hermanos Musulmanes, presuntamente apoyados por los Estados Unidos. Este apoyo propiciaría más adelante la llegada a la presidencia de Mohamed Morsi en 2012.

La reacción violenta, apoyada por el ejército, frente a la implementación igualmente agresiva de un gobierno cada vez más tendiente al fundamentalismo islámico, ha provocado la provisional caída de Morsi y su grupo de apoyo, a la vez que los enfrentamientos han resultado en una alarmante cifra oficial que ya rebasa los mil muertos.

Proyección del conflicto
“Hay que matizar el concepto de la primavera árabe” señala Tamayo Rodríguez, pues si bien movimientos como el de Egipto y Túnez respondieron a gobiernos alejados de su pueblo, que habían perdido la legitimidad que por mucho tiempo les había dado su origen revolucionario, otros casos como el de Libia, país laico con el nivel de vida más alto en desarrollo humano de África durante el gobierno de Muamar Gadafi, resulta compleja su inserción en un concepto que hasta ahora no ha demostrado ser el camino ideológico hacia la democracia, sino hacia la construcción de un modelo teocrático.

Con Egipto estamos frente a una esperanzadora posibilidad de democracia o ante un gran riesgo de teocracia, que es lo que finalmente sucedió con Túnez después de los levantamientos armados. Sin embargo, en caso de lograr la construcción de una democracia, ésta no debe necesariamente ser al estilo occidental, pues hay una visión de sociedad propia, formas de organización y representación diferentes en los países árabes.

No obstante, tres elementos conforman la esencia mínima que hace funcional a una democracia en distintos contextos: el establecimiento de un estado laico, la exclusión de la posibilidad de que organizaciones religiosas puedan acceder al gobierno, y la posibilidad real de que la sociedad elija por quién será gobernada.

Mientras tanto, las relaciones internacionales con el mundo occidental, especialmente con Estados Unidos, dependerán de la capacidad de éste para mediar entre las ventajas que la buena relación con los Hermanos Musulmanes pueda proveerle y el rescate del ala moderada de los rebeldes nacionalistas, para hacer frente a los nassaristas y su preocupante tendencia hacia un socialismo árabe.

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