Desde el ojo del observador

612

“Uno puede tener un oficio aparentemente lejano, pero la poesía es una forma de vida”, afirma el poeta, ensayista y traductor José Javier Villarreal, quien dentro del 8vo. Verano de la Poesía impartirá el taller “Entre la realidad y el deseo: la traducción como una erótica de la re-creación”. Al lado de artistas que desde la escritura pero también desde la traducción, el video, el cine, la danza y el teatro se aproximan a la lírica moderna, los asistentes rendirán homenaje y pervivencia a una de las más antiguas expresiones humanas, al tiempo que serán testigos de un reconocimiento a la trayectoria y obra del poeta tapatío Ricardo Yáñez. Desde la perspectiva de sus artífices, la poesía es al mismo tiempo un ejercicio de reafirmación de constantes preocupaciones existenciales así como una apuesta de renovación; aunque en todo momento un asiduo acto de observación.

Ante el cuestionamiento sobre lo que representa y cómo se experimenta la poesía en la actualidad, Villarreal la describe como una visión que puede estar presente en la forma en que las personas confeccionan su profesión, “desde una perspectiva extraña, en el sentido del tiempo que uno se da para verse y vivirse entre lo que le rodea”; así que la poesía “no descansa exclusivamente en el texto poético”. Sin embargo, el texto como contenedor es, tras un largo proceso de decantación, la sustancia que ha adquirido forma “y en ese sentido concuerdo con Borges en que la poesía se da en el encuentro entre el lector y el libro, con lo que hago un distingo entre los materiales poéticos y el fenómeno del poema”.

Distinción con la que Carmen Villoro concuerda, en tanto que si bien la poesía puede entenderse como “algo más que una técnica literaria”, una visión en el mundo y sobre el mundo donde el observador “se da el tiempo para una resignificación de lo mirado desde cualquier disciplina”, también reconoce el poema como “el producto literario del encuentro del poeta con la naturaleza”.

Pero las cosas que hay por mirar son, después de todo, insistencias, “esos grandes temas que siempre han preocupado al ser humano y que se siguen abordando: el amor, la muerte, la vida, las tres heridas de las que hablaba Miguel Hernández”, asegura Villoro. “Lo interesante es ver cómo a través de los tiempos hay preocupaciones circulares, temáticas que se dejaron de abordar y más adelante se retoman como si fuera un espiral a cuyo centro regresan, pero dando un brinco de nivel”.

Una postura que, como asegura Villarreal, podría parecer sumamente conservadora pero cierta, donde a pesar de reconocer el poder transgresor de la poesía, “me da la impresión de que así como la hemos leído desde hace mucho tiempo —desde el poema sumerio del Gilgamesh, hasta el más reciente— creo que no existen muchas diferencias. Lo que va cambiando es la forma: la rima o no rima, la acentuación en la cuarta y octava o en otras; que en vez de recitar el poema lo representamos. Cambia la estética en que nos presentamos, pero creo que son aderezos. La esencia es la misma porque el hombre es el mismo, y ello es extraordinario porque le compete al hombre la expresión poética; no escapamos de las metáforas a las que, como decía Borges, les vamos dando vueltas”.

Y están los temas de época —afirma Villoro— contemporáneos y actuales, como la vida en la ciudad, el uso y la experiencia con el tiempo, la resignificación de la tecnología. “También está la preocupación de los poetas por su herramienta de trabajo, que es el lenguaje mismo”. Todo ello, por fuera de ese “primer círculo de temas” que se repiten a lo largo de las generaciones, un nuevo anillo conformado por preocupaciones generacionales, como ha sido desde el siglo XX, por ejemplo, “hablar de alcantarillas, mangueras, los platos y las tazas, que no siempre fueron temas poéticamente correctos y que desde el siglo pasado han adquirido estatura poética”.

Formas y temas nuevos, en los que la interdisciplina se ha convertido en una estrategia expresiva recurrente; con el teatro, la danza y la palabra como contenedores de símbolos; una de las nuevas formas que bien ha experimentado Martha Hickman desde la expresión corporal. Así que “tenemos poesía para rato y podremos ver más ejercicios interdisciplinares como éste, pues la danza contemporánea se ha vuelto en su mayoría interdisciplinaria”.

“No sé hacia dónde va la poesía, pero van apareciendo otras manifestaciones, ideográficas por ejemplo, que participan con la poesía escrita de manera cada vez más frecuente”, comenta Villoro, quién no deja de reconocer que en este campo del genio y la creatividad “todo puede pasar”. Y está pasando, justo ahora que el homenaje a la poesía se viste con los ropajes del movimiento y la plástica de Martha Hickman, quien ha realizado un trabajo de investigación, interpretación y abstracción sobre la obra de Ricardo Yáñez con el que busca que “la esencia y los símbolos de los poemas seleccionados estén presentes en el resultado coreográfico”. Un esfuerzo estético interesante —considera— porque la danza contemporánea “emplea frecuentemente la metáfora, y la poesía es metáfora, el punto de encuentro entre las dos disciplinas”.

Será entonces, como asegura Villarreal, que la poesía irá hacia donde vayamos como personas, pues “como dice Eugenio Montejo: la tradición está ahí, pero la forma de leer esa tradición por un escritor de genio es como verla por primera vez. En este sentido, todo está por hacerse aunque a veces pareciera que todo está hecho”.

Artículo anteriorDoca danza con esperanza
Artículo siguienteConvocaroria: Otorgamiento de becas para iniciar o continuar estudios de educación media superrior o superior ciclo escolar 2015-B