Desapariciones un dolor lacerante

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    Han pasado unos 45 días y Evelia Berenice Galán Sandoval no aparece. Casi 65 mil minutos transcurridos y su madre, Leticia Sandoval, continúa esperando que llegue a casa. Casi cuatro millones de segundos en los que la desesperación y la preocupación han acechado a la señora Sandoval.
    La depresión y los “nervios” le doblan las piernas. Un dolor fuerte en las extremidades le ha impedido trabajar en las últimas semanas: “no podía caminar. Sentía un dolor fuerte desde la mitad de las piernas hacia los pies. Me quedé unos días paralizada. Parecía que tuviera unas rocas”.
    Leticia argumenta que ello se debe a tantas “vueltas” que ha tenido que hacer a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) y a otras organizaciones para saber cómo va el caso de su hija.
    El pasado 29 de enero, Evelia, de 10 años, salió a comprar un recogedor a una tienda ubicada entre las calles San Pedro y San Mateo, en la colonia Talpita, en la zona Oblatos. Eran las 12:30 horas de aquel sábado. Seis sábados han transcurrido y nadie sabe dónde está.
    Después de media hora, en la que Evelia no llegaba, la hermana de ésta, Alelí Guadalupe, de 12 años, preguntó a su mamá por su hermana. Leticia contestó que quizá andaría jugando con su abuelito, en el primer piso de la casa marcada con el 1386 de la calle Santa Fe.
    La pequeña –asegura la madre– le dice “compadrito” a su abuelo, porque es una niña cariñosa, que saluda a todos, risueña, “no huraña” y que le encanta jugar a vender cosas: “el comercio es su juego favorito. En navidad le regalamos una caja registradora”.
    A partir de que Evelia no llegó a su casa, al fondo de la sala hay una imagen iluminada de la virgen de Guadalupe, con flores y dos rosarios.
    La niña, de 1.32 metros de estatura, 37 kilos, tez morena clara, cabello café oscuro por debajo de los hombros, ojos café y labios gruesos, llevaba una blusa roja, un pantalón deportivo azul marino y tenis rosa con blanco.
    Hasta el momento de esta entrevista, Leticia, a pesar de su incapacidad física temporal para caminar, muestra fortaleza. El recuerdo de la última ocasión en que vio a su niña hizo que las lágrimas empezaran a correr por su rostro. Se llevó las manos a los ojos, cansados por falta de sueño desde la desaparición de Evelia.
    Narra: “En la familia le decían ‘¡hola, gordis!’, y ella contestaba sonriente que no le gustaba la llamaran así. A su abuelo le decía, ‘compadrito, es hora de tomar té’. No jugaba en la calle, sino que lo hacía en casa, con sus hermanas. Afuera, solo con su abuelo o cuando andaba en el triciclo y el patín”.
    “Ella es muy apegada a mí”, asevera la señora. En ocasiones Evelia salía a casa de sus primas, pero la conexión con su madre la orillaba a regresar. Salía los viernes por la tarde y el sábado ya estaba de vuelta: “Mami, no aguanté estar sin ti. Te quiero mucho. Mejor tú sales con nosotros a pasear”.

    72 horas vitales
    Hacia la tarde del 29 de enero pasado, Leticia habló con su hermano en medio de la angustia y desesperación. Llamó al 080 por recomendación de éste y ahí le proporcionaron el número de reporte, el cual perdió porque su cabeza nomás pensaba en Evelia.
    Al día siguiente acudió al Canal 4 a poner el reporte de la desaparición y de inmediato se trasladó a las instalaciones de la PGJE, en la calle 14.
    En el módulo de información, una mujer –de la que Leticia no sabe su nombre, pero que describió como blanca, delgada y de cabello rubio–, le dijo que esperara 72 horas para levantar el acta.
    Molesta, Leticia contestó que cómo eran capaces de dejar pasar tanto tiempo si se trataba de una menor de 10 años que bien podía ser extraída del país o sufrir un daño más grave. La respuesta que obtuvo fue que esas eran las reglas.
    Juan Manuel Estrada, presidente de la Fundación Nacional de Niños Robados y Desaparecidos, A. C. (FIND), comenta que las primeras 72 horas son primordiales para encontrar a un menor extraviado: “Si en estas no aparece, quizá no lo vuelvas a ver nunca”.
    La fundación, creada en Guadalajara en 1999, da asesoría a los familiares de los menores desaparecidos.
    “Más de un millón de niños en todo el mundo son víctimas de tráfico”, asegura su presidente.
    De acuerdo con datos del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), 130 mil niños desaparecieron el año pasado en México. En Jalisco desaparece, roban o sustraen un niño por día.
    En promedio, unos 30 niños al mes son sustraídos, contra unos 10 robados en el estado, informó la FIND hace un mes aproximadamente, durante la transmisión del programa Esferas, realizado por la Dirección de Producción Audiovisual (Dipa), de la Universidad de Guadalajara.
    Las cifras de la organización concordaron con las proporcionadas por el coordinador contra delitos de agravio al menor y sexuales, de la PGJE, Flavio González López.

    Una pérdida y tres delitos
    En el transcurso de las 72 horas, la señora Sandoval contó con el apoyo de vecinos, quienes se pusieron a pegar volantes en el centro de la ciudad, en las centrales camioneras y en donde se les permitió.
    El miércoles 2 de febrero, día en que Leticia Sandoval levantó el acta, fue cuestionada por uno de los judiciales: “¿por qué no levantó el acta en el momento en que desapareció la niña?”
    Luego le pidieron datos de sus familiares. Por estar separada de su esposo, pudo ser establecida una línea de investigación hacia la sustracción.
    Este tipo de actos suceden cuando los padres divorciados o separados se disputan la custodia de los hijos. Si una de las partes sustrae al menor, se habla del delito de sustracción, en el que solo interviene la Procuraduría General de la República cuando éste es sacado del país sin consentimiento de uno de los padres, comenta Estrada Juárez.
    Esta línea fue descartada. El hecho acercó al padre a la familia. “Esto nos volvió a unir. Le impactó mucho la noticia y a partir de entonces decidimos volver a estar juntos”, dice Leticia.
    En el caso de robo de menores, al igual que en los de sustracción, por lo regular existe un familiar detrás de ello, explica el presidente de FIND.
    Otra posibilidad es la venganza originada por algún altercado o enemistad con una persona. Leticia comenta que hace dos meses su hija Evelia vio por los rumbos de la colonia a El chaparro, un sujeto con el que tuvo problemas. Sin embargo, “las autoridades han investigado, pero dicha persona no aparece”.
    La desaparición es otra modalidad de extravío. Juan Manuel Estrada comenta: “El desaparecido es un niño que por equis circunstancias está fuera de su casa. ¿Cuándo para la procuraduría se trata de un desaparecido o robado? Cuando mandas al niño a que cumpla un encargo y no regresa, está desaparecido”.
    Jalisco fue el primer estado en tener un organismo de la PGJE para esta “especialidad”: la agencia 12 de desaparecidos, ubicada en la calle 14 número 2550, en la zona Industrial. Trabaja en conjunto con el DIF Guadalajara, que cuenta con el Instituto para Familiares de Menores Extraviados o Desaparecidos (IAFAMED), creado en octubre de 2002.
    Alma Rocío Valdez Sánchez, encargada del IAFAMED, dijo que el programa está dedicado a boletinar en centrales camioneras, unidades del Sistecozome, direcciones de seguridad de la zona metropolitana de Guadalajara y en los medios de comunicación. Se encarga de ofrecer apoyo psicológico a los familiares de los menores desaparecidos.
    En el caso de la familia de Evelia, aparte de su madre, sus hermanas y su abuelo, parientes cercanos se vieron afectados. Su abuelo, Andrés Sandoval, cayó en depresión: se la pasaba en cama, sin apetito y con temperatura.
    Las otras hijas de la señora Sandoval están preocupadas. Alelí Guadalupe pregunta a su madre: “¿hasta cuándo regresará mi hermana de nuevo a casa?” A sus 12 años toma conciencia del problema. Alondra Vanesa, de cuatro, dice: “quiero jugar y dormir con mi hermanita”.
    Rocío Valdez afirma que es difícil tener cifras seguras al respecto, ya que este es un tema “escondido, confidencial”.
    Los datos del DIF Guadalajara son optimistas: de enero a diciembre de 2004, recibieron 59 casos de desaparición, de los cuales 37 menores fueron localizados, es decir, un 60 por ciento. De ese porcentaje, 79 por ciento eran de 12 a 18 años y 21 por ciento, menores de cero a 11, en los que entraría Evelia. En esa categoría, 12 por ciento de mujeres y 9 por ciento, hombres.

    ¿Y Evelia?
    Evelia no tenía problemas con nadie. El día que desapareció solo fue a comprar un recogedor. Nunca salía sola. Dicha tarde, Alelí su hermana ayudaba a su madre con el trabajo de pespunte de calzado que realiza en casa.
    Evelia quería ayudar, para que su madre no se levantara de su asiento para ir por el artículo requerido.
    Leticia Sandoval trabaja de ocho a 13:00 horas, en su hogar, para obtener 600 pesos semanales para alimentación, gastos de la escuela. Ahora destina una parte a la búsqueda de su hija.
    “Las autoridades dicen que se les hace imposible que haya desaparecido una niña de la noche a la mañana y que este es un caso difícil”, comenta.
    Leticia muestra impotencia en su cara. No sabe cómo continuar. Suplica: “Lo único que pido a las personas que la tengan, que se les ablande el corazón, que por favor me la regresen, que no hagan más grande mi dolor”.
    Considera las posibilidades: “que no me la maten. Es lo único que les pido”.
    Al cierre de esta edición, Evelia seguía desaparecida. Esperamos que pronto regrese a casa.

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