Alberto Santibáñez fue parte del Servicio de Inteligencia del gobierno estatal y estuvo en ese inolvidable 28 de mayo del 2004 y ahí vio, vivió situaciones que lo hicieron cambiarse al otro lado: dejó de trabajar para el gobierno y se hizo activista, y de los buenos, de los que sí trabajan, tienen causa social, no tienen partido político, tiene proyectos y además obtuvo logros: reducción de salario a los funcionarios y que la revocación de mandato fuera una realidad.
Sí, es un tanto alejado de la realidad en cuanto a resultados, porque activistas sí hay, pero a veces no parecen tantos, sin embargo ¿faltan activistas que también sean líderes?, ¿hasta dónde son libres y hasta dónde los deja llegar el mismo sistema? Son muchas de las preguntas que se hizo David Calderón, ganador del concurso de cuento político que organiza el Instituto Electoral de Jalisco.
Tiene 28 años, es licenciado en historia y ahora pasante de la maestría en comunicación social por la Universidad de Guadalajara; trabaja, estudia, tiene varios proyectos en puerta en el difícil ámbito cultural: “Una revista electrónica, hacemos cortometrajes, esperamos publicar un libro y presentarlo en la FIL, entre otras cosas”.
Poca narrativa había hecho, menos un cuento, pero al final cumplió con 10 cuartillas. Está contento por ese reconocimiento, pero más porque su espíritu inquieto se refleja: “Soy un tanto yo, pero también tiene otras cosas más irreales. Aunque son dos personajes centrales, es con Alberto Santibáñez con quien más me identifico”.
En este texto trata de contar las peripecias por las que pasa Alberto y el final parecía el principio, pues tiene elementos que, apegados ala realidad, también son de ficción y sobre todo, invitan a la reflexión: “Estoy muy contento por este reconocimiento, pero más porque se puede apegar a muchos, a la misión que tienen o creen tener y no es sólo inconformarse por hacerlo, sino tener propuestas y tratar de hacer algo”.
Por eso, sabe que puede que existan muchos Alberto Santibáñez, quizá por todo el mundo, quizá con más suerte, pero él ya aportó: ya no se cruzó de brazos y sólo criticó, sino que reflexionó, lo expuso y dio resultados… por lo menos en su cuento.
