Del silencio a la euforia

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A las 12:00 horas del jueves pasado, se hizo un silencio impenetrable en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara. El clima de aparente tranquilidad que privaba desde un par de horas antes, es decir, desde que se dio inicio a la sesión extraordinaria del Consejo General Universitario para elegir el nuevo Rector general, se quebró de repente al caer el primero de los papelitos con los votos. Mientras las boletas se apilaban una por una en cuatro montoncitos, parecidas a naipes, las expresiones de los candidatos permanecieron inmutables, calculadas, como las de esos viejos jugadores de póker.

En los veinte minutos que duró el recuento, se condensaron todas las tensiones reprimidas a lo largo de la mañana. No era para menos. En ese pequeño pero interminable lapso se estaba barajando el futuro próximo de la Universidad, y quien la encabezaría por el sexenio 2013-2019.

Al inicio los montoncitos subieron parejos, dando una impresión de sustancial equilibrio. Pero, de pronto, el tercero —contando desde el centro del estrado hacia la izquierda— pareció acelerar su marcha, distanciando a los demás. Suspiros aislados, acompañaban de vez en cuando el vuelo de un papelito.

Cada uno de los aspirantes disimulaba la tensión a su manera: Pablo Arredondo platicando serio con sus vecinos de asiento; Ruth Padilla tomando apuntes en una libreta; Héctor Raúl Pérez abandonado en su butaca, con la mirada fija hacia el pódium —su hermano, en cambio, sentado en la parte de arriba del foro, no dejó un segundo de tamborilear la baranda con sus pulgares—; y Tonatiuh Bravo Padilla, imperturbable, sentado con la espalda recta, no pestañó ni una sola vez en el tiempo que en que se contaron los votos. Como tampoco lo haría luego.

El tercer montículo fue el último en ser controlado. Un murmullo repentino corrió entre los asistentes, al intuir la cantidad de boletas que contenía. “Hicieron dos montoncitos de 50, y luego contaron otras seis”, dijo una reportera que estaba a mi lado. “Son 106, pero no sé a quién correspondan”. Se sabría poco después. A las 12:20, el actual Rector general de la UdeG, Marco Antonio Cortés Guardado, informó a los asistentes sobre los resultados del escrutinio: Pablo Arredondo, 16 votos, Héctor Raúl Pérez, 24, Ruth Padilla, 36, y Tonatiuh Bravo 106. Sonó una salva de aplausos. El tercero era su montoncito; y la reportera no se había equivocado.

El nuevo Rector general de la Universidad de Guadalajara se levantó al ser anunciado su triunfo: así permaneció, imperturbable, mientras Cortés Guardado acababa de hablar y los fotógrafos lo acribillaban con sus flashes. Sólo cuando el Rector anunció el receso para permitir que se recontaran de nuevo los votos y se copilara el acta de la sesión, Bravo Padilla se concedió una sonrisa, y se dejó abrazar y estrechar la mano por los consejeros que acudían a felicitarlo.

Faltaba todavía el anuncio oficial. El ambiente se relajó en espera de que reanudara la sesión. Más personas acudían a congratular el ganador, que seguía asediado por las cámaras. Sobre el leve cuchicheo que se había despertado en el Paraninfo, sonaban las enérgicas palmadas que Héctor Raúl Pérez daba a quienes lo abrazaban para, de todos modos, felicitarlo. Él no quiso hablar con la prensa, a diferencia de Pablo Arredondo y Ruth Padilla que fueron rodeados de inmediato por un enjambre de reporteros. La pregunta predominante fue si iban a impugnar el resultado: ambos se declararon confiados de que el proceso se había desarrollado correctamente, en un clima de transparencia y democracia, por lo que anunciaron que no interpondrían ningún recurso de inconformidad, mismo que los aspirantes podían presentar  durante 24 horas posteriores a la elección.

Los consejeros, por su parte, engañaban la espera platicando, la minoría, y absortos en sus tablets, smartphones o lap-tops, la mayoría. Observando las decenas de cabezas inclinadas sobre sus aparatos, resulta difícil concebir cómo los humanos se entretenían en sus largas esperas antes de que la tecnología le facilitara las cosas. Pero eso era el pasado: lo que cuenta es el presente y el futuro, y el futuro de la Universidad de Guadalajara se llama Tonatiuh Bravo Padilla.

A las 12:55 se reanudó la sesión. Antes de que se diera lectura al acta oficial, hubo tiempo para una escena que fue la más emotiva de la jornada: Bravo Padilla se abrazó con sus tres contendientes, entre una mar de aplausos y de clics de las cámaras. Atrás de ellos, una voz empezó a entonar “¡UdeG, UdeG!”…,  coreado por todos los presentes.

Luego se oficializó el triunfo de Bravo Padilla, que fue ratificado por el pleno del consejo. El ganador subió al estrado para estrechar la mano a los integrantes de la comisión electoral, y a recibir otra oleada de aplausos. Sin embargo, fue al regresar a su asiento cuando oyó la felicitación que, probablemente, más le emocionó: “Papi, Papi”;  planearon esos gritos desde el piso de arriba del Paraninfo; al levantar la vista, vio a Quetzalli, su hija de ocho años, que lo estaba saludando, risueña, agitando los brazos.
Allí, por fin, una sonrisa amplia y espontánea se dibujó en el rostro del nuevo Rector general.

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