Del ladrillo a las aulas universitarias

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Aurora Ocampo Ventura, egresada de la licenciatura en Salud Pública del Centro Universitario de Tonalá (CUTonalá), a pesar de las adversidades concluyó una carrera universitaria.

Pese a vivir desde niña sin servicios básicos en la comunidad de ladrilleros en la colonia La Guadalupana, en Tonalá, Aurora logró terminar su licenciatura en 2017 con un promedio de 92.

“En el día hacía mis tareas, o incluso con ayuda de una veladora cuando era en la noche, o a veces jalábamos la luz con un cable”, contó la egresada.

Aurora, quien nació en el seno de una familia de siete hermanos el 21 de julio de 1990, dice que trabajó en la elaboración del ladrillo de los seis a los once años.

“Era muy pesado, yo levantaba el ladrillo del suelo y le quitaba la costra. Debe hacerse esto rápido porque si uno tarda, el sol lo endurece y es más difícil”, describió.

“Mis hermanos y yo acarreábamos el ladrillo para que mi mamá hiciera la trincha (formar una especie de barda o muro de ladrillos para que les dé el aire y se sequen rápido). Recuerdo que me dolían los pies por andar de un lado a otro, también la espalda por estar mucho tiempo inclinada, pero uno de chico es más flexible, por lo tanto las dolencias no eran tan intensas”, agregó.

“He de confesar que a mí me tocó trabajar menos que a los dos más grandes. Ellos sólo terminaron la primaria, y de ahí se fueron a hacer ladrillo”, dijo.

“Después de concluir sexto año —relató—, mis papás no tuvieron dinero para que yo siguiera estudiando, así que opté por la secundaria abierta, después entré a la Escuela Vocacional de la UdeG”.

A la edad de once años, Aurora ayudó a una de sus hermanas a vender ropa, después entró a una tienda en la calle Medrano, posteriormente, en la Universidad vendió fruta, verdura y dulces, todo para poder estudiar. Contó que llegaba muy cargada al CUTonalá, que en ese entonces no contaba con tiendas, ni cafetería.

“En ocasiones me preguntaba, ¿por qué me tocó ser pobre? Después pensaba, no, no, todo esfuerzo tiene su recompensa”, describió.

“En el último semestre de preparatoria recuerdo que ya no podía. Le dije a mi mamá: ‘Ya no puedo. Tengo que quedarme muy tarde en la escuela porque aquí no tenemos internet, ni computadora y me cuesta trabajo hacer mis tareas’. Ella me respondió: ‘¿Cómo vas a dejar la prepa si sólo te falta un semestre?’”.

“Hablé con una maestra que era psicóloga. Ella me dio ánimos. Yo pensé: ‘Tiene razón, sí puedo’”, y se convenció.

Actualmente, Aurora colabora en investigaciones académicas enfocadas en estudiar a la comunidad de ladrilleros de Tonalá.

“Quiero seguir ayudando a mi comunidad y echar a andar proyectos que la beneficien, como la posible instalación de una cisterna para captación de agua para la colonia; y además, tengo entre mis planes estudiar una maestría relacionada con el control de calidad de los alimentos”, destacó.

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