Defender la vida

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Uno de los rasgos que caracterizan a la cultura occidental es la defensa de la vida. A diferencia de lo que sucedió en siglos anteriores, actualmente entendemos que la vida es el máximo valor humando a defender. Las políticas públicas de los gobiernos, las leyes y las actividades sociales siempre deben estar dirigidas a preservar la vida digna de todos los seres humanos. No hay valor más importante que preservar la vida y, por tanto, en el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Guadalajara hemos comenzado una campaña para fomentar la donación de órganos, particularmente la donación después de la muerte.

Nunca sabe uno lo que significa estar al lado de un ser querido y no poder entregarle el órgano que necesita para poder vivir. A diferencia de la pobreza que vemos o la inseguridad que padecemos, la ausencia de donación es un egoísmo silencioso. Nadie habla de este problema, sólo esos y esas valientes activistas que les ha tocado pasar penurias para propiciar la donación y que saben lo que significa un asunto de estas características. Las sociedades más prosperas y equitativas son también las más solidarias. Jalisco debe poner a la donación de órganos en la primera de las prioridades: imagine usted cuántas vidas podríamos salvar.

Defender la vida no es impedirles a los homosexuales que se casen o meter a la cárcel a mujeres que deciden libremente con su cuerpo. Esas son batallas culturales, que superando obstáculos y barreras hemos podido conquistar en las últimas décadas. Defender la vida es hacer todo lo posible para que la solidaridad entre nosotros sirva de alivio para darle una solución a aquellos que sufren. Una simple reforma cambiaría la vida de miles de personas: que todos seamos donadores de órganos, a menos que explícitamente expresemos lo contrario.

He decidido comenzar esta lucha. Como legislador encabecé transformaciones legales que hoy derivan en un Jalisco más igualitario. Defendimos desde la Libre Convivencia, hasta la no criminalización de los consumidores de marihuana y un aumento en el gasto público en materia de combate a la pobreza. Ahora nos toca ser la voz de esos cientos de jaliscienses que están esperando un órgano y que día a día su esperanza se esfuma. Es tiempo de demostrar que defendemos la vida no sólo con discursos, sino también con hechos. Es un cambio cultural que puede salvar la vida de muchas personas.

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