De sangre azul

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    Era inconfundible con sus pantalones sobre el ombligo, su abultado vientre, las orejas de coliflor y el desparpajo en el hablar.
    Tenía pilas recargables y siempre andaba a 100 por hora.
    Pocos políticos eran tan fáciles para entrevistar como él. Es más, no he conocido a otro político con más facilidad que él para “auto entrevistarse”.
    Por eso y muchas razones más, a los periodistas nos caía tan bien el panista Sergio Rueda Montoya.
    En los tiempos de la “guerra fría” con los gobiernos priístas, Rueda Montoya siempre puso el toque de humor y la crítica mordaz que calaba a los del tricolor.
    Cómo olvidar por ejemplo cuando por muchos meses se paseó con una gigantesca rata de hule espuma con el logotipo del PRI en el techo de su automóvil sedán.
    O cuando en el congreso del estado, siendo diputado local, subió a dar lectura a un encendido discurso que criticaba al presidente de la república y el mal gobierno y llamaba a un cambio urgente en el país; un despistado legislador priísta se enganchó en el asunto y salió a defender al presidente de México.
    Sólo entonces Rueda Montoya le aclaró al diputado del PRI que lo que había leído era un fragmento del Plan de Ayala con motivo del aniversario de su promulgación.
    Chispeante, ocurrente y siempre de buen humor, a quienes lo tratamos lo mismo que quienes compartieron con él las batallas en el PAN, nos dolió su muerte en un trágico accidente automovilístico en Guanajuato.
    El formó parte de la antigua guardia panista, de los que participaban en las campañas acompañados de su familia y se levantaban como un día me platicó Manuel Castelazo, a preparar el engrudo para pegar los posters, mientras las esposas elaboraban lonches para la extenuante jornada que se avecinaba.
    Eran los tiempos en que el PAN difícilmente ganaba una elección pero igual participaba con gran entusiasmo.
    En la historia de este partido están los años difíciles donde ser oposición era enfrentarse al poder totalitario de gobiernos centralistas y dictatoriales y Acción Nacional dio muestras de gran entereza y aportó valiosas ideas con hombres de gran lucidez como Efraín González Luna, Manuel Gómez Morín y Adolfo Chriestlieb, quien arengaba a la militancia a mantener vivos los principios y no dejarse subyugar por “un plato de lentejas”.
    En fechas más recientes, personajes de arrastre como Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, representaron una sacudida para la adormecida militancia panista que se conformaba con una posición mística de su labor política.
    Cómo olvidar a viejos luchadores panistas como Luis Héctor Alvarez, quien ha dado muestra de congruencia en su larga trayectoria y quien fue de los más acérrimos rivales de gobiernos priístas.
    Personajes como el mismo Carlos Castillo Peraza, que aunque era considerado por algunos como un hombre arrogante, no por ello se menospreciaba su talento político.
    Los nuevos tiempos trajeron para el PAN los beneficios de una cosecha por años preparada y pasaron de ser oposición a gobierno.
    A Sergio Rueda Montoya, aunque le tocó parte de los nuevos vientos que impulsaron al blanquiazul a contar con más y mejores espacios en el poder político, no le tocó vivir el tiempo en que el PAN ganó todo en Jalisco y repitió en el gobierno.
    Tampoco fue testigo de cómo algunos militantes de su partido, han perdido en algún lugar la mística y los ideales que sirvieron como principal motor para impulsar un gran movimiento nacional que sembró por años con constancia y dedicación, el sentimiento de rebeldía contra un régimen opresivo.
    Reconocidos como simples mortales, la sangre azul no fue suficiente para librarlos de las tentaciones que implica ostentar el gobierno y ejercer el poder.
    Escándalos por frivolidades en la pareja presidencial, gobiernos estatales ejercidos con prepotencia, manejo discrecional de los recursos, falta de transparencia y turismo político a expensas del erario público, son sólo algunos de los pasajes en que el PAN ha incurrido y que forman parte del rosario de excesos que tanto cuestionaron al PRI.
    Hace tiempo platiqué de este tema con un veterano panista con el que me liga cierta amistad.
    Le comenté mi desencanto por lo que veía y coincidía conmigo en algunas de estas apreciaciones.
    Comenté con él que lo que estaba pasando con el PAN, me recordaba un pasaje algo severo del libro “La rebelión de la granja” de George Orwell.
    En el libro, Orwell hace una sátira al régimen dictatorial de Stalin y emplea a los animales para hacerlo.
    Los cerdos un día tienen una revelación toman el control de la granja y expulsan a los humanos.
    La intención era cambiar las condiciones de vida en aquel sitio, que los animales no tuvieran dueño, que fueran libres y que trabajaran para garantizar su alimento.
    Dictan una serie de leyes y reglamentos para evitar que la maldad de los humanos regrese a la granja, pero con el paso del tiempo ellos mismos van infringiendo las leyes que dictaron y simplemente las acomodan y cambian de acuerdo a su conveniencia.
    Los cerdos terminan negociando con los humanos y explotan a los animales de la granja peor que cuando estaban los antiguos dueños.
    Y en el último capítulo, los animales ven con horror cómo los cerdos reciben en la casa –a la que se habían mudado—a los humanos, juegan cartas con ellos, beben licor y discuten y pelean por el juego.
    Todo esto ante la mirada sorprendida de los animales que por la ventana ven a los jugadores en el pleito y ya es imposible diferenciar quién es el humano y quién es el cerdo.
    Le regalé el libro a mi amigo panista. No sé si me lo tomó a mal, pero ya no hemos vuelto a hablar del tema.
    Ahora, en un ejercicio ocioso, me pregunto qué pensaría Sergio Rueda Montoya de los excesos cometidos por gobiernos de su partido.
    No sé que pondría ahora en el techo de su automóvil e ignoro si preferiría seguir en el bando de la oposición, lejos de las tentaciones del poder y donde pudiera mostrar su singular personalidad haciendo rabiar al de enfrente.
    También pienso que México necesita de los panistas de cepa que aportaron tanto a la lucha democrática y que regresen al ejercicio de principios, doctrina y valores de Acción Nacional.
    Y es que a propósito del famoso plato de lentejas al que el destacado panista Adolfo Chriestlieb se refería, la pregunta obligada es: ¿Cuándo lo sirvieron? O peor aún: ¿En qué momento algunos panistas decidieron sentarse a la mesa a devorarlo?

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