De pollos y polleros

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    En pequeños hoteles de Tijuana, se hacen los contactos para cruzar al otro lado.
    Los polleros, sujetos sin escrúpulos, forman los grupos numerosos a los que estafan hasta con mil y mil 500 dólares por cruzarlos.
    No les dicen que van a una aventura de la que tal vez no regresen vivos. Tampoco les advierten que no hay quien los salve en caso de que se lancen al río.
    Ni capacitación ni órdenes de salvar a los migrantes cuando están en aguas del Río Colorado, el Canal Todo Americano o las playas de Tijuana, tienen los agentes de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol), del Servicio de Migración y Naturalización (INS), ambos de Estados Unidos y el Grupo Beta de México bajo la coordinación del Instituto Nacional de Migración y Naturalización (INM) de los Estados Unidos.
    En el lado mexicano, los elementos del grupo BETA son pocos. Individualmente, les correspondería cuidar a cada uno y en Baja California, un promedio de 30 kilómetros de frontera por turno.
    Tampoco han recibido capacitación en salvamento acuático. No tienen equipo y no tienen jurisdicción:
    Cada año mueren decenas de personas ahogadas en los cruces del río.
    Un ejemplo claro de las órdenes de los agentes norteamericanos para los extranjeros ilegales en sus aguas, se han televisado con los balseros cubanos. No los rescatan y detienen hasta que abandonan sus balsas. Los obligan a salir de ellas lanzándoles chorros de agua de alta presión.
    En la frontera con México, la única orden es no entrar a sacarlos del agua para detenerlos: Los polleros lo saben. De hecho les dan instrucciones de que no salgan del agua si los ven.
    Cuando se detecta algún grupo en el canal o el río, se avisa por radio pero hay gente que ha estado metida hasta ocho horas. Esperan el cambio de turno.
    Los cruces por el peligroso canal Todo Americano, se inician cuando empieza a oscurecer y son continuos hasta la madrugada.
    Hay grupos de expertos polleros para cruzar el río y el canal. Algunos utilizan balsas inflables y otros más aprovechan las cámaras de las llantas de los tractores como salvavidas.
    Estos grupos tienen, además de enganchadores, cuidadores y responsables de transporte en el lado mexicano, un equipo de radiocomunicación y scaners que les permiten escuchar las trasmisiones de la Patrulla Fronteriza y mantenerse en contacto.
    Con binoculares desde el lado mexicano, vigilan los movimientos de los oficiales norteamericanos, en el Freeway 8 a varios kilómetros de distancia, espera el auto que los recogerá.
    En el momento en el que consideran que tendrán suficiente tiempo para cruzar antes que lleguen los policías, avientan la balsa, el movimiento es rápido, porque en la mayoría de las ocasiones no saben dónde está instalada la patrulla, con lentes que les permite ver como si fuera de día y a cientos de metros a la redonda.
    También están los polleros solitarios que sirven de guías y ofrecen cruzar a nado o con flotadores para los brazos, pequeños brazaletes de plástico inflables. Aquí el costo varía de los 100 a 500 dólares, dependiendo el destino.
    Las bandas que trasladan indocumentados están integradas principalmente por gente de otros estados. Normalmente el guía y el cuidador local son los únicos bajacalifornianos en esas organizaciones, y les toca entre 50 y 200 dólares del cobro total.
    También hay grupos de migrantes que llegan a Mexicali y que cruzan por el desierto a pie o en auto.
    Estos lo hacen principalmente por la zona de Las Dunas, localizada unos kilómetros antes del poblado de Los Algodones, una de las zonas más peligrosas en verano.
    En esta área es donde existe la menor distancia entre una carretera mexicana y el Freeway 8.
    A partir de las muertes de migrantes que sucedieron en autos volcados durante las persecuciones, los agentes fronterizos recibieron la orden de no seguirlos y los polleros lo saben.
    La gente que traen de Tijuana, la cruzan por el desierto y la sierra en zonas detectadas entre La Rumorosa y La Salada.
    Precisamente la falta del conocimiento del terreno y el clima de zona, ha provocado que sea una de las zonas con más altas incidencias en muertes de migrantes por tierra.
    No es raro que los agentes de BETA encuentren en esta área migrantes perdidos. Porque a pesar de que los polleros reciben un pago, hacen la advertencia: “El que se retrase se queda”.
    Prevenir, aprehender y detener a personas que están en los Estados Unidos ilegalmente, es la función de los agentes de la Patrulla Fronteriza, de acuerdo a lo que dice la credencial que los acredita como tales.
    Salvar o rescatar migrantes no está dentro de sus obligaciones.
    Como los agentes de BETA no están autorizados para detener gente, a partir de la muerte de dos migrantes ahogados en Matamoros, Gobernación ordenó la intervención de la Policía Federal Preventiva (PFP) en la franja fronteriza.
    De acuerdo a los detenidos, el departamento de Migración considera que tan sólo en la zona de Mexicali tiene un promedio de 800 cruces diarios y estos meses son temporada baja.
    El precio por cruzar está entre los 100 dolares que cobra un “brincador” por servir de banquillo para cruzar el cerco, o los mil 500 dólares hasta Los Angeles.
    Fáciles de identificar, llegan a Mexicali con apenas una bolsa o mochila de equipaje a diferencia de los usuarios turísticos comunes.
    Originarios de diferentes estados del país, pero según el vuelo comercial, la procedencia es de Guadalajara.
    Son los aspirantes a indocumentados. Muchos de ellos tienen varios días de viaje provenientes de sus ciudades natales. Llegan como pueden a la capital jalisciense donde ya enganchados, los hacen abordar el avión rumbo a Baja California.
    Al arribar y después de pasar por la revisión migratoria regular, los aspirantes a indocumentados repiten día a día una película sin fin que tiene la siguiente secuencia:
    1.- Se reúnen y el líder del grupo saca de entre sus pertenencias alguna tarjeta o pedazo de papel en donde se lee un número telefónico.
    2.- Uno de los miembros o el mismo cabecilla del conjunto, acude a alguno de los teléfonos públicos en las afueras del aeropuerto, si tiene suerte y se apresura, logrará ser de los primeros en llamar al contacto pollero.
    3.- Acto seguido, piden un taxi o esperan a que el enganchador llegue por ellos.
    Antes la vigilancia de estos movimientos en el aeropuerto Sánchez Taboada de Mexicali, corría a cargo del Ministerio Público, pero desde hace casi dos meses, según confirma la administración del puerto, la Policía Federal Preventiva dirige estos esfuerzos.
    El trabajo de la ley en estos casos es el de interrogar al chofer del carro que transporta a los pollos. Casi siempre responden que alguno de los viajeros es familiar o paisano, así se justifican. Como subir gente no representa un ilícito, no pueden detenerlos.
    4.- La última parada antes de tratar de internarse en territorio norteamericano a través de un paraje, brincando la cerca metálica o cruzando el río nuevo, será en algún hotel de segunda o tercera ubicado en el primer cuadro de la ciudad, donde los polleros los estarán esperando.
    Las formas de cruzarlos además son un reto a la imaginación.
    Los han pasado en camiones, incrustados en el tablero, atrás de asientos, en las cajuelas o de plano a pie cruzando las tierras agrestes del desierto de Arizona.
    Los agentes norteamericanos han encontrado cadáveres en el desierto de indocumentados que fueron abandonados a su suerte por los polleros.
    Traían algunos una pequeña cantimplora y un par de lonches para el recorrido.
    Esta es la verdadera y cruda historia de la realidad de México respecto a los vecinos del norte.
    Por eso cuando escucho decir que nuestro país está cada vez mejor, no puedo dejar de mirar al norte para ver a los paisanos que siguen buscando brincar hacia Estados Unidos en busca del sueño americano.
    Alejándose de un país donde parafraseando a Chava Flores, los mexicanos ya no le pueden tirar a soñar.

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