Condenados a repetirla

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    En las últimas décadas, una de las primeras manifestaciones de inconformidad del pueblo hacia el partido en el poder (PRI) quedó manifestada en las elecciones de 1988, jornada electoral considerada de las más difíciles. Entonces el candidato priísta, Carlos Salinas de Gortari, contendía junto a un excompañero de militancia y fundador del FCN, hoy PRD, Cuauhtémoc Cárdenas.
    Estas elecciones generaron un importante debate en el camino hacia la democracia, puesto que ganó un partido diferente del acostumbrado, con ideología de “izquierda” y gracias a una mayoría abrumadora.
    Por desgracia, este hecho social no era adecuado al clima político tan adverso que imperaba, de manera que la información y cifras de la contienda quedaron en el misterio, situación que permitió declarar como triunfador al candidato del tricolor.
    En las elecciones de 2000 (controvertidas, atestadas de mercadotecnia y carentes de propuestas) reconocen por primera vez el triunfo de un partido de oposición y ultraderechista (PAN), organismo que levanta la bandera del triunfo después de 70 años de autoritarismo.
    Esto constituyó un paso más, denominado “transición democrática”, que en realidad resultó ser un fiasco, pues solo representó un cambio de estafeta a un relevo con nulos conocimientos en el arte del buen gobierno e incapaz de generar estabilidad.
    Dicha circunstancia ha causado inconformidad y desigualdad social, ha contaminado y enrarecido el ambiente con politiquería barata y chismes de lavadero enfocados a destruir a los adversarios políticos, como ya es costumbre, con miras a las elecciones de 2006.
    La analogía entre los acontecimientos de 1994 y 2006 permite predecir hechos similares pues toda la historia “democrática” de nuestro país desencadena en sucesos semejantes. En este sentido, no debería extrañar que las elecciones de 2006 también fueran controvertidas.
    Andrés Manuel López Obrador es un candidato de secreto a voces en la lucha por la presidencia de la república, a quien tratan de eliminar de la contienda por vías legales o ilegales, aunque si esto no llega a ocurrir, seguro tendrá un alto porcentaje de probabilidades de triunfo.
    Por las circunstancias de similitud con el pasado, me atrevo a dilucidar las respuestas: rechazo de su triunfo y ataques infundados, situación en que ganan los medios de comunicación, pierde el pueblo y los partidos continúan su ascendente desprestigio.
    Algunas premisas interesantes consistirían en ver si Fox reconocerá el triunfo de López Obrador, como en su momento Zedillo hizo con él, ya que esto consolidaría una alternancia legitimada por las mayorías, contrario a lo sucedido en 1988.

    Elva Araceli Fabián,
    alumna de estudios políticos.

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