Competencia genocida

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    Un fantasma recorre el mundo. Se trata de un fantasma microscópico e invisible. Es un virus. De hecho, hasta hoy es reconocido como el de mayor letalidad. Es decir, de las personas contagiadas, mueren entre un 50 y 90 por ciento. No existe vacuna, y los tratamientos disponibles son meramente experimentales y fuera del alcance de las mayorías. Apenas acaban de anunciar el desarrollo de un sistema de diagnóstico rápido.
    El presente brote de ébola abarca a cuatro países: Congo, Liberia, Nigeria y Sierra Leona, y la constante movilización poblacional nos pone a reflexionar a los demás países si estamos preparados para enfrentar un reto de tales dimensiones.
    Se han presentado casos excepcionales. Por ejemplo, dos profesionales estadounidenses que fueron trasladados a Estados Unidos luego de ser confirmado el diagnóstico reactivo al ébola, tuvieron el privilegio controversial de recibir tratamiento experimental exitoso en ambos casos. Desafortunadamente, un religioso español que también fue trasladado al viejo continente, y que había recibido el mismo tratamiento experimental, expiró.
    No obstante, la inmensa mayoría de pacientes africanos contagiados por el virus del ébola están condenados a fallecer, porque no tienen, ni tendrán, acceso al privilegiado manejo terapéutico recibido por los dos norteamericanos. Se reconoce que actualmente hay más de tres mil personas contagiadas.
    Es necesario decir que la civilización humana, con su avanzadísima tecnología, y las empresas farmacéuticas productoras de los correspondientes medicamentos, hemos condenado anticipadamente a nuestros hermanos africanos al genocidio corporativo asociado a la infame competencia a causa de los intereses financieros de tales industrias.

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