Como controlar la disidencia

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Es bien sabido que la música es una de las estrategias didácticas y adoctrinantes más antiguas y efectivas: por eso Hecho en México es un larguísimo video clip que corte tras corte llena el oído, la pupila y la cabeza con fragmentos de mensajes que tocan primero algunos de los problemas sociales más apremiantes de nuestro país, para describirlos, suavizándose, matizándose y finalmente contradiciéndose, hasta caer en los clichés de siempre.
Nada de lo anterior sorprendería en lo más mínimo si Hecho en México se hubiera estrenado en domingo por la noche en televisión abierta e invadido luego los anaqueles de ocasión junto a las cajas de los supermercados en DVD. En lugar de eso, fue estrenado en las carteleras cinematográficas el 21 de agosto, con el mote de “película” y con mucho cuidado de evitar el término “documental”, tan relacionado con el bostezo para las grandes audiencias.
Se trata de una mezcla sin silencios, que incluye un poco de todo, para dar gusto a todos y que hasta los blogs más indies se regocijen de ver ahí a Carla Morrison, Natalia Lafourcade, Juan Cirerol y el Instituto Mexicano del Sonido, por ejemplo. Para que los más hippies se contenten con Café Tacvba, Lila Downs, Mono Blanco y María Moctezuma. Para que nadie extrañe el folclor del danzón, la banda, el son jarocho, el mariachi tradicional, la música de los wixáricas en la sierra, Lupe Esparza, Chavela Vargas, Alejandro Fernández…
México, un gran mosaico. La idea suena bien: plural, incluyente, diversa. Pero pronto se traiciona a sí misma: luego de usar las palabras de varios entrevistados para quejarse de la manipulación mediática, la miseria extendida, la violencia generalizada y el fatal destino del mexicano, el discurso se empieza a torcer en la sección que pretende hablar de la relación de poder entre hombres y mujeres, de inmediato banalizada y ridiculizada en boca de nada menos que del Güri Güri y Brozo, supuestamente balanceada por la autorizada opinión de Gloria Trevi. Sí, ¡Gloria Trevi!
Titulada según un término cuyo orgullo radica en una noción de la producción económica y compuesta por voces de gente común y corriente, más la de opinadores certificados por su fama, lo grave, deleznable y peligroso de Hecho en México es lo que dice en la suma de sus partes, lo que afirma en el fondo, lo que dicen quienes la armaron: Duncan Bridgeman, un productor musical británico (que no habla español) que recientemente se ha metido a hacer “cine” (este es su tercer título), enamorado como cualquier turista de la “magia” de México, que no es sino un eufemismo para lo exótico, lo salvaje, lo incivilizado.
Aunque desde el principio la capital es el único referente urbano, dando la impresión de que el resto del país es campo llano o playa o sierra, la última hora se sumerge de lleno en los más burdos clichés del indígena y el mestizaje, en todo caso sublimados por la fusión trascendida de la influencia estadunidense, que en la banda sonora también es un leit motiv: rap en lenguas indígenas, música tradicional a modo hip hop, el reino de la rima ruda a ritmo de electro cumbia…
Otra vez nos vienen a vender una visión extranjera envuelta en la eugenesia de La raza cósmica y que cree a pie juntillas las reflexiones subjetivas de El laberinto de la soledad como si fueran el más riguroso estudio antropológico. No es eso solamente. Hay más.
Es bien sabido que en la realidad de la industria, el dueño de la película es el productor, aunque las sublimes disquisiciones de la nouvelle vague hayan llegado a la conclusión de que la autoría radica en el director. En otras palabras y para no entrar en controversias, digamos que si el autor de Hecho en México es Duncan Bridgeman, su dueño es Emilio Azcárraga, también dueño de Televisa.
Así las cosas, así el ambiente político, el resultado de las elecciones y el descontento patente en todos lados, menos en las grandes cadenas de televisión y comunicaciones, ¿cómo no leer entre líneas cuando Hecho en México dice que la unión es a lo que debemos aspirar? ¿Cómo no alzar la ceja y la suspicacia cuando luego de tanta queja contra los medios y el stablishment, todo concluye en la devoción a la virgencita de Guadalupe? ¿Cómo no darse cuenta, viniendo del mismo gigante que hace un par de años alienó la rebeldía con un grupo de pop que, justamente, le fue a cantar a la morenita?

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