Cecilia Eudave

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Cecilia Eudave tiene muchas horas de vuelo en la literatura. Desde la academia, como licenciada en Letras Hispánicas por la UdeG, doctora en Lenguas Romances por la Universidad de Montpellier, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y, actualmente, coordinadora de la maestría en Literatura Mexicana. Desde la práctica, con una decena de títulos narrativos, entre los que destacan Bestiaria Vida, la saga juvenil de la doctora Dench (La criatura del espejo y El enigma de la esfera), y Técnicamente humanos y otras historias extraviadas, que acaba de aparecer en la editorial estadounidense Letra Roja.
Ahora mismo está en las nubes: su libro Sobre lo fantástico mexicano obtuvo una mención honorífica en la categoría al mejor libro de referencia de los Latino Book Awards, galardón que otorga la organización Latino Literacy Now y cuyo anuncio se realizó en la Book Expo America de Nueva York.

¿Cuál es la génesis de este libro?
Había trabajado con mucha anterioridad la literatura fantástica a nivel de análisis; cuando conocí a Miguel Castro, editor de Letra Roja, me pidió alguna cosa para publicar, y le propuse esta serie de artículos que acababa de terminar. La idea es que fuera un libro muy legible, que la gente lo pudiera tomar como una lectura amena pero sin dejar de lado el peso del análisis. El objetivo es que luego el lector vaya a las fuentes originales, por eso al final añadí una pequeña bio-bibliografía de cada autor analizado: Juan Rulfo, Francisco Tario, Amparo Dávila y Carlos Fuentes. Así ya no sólo se queda con una primera lectura empática, sino que encuentre esos simbolismos que trato de evidenciar.

¿Cómo influyó en su elaboración el público, que aunque es latino vive en Estados Unidos?
Lo interesante de esta editorial [Letra Roja] es que busca promover material de autores contemporáneos en español, para que este sector no se olvide de su lengua materna. También es interesante que tiene mucha presencia a escala internacional; tal vez no el sentido más tradicional, pero sí en esta nueva tendencia que cada vez se vuelca más a internet, donde puedes comprar los títulos como e-book o mandarlos pedir. Por eso también elegí a Rulfo y a Fuentes, que son muy reconocidos fuera de México; y a Tario y a Dávila los incluyo para darles algo de proyección, porque también son autores importantes, aunque sólo se conozcan localmente.

Uno de los ensayos está firmado en colaboración con otras personas, ¿porqué?
Ese artículo lo estuve trabajando en un taller de sociocrítica (que sigue sesionando esporádicamente) con varios investigadores jóvenes, y me pareció un momento oportuno para sacarlo a la luz, porque me parece importante apoyarlos de alguna manera y yo sé lo difícil que es publicar.

Tu literatura parece estar muy vinculada con personas de tu alrededor… también varios de tus cuentos están dedicados.
Sí. A mí no me da pena dedicar mis textos. Es gente a la que quiero mucho, y para mí la literatura es un regalo. Disfruto mucho escribiendo y compartiendo, esa es la clave. Además, la literatura para mí es un fin, no un medio. Ya lo demás, publicar o no, el reconocimiento y los laureles llegarán o no llegarán. De hecho pienso que los libros son como personas y ellos se van labrando su propio destino, se van haciendo sus caminos. Lo mismo me pasó con Técnicamente Humanos, que se convirtió en un libro de culto, que se publicó en una editorial independiente hace trece años con nada más mil ejemplares y, sin embargo, he conocido gente que lo ha leído en España y en varias partes del país, incluso en fotocopias.

¿Y las historias extraviadas?
Bueno, Técnicamente humanos y otras historias extraviadas es una antología de mis mejores narraciones, que incluye todo el primer libro. Ahí está toda mi primera etapa como narradora, hasta ahora.

Ambos libros se tocan en un punto, ¿no? En lo fantástico.
Sí, pero fuera de todo esto, cuando empecé a escribir no pensé en que fuera literatura fantástica ni nada. Eso lo descubrí luego, sobre la marcha. Para mí sólo era una forma de representar la realidad a partir de mundos alternos. Claro, desde que descubrí lo que era me he dedicado a estudiar la literatura fantástica, a analizarla y validarla. Porque está el gran error publicitario de considerarla un subgénero. No. La literatura fantástica es en sí misma un género y tiene subgéneros, como el horror. O considerarla un género menor, cuando autores como Kafka, Borges y Cortázar son eminentemente fantásticos. O aún peor: lo confunden con otro género muy respetable y también muy bueno, que es la ciencia ficción.

Pero tampoco es lo único que escribes, ¿cierto?
No… yo diría que más bien lo que tienen en común mis historias es que no son literatura fácil. No subestimo a ningún lector, aunque sean jóvenes o niños. Claro, cuidas el vocabulario y esas cosas, pero Papá Oso, por ejemplo, es una historia que habla del estrés. Y por eso funciona en España [donde se publicó] y por eso le interesa también a los coreanos y los brasileños, que ya compraron los derechos.

¿Y la poesía?
Bueno, esa sí se va solita… luego veo los poemas en sitios web que digo “¿cómo llegó ahí?”. Y no he publicado ningún libro de poesía, sólo algunas colaboraciones y en antologías. En realidad, la poesía es mi perversión personal. Pero cuidado, porque luego lo ponen fuera de contexto por sacar un título impresionante, ya me ha pasado… digo “perversión personal” porque no es algo público, es algo mío nada más.

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