Carlos Rodal

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Para Carlos Rodal hacer arte es una forma de vida; está relacionado con todas las actividades cotidianas del artista, e implica una concatenación de actos y de acciones: no se puede concebir que alguien tenga sentido estético en las obras y no en la vida.  Eso para él no es coherente. “Es una acción integral, no hay división”.

La posición estética del artista permea hasta en cómo se coge una taza, la manera de peinarse, de abrochar los botones, las cintas, en toda la vida del artista, y si no es así entonces no hay consistencia en las obras. “Eso se ve, se nota inmediatamente, cuando la obra es acartonada y nomás pretende torear al público o explotar un mercado”.

Y agrega: “Cualquier ser humano tiene una postura estética, aunque no sea muy desarrollada, y es evidente cuando compra un ramo de flores, desde el momento en que lo escoge, y después cuando llega a su casa se manifiesta en la manera de acomodarlo en el florero, por ejemplo”.

Carlos Rodal es un pintor, escultor y arquitecto tapatío con alrededor de treinta y seis años de trayectoria, cuya obra, cincuenta y cuatro piezas, entre dibujos, pinturas y esculturas en acero, a partir del 14 de julio y hasta el 15 de octubre expondrá en el Museo de las Artes. Se trata de obra reciente que produjo durante los últimos tres años, bajo la curaduría de Fernanda Matos Moctezuma.

Su exposición “Regiones luminosas” tendrá su sello personal y su estilo, caracterizado por los colores vívidos, que plasman una celebración a la vida y alegría en el hacer, pero al mismo tiempo reflejan una gran exigencia técnica y rigor conceptual. Sus creaciones tienen raíces en las civilizaciones mesoamericanas, pero se fusionan con los lenguajes contemporáneos de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, y abarca formas geométricas, vegetales y algunas animales. En su obra expuesta representa paisajes imaginarios por medio de un lenguaje abstracto.

Carlos Rodal, considerado uno de los principales representantes de la generación plástica actual, tuvo su primera exposición en 1986, titulada “Las transfiguraciones Tlaloc-Quetzalcóatl”, en la Casa de la Cultura Jalisciense. Ha tenido más exposiciones individuales y colectivas en México, Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, España, Dinamarca, entre otros países.

Vive actualmente entre Nueva York, donde también tiene un estudio, y Guadalajara. En los años ochenta residió también en París y Roma. Estas experiencias le han dado una mirada cosmopolita.

”Fui al extranjero porque no quería quedarme en un lenguaje regionalista, que es muy válido y tan rico como otros, sin embargo yo no lo quería. Por eso emigré, para tener una visión más amplia sobre el arte contemporáneo”.

¿Qué tan importante es para el artista tener una mirada curiosa?
Si no se tiene, no se puede generar algo. El tener una curiosidad sana te hace indagar, explorar, experimentar, preguntar o reflexionar. Hay que ser curioso y reflexivo.

¿En ese estilo de vida del artista,  la disciplina qué es lo que implica?

Tratas de tenerla todos los días. Algunas veces no se puede, pero siempre es estar con la mente y espíritu en sintonía con la creatividad, e imponerse a uno mismo jornadas de trabajo diarias para crear y hacer arte.

¿Cuántas horas al día dedica al arte?
Te diría que veinticuatro sobre veinticuatro. Hasta en los sueños uno está procesando información. No son sólo las horas que uno está con el pincel en la mano. De hecho, yo cuando pinto llego solamente a la realización, a vaciarme, pero para llegar a ese proceso es necesaria toda la vida, son semanas, meses y años que uno se está preparando física, mental y espiritualmente, como un atleta.

¿De qué se nutre para hacer arte?
De otras manifestaciones artísticas, como cine, danza, fotografía, poesía, prosa, escultura, arquitectura, las bellas artes en sí. También de lo que vivo y no vivo, del cosmos, del reino animal, vegetal, mineral, de la otredad, de los fenómenos naturales, de la historia del arte, de las inquietudes personales y hasta de los sueños, de los anuncios y comentarios.

¿Qué importancia tiene la educación en el arte para un pintor y escultor?
Si no te fomentan el gusto por el arte desde pequeño es muy difícil desarrollase en una actividad artística, aunque no imposible. Mi padre es arquitecto, mi madre era pintora aficionada. Crecí en ese ambiente, aunque reconozco que no es determinante, porque alguien puede tener una educación artística y no implica que necesariamente se vaya a dedicar a las artes. Por eso insisto que es un asunto de naturaleza, de vocación, que bien seguida se convierte en una segunda naturaleza. Las artes fueron un camino que comencé a seguir porque me llamaba.

¿Quiénes fueron sus guías?
Tuve dos buenos maestros, que no necesariamente se dedicaban a dar lecciones, y los busqué. Una era la maestra María Luisa González Aréchiga, muy buena retratista, y Lázaro Julián, pintor y arquitecto constructivista. También influyó la formación que me dio mi padre. Uno de mis amigos y mentor fue el arquitecto Ignacio Díaz Morales. Otro amigo que me inspiró fue el arquitecto Luis Barragán, y el escultor y pintor Juan Soriano, con el cual hice amistad cuando yo vivía en París, en los años ochenta.

¿Cuáles pintores han tenido influencia en usted?
Hay algunos que han tenido influencia en mí, pero en mi trabajo no se nota, como Picasso, pero si ves mi trabajo no ves realmente a Picasso. Nadie parte de una tabla rasa, pero quizá yo pueda ver una influencia que no es tan evidente y otras personas del medio pueden ver una influencia más clara. Eso es muy relativo. Sin influencias no se puede forjar un lenguaje, ya que son andamiajes estructurales, también de sintaxis, del lenguaje de las artes plásticas, donde también hay tradiciones y rupturas. La cuestión es que se pueda reconocer en el trabajo una voz propia, creo que eso es lo fundamental para cualquier profesional de las artes.

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