Bullying el actor tras la pantalla de humo

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Hace unos días, mientras trataba de acomodarme en un incómodo asiento de avión, tuve la oportunidad de ver la nueva película Karate Kid. La versión original de 1984 presentaba a jóvenes que no eran compañeros de escuela. La más reciente incluye adolescentes tempranos, compañeros de escuela. La película refleja quizás una de las situaciones clásicas de bullying, ya que la violencia es depositada hacia el distinto o que está solo.
Basada en el cuento “A veces en el corazón de la tortuga” (1982), de Kenzaburo Oe, Premio Nobel de literatura 1994, refleja el deseo de superar su experiencia de desarraigo al tener que ir a Tokio después de salir de su aldea y la frustración de haber tenido un hijo con minusvalía mental.
En la película, el espectador espera que el adolescente, humillado, intimidado y maltratado, pueda darle su merecido al abusador (bully significa matón en inglés) mediante las técnicas secretas del karate en la película original y del kung-fu en la más reciente.
El bullying, que también ha sido traducido como “violencia entre pares”, al compararse con otros riesgos que padecen adolescentes actuales, resulta más escurridizo por resultar sus límites poco claros.
Durante su proceso de crecimiento, el individuo requiere expresar su agresividad en diferentes formas. De hecho, los individuos que no lo hacen en su niñez llegan a tener problemas durante sus etapas siguientes de desarrollo.
Los test de liderazgo de la actualidad valoran la agresividad como una cualidad necesaria para la contratación de ejecutivos de alto nivel en empresas transnacionales. La línea que hay entre la agresividad que requiere un líder y la agresividad que se presenta entre compañeros, dista mucho de ser clara.
La expectativa de muchos padres sobre el rol del profesor en el aula es que éste tenga, entre otras cualidades, autoridad. Ésta muchas veces resulta ser una manera social de mostrar agresividad, sin tocar al estudiante, para mantener la disciplina en el salón de clase, donde gritos, amenazas o intimidación son solo algunas de las técnicas usadas.
Los límites entre estos dos aspectos (relación entre los compañeros y relación alumno-profesor) fermentan al bullying en una zona oscura e imprecisa entre lo deseable, lo aceptable, lo necesario y lo paradójico.
Estas relaciones desgraciadamente no son distintas de la experiencia que tiene el adolescente en casa. La relación con sus padres no siempre está basada en la comprensión y el amor y, la relación entre hermanos y hermanas parece que crea un entorno de aceptación natural de la violencia.
El bullying que vemos hoy en las escuelas ha destacado los últimos años bajo la lupa de miradas más sensibles que han tratado de delimitar lo que es o no violencia. Estas miradas (como la de Olweous, creador del término bullying) han destacado que lo que todos vimos, vivimos o hicimos como natural en nuestras escuelas, iba más allá de ser algo pasajero o sin importancia y constituía un fenómeno que requería atención y que cuando no la tuvo, dejó secuelas físicas o emocionales.
¿Quién no ha visto en su vida unos compañeros que abusan o intimidan a otro? ¿A quién no le tocó que otros compañeros lo quisieran intimidar o abusar de él o por el contrario tratar de abusar o intimidar a otro? Como tantos otros, el bullying resulta ser tema tabú. Muchos lo ocultan y creencias erróneas tratan de disfrazarlo.
En el observatorio de los riesgos y calidad de vida de los estudiantes, identificamos que 5.7 por ciento de los éstos, con un máximo de 20 años, y que ingresaron al Centro Universitario del Sur en septiembre de 2010, dijeron haber sido maltratados en la escuela en el último año.
Esta experiencia la tuvieron el último año de la preparatoria, lo que habla de uno de los tres roles que comprende el bullying, porque este es un fenómeno complejo, en el que los roles de víctima, agresor y observador tienen un vínculo que lo posibilita.
Muchas veces el observador es el profesor y como principal educador en la escuela permite que el bullying se mantenga.
Es interesante observar que en ocasiones son precisamente los profesores los que piensan que no es necesario hacer tanto escándalo y que esos “juegos” son naturales.
El peso que tiene el contexto como factor para el bullying es importante. El entorno familiar y de amigos en que el estudiante está, modela las conductas agresivas. Si la escuela se vuelve una observadora pasiva ante el fenómeno, el triángulo cobra fuerza. Cuando finalmente hay iniciativas que llegan al gobierno, siempre hay alguien que encuentra una razón para decir que todo esto es una exageración.
Lao Tsé decía: “Trata con las cosas cuando aún son pequeñas”. Hubiera sido lo mejor hacerle caso. Desgraciadamente ahora el bullying es un fenómeno grande y requiere de mucho esfuerzo para neutralizarlo y los gobiernos tienen que hacer eco a las necesidades y preocupación que manifiesta la sociedad civil ¿O será necesario traer a Mr. Miyagi o Jackie Chan para que nos den una manita?

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