Bradbury el memorioso

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La primera vez que estuvo Ray Bradbury en Guadalajara, fue allá por 1945, cuando se hospedó en el hotel Fénix, en el centro de la ciudad. En esa ocasión visitó Cuernavaca y Pátzcuaro, donde celebró el día de muertos y pasó toda la noche en un cementerio, experiencia a la que calificó como una de las más increíbles que ha vivido. El pasado 30 de noviembre, Bradbury volvió a Guadalajara, pero esta vez vía satélite desde Los íngeles, para conversar con cientos de seguidores, en el homenaje que recibió en la edición XXIII de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Cuando se iluminó la pantalla para iniciar la transmisión, lo primero que vimos todos los presentes en el salón 4 de Expo Guadalajara, fue a un Bradbury con los ojos cerrados, vencido por el sueño que seguramente le ocasionó el tiempo de espera para la emisión, así como sus 89 años de edad.
Vestido de traje azul marino, con una mascada de colores en el cuello, el autor de Fahrenheit 451, dialogó alrededor de una hora con Sam Weller (su biógrafo oficial), escuchó comentarios y elogios, y contestó las preguntas que sus seguidores le hicieron. “Señor Bradbury: lo admiro y lo amo”, le dijo una señora mayor, tres veces seguidas. “Usted nos ha inspirado en el oficio de escribir”, le expresó un estudiante.
Sam Weller quiso aprovechar la lucidez del escritor y llevarlo al pasado para hablar de su infancia. Bradbury con sentido del humor no reparó en decir lo orgulloso y agradecido que se sentía por su excelente memoria, pues hasta podía recordar el sabor de la leche cuando lo amamantaron y el día en que lo circuncidaron, gracias a que permaneció 10 meses en el vientre de su madre, en lugar de nueve. “Cuando nací, salí gritando, pues llevaba ya un mes de retraso”, dijo el escritor, como una prueba de su imaginación fantástica.
Sobre su obra maestra, Fahrenheit 451, relató que escribió la primera versión en nueve días, en las instalaciones de la UCLA. “Nunca fui a la Universidad, pero sí iba a las bibliotecas. Ahí me enteré que rentaban una máquina de escribir en un dólar por día. En nueve días y nueve dólares, ya tenía mi primera versión. Yo doy el consejo de que no vayan a la universidad, sino a las bibliotecas. La biblioteca es el lugar ideal para convertirse en un estudiante de verdad”.
El autor de Crónicas marcianas reiteró su gusto por el cine y lo importante que éste ha sido en su carrera de escritor. “La primera vez que fui al cine tenía tres años. Mi madre me llevó. Vimos El jorobado de Nuestra Señora de París. Conté con la suerte de tener una madre cinéfila. A pesar de que éramos pobres, nos las ingeniábamos para ir unas tres veces por semana al cine. Cuando era adolescente y ya trabajaba, llegué a ver hasta 16 películas a la semana. De ahí mi fascinación por escribir guiones”.
A la pregunta de si tuviera que rescatar una obra literaria y una película para la posteridad, cuáles serían, contestó: “Alguna obra de Shakespeare, quizás Hamlet. También me gustaría salvar al Quijote, de Cervantes”. Sobre la película no dudó y eligió Ciudadano Kane, de Orson Welles. Alguien más le preguntó: “Señor Bradbury y de Latinoamérica, ¿hay algún escritor que admire?”, a lo que contestó: “Borges, Borges es el mejor”.
Poco antes de terminar la transmisión, Bradbury se despidió de Guadalajara con un mensaje: “Estamos perdiendo el tiempo. Marte es nuestro destino: nosotros somos los marcianos. Deberíamos de estar colonizando Marte en este momento. Establecer la civilización. Tenemos que regresar a la Luna y luego ir a Marte”.

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