Beber de la pobreza

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María Cristina Santiago vive en Agua Caliente, una comunidad en el municipio de Poncitlán, conocida recientemente por la alta incidencia de casos de insuficiencia renal entre sus habitantes. Como la mayoría de los vecinos, su familia bebe agua embotellada sólo cuando hay dinero para comprarla. De lo contrario, la señora usa la de la llave para cocinar los frijoles, el maíz, las lentejas y el chayote, que conforman su dieta diaria.

Su esposo se ocupa como albañil en Guadalajara. Cuando hay trabajo el ingreso familiar es cercano a los mil 400 pesos semanales, que apenas alcanzan para mantener a los cuatro hijos en la escuela, pagar el transporte del marido desde el pueblo a Guadalajara, comprar algunos alimentos que cocina en una estufa de leña, y poco más. 

La señora Santiago no sabe a qué atribuir los casos de problemas del riñón, comunes no sólo entre sus vecinos, sino en el aledaño poblado de San Pedro Itzicán, ambos ubicados en la ribera del lago de Chapala.

“Yo digo que del agua no es, porque de chiquita tomaba de ésa, nos bañábamos, y para las comidas por igual. Dicen que del chayote, pero a mí me daban chayote y no sé por qué les da esa enfermedad”.

Dos de sus vecinos, niños ambos, tienen insuficiencia renal, un mal que aqueja en mayor o menor medida a los menores de preescolar, primaria y secundaria de Agua Caliente, según un estudio en desarrollo encabezado por Felipe Lozano Kasten, investigador del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS).

El equipo de investigadores realizó pruebas clínicas a 300 menores de edad de las tres escuelas del pueblo. De ellos, 170 resultaron con presencia de microalbuminuria, que indica algún nivel de daño renal. Tan sólo en este último mes han diagnosticado cuatro nuevos casos de niños con este mal, entre ellos una niña de 10 años, cuyo hermano de 11 ya recibe diálisis.

Todos ellos deberían ser atendidos con urgencia por un nefrólogo, sin embargo, no acuden al especialista porque no tienen dinero para pagar los 60 pesos por persona que cuesta el transporte que los lleva a Guadalajara, explica Lozano Kasten.

Pese a que Foro Socioambiental, asociación civil que realiza labores humanitarias en el pueblo, denuncia que los problemas renales son debidos a que los habitantes beben del agua de la llave proveniente de un pozo termal con altos niveles de sulfuros, manganeso y coliformes fecales, el académico del CUCS defiende su teoría de que el problema es multifactorial y tiene que ver con un entorno socioambiental que deja vulnerable a las personas desde que son bebés. 

“Hay un problema importante de insuficiencia renal en niños, y hemos estado viendo mezcladas pobreza, baja educación, unas condiciones socioambientales adversas para los niños y la desnutrición, que producen muchas enfermedades”.

Un pueblo desnutrido
En este pueblo de apenas 900 habitantes, la pobreza es el mal de todos los días. Aunado a las enfermedades renales que aquejan a niños y adultos, el equipo multidisciplinario de investigadores ha encontrado que los menores de edad sufren un alto grado de desnutrición, parasitosis, además de un grave ambiente de exclusión social.

Al nacer, los bebés tienen asegurado cierto nivel de nutrición con la leche materna. El problema comienza cuando los niños pasan del destete a la ingesta de alimentos sólidos, pues la variedad de estos es deficiente, explica Lozano Kasten.

“Los primeros alimentos en lactantes son muy pobres. La gente no tiene dinero para comer proteínas de origen animal, más que el pescado, que empiezan a comerlo a los tres años. Lo demás son pastas, galletas, poca fruta y caldo de frijoles, entre el destete y los cinco o seis años”, afirma Lozano Kasten.

Esta mala alimentación no sólo tiene consecuencias en la salud y en el desarrollo físico, sino también en los procesos de aprendizaje de esos chicos, destinados a una vida de fracaso escolar que culmina en la secundaria, último grado que cursa la mayoría de los que viven en Agua Caliente.

De acuerdo con el estudio realizado por los investigadores de la UdeG, 38 por ciento de los niños estudiados presenta rezago en el desarrollo, 46 por ciento está en riesgo de sufrir este tipo de retraso y sólo 16 por ciento tiene un desarrollo normal en cuando a motricidad fina y gruesa, lenguaje y nivel de conocimientos.

Por más talento que tengan, los adolescentes prefieren irse a trabajar a Estados Unidos, a ayudar en las parcelas familiares o emigrar a Guadalajara en busca de empleo en la construcción, entre los varones, o como trabajadoras domésticas para el caso de las mujeres.

El director de la escuela primaria Emiliano Zapata, de Agua Caliente, José Rodríguez, narra que por más esfuerzos pedagógicos que realicen los profesores, no se reflejan en un mejor aprovechamiento escolar.

“Por más que organicemos nuestra clase, por más que planeemos y apliquemos estrategias para que ellos logren los aprendizajes esperados, a los niños no se les da, no se les queda, no hay retención. Un niño puede ahora tener un conocimiento, adquirirlo, y a los dos o tres días ya no se acuerda, y eso sí es preocupante”.

Los alumnos de la primaria reciben desayunos escolares por parte del municipio de Poncitlán. En muchas ocasiones el único alimento rico en nutrientes y balanceado que tienen.

El director impulsa la idea de un comedor escolar que les permita obtener una buena alimentación: “Si hay un buen desayuno, estaremos previniendo este atraso escolar”, enfatiza.


Pesticidas y plomo en la sangre
Las casas del pueblo de Agua Caliente despiden un aroma a madera quemada, que se mezcla con la polvareda de sus escasas calles. El 95 por ciento de las familias no usa gas para cocinar, sino leña que cortan cerro arriba. El camión de la basura tarda hasta un mes en pasar, por lo que los habitantes se ven obligados a quemar sus desperdicios o aventarlos a la orilla del lago.
Esta práctica genera que la mayoría de los niños registren altos niveles de plomo en la sangre, según el estudio encabezado por Lozano Kasten, con el que además identificaron la presencia de pesticidas y fertilizantes en el cuerpo de los menores.

“Se genera a través del humo una serie de tóxicos que pueden afectar el pulmón o el organismo de unos niños vulnerables que se la pasan pegados a las madres en el fogón, y al inhalar ese humo junto a los tóxicos que hay en el medio ambiente, van a tener afectación por su estado nutricional”, dice el académico.

Como las familias se sostienen de las pequeñas cosechas en su parcela, es común que utilicen fertilizantes y pesticidas en sus cultivos de chayote o frijol, los cuales guardan en su mismo hogar, en donde en una sola habitación conviven los padres, los niños y algunos animales domésticos o de cría.

“Los pesticidas se usan y se guardan en las viviendas, y algunos niños juegan con los costales de pesticidas, sobre todo los organoclorados, que son altamente tóxicos”.

Además de todas estas afectaciones, los investigadores han encontrado que entre cinco y seis por ciento de los niños de kínder o secundaria presenta hipertensión y 90 por ciento de los niños en edad preescolar tienen parásitos, como amibas y teniasis, por la contaminación de la tierra en la que juegan o por la convivencia con cerdos, gallinas o caballos, dice la químico farmacobióloga Margarita Soto Gutiérrez, investigadora del CUCS.

“Esto les afecta porque, como son niños desnutridos, pueden presentar problemas de concentración. Según las características que vimos, estos niños presentan diarreas y no tienen buena atención en la escuela”.

Los especialistas afirman que estas condiciones de pobreza y de deterioro de la salud podrían estar sucediendo no sólo en San Pedro Itzicán, sino en las demás comunidades de la ribera.

“Donde se involucre la pobreza y una educación baja, vamos a seguir observando este problema”, dice Lozano Kasten.

Enfatiza que esta es una situación en la que debe intervenir, además del sector salud, también los de educación, agua y saneamiento, articulados por el gobierno municipal para que los pocos recursos que se inviertan den beneficios a la comunidad.

“Cada uno de los sectores está trabajando desde sus propios programas, y esta comunidad necesita un solo diagnóstico y que todos los sectores trabajen en un proyecto único, y no cada quien por separado para sus propios indicadores y programas”, recalcó. 

Los investigadores continuarán con el estudio durante los próximos meses, para hacer análisis clínicos y socioambientales en profundidad a algunos de los niños que presentan deterioro de salud más grave.

“Estamos seleccionando a los niños con altas concentraciones de urea y creatinina, para analizar su entorno social y familiar, para saber qué relación tienen con la insuficiencia renal, conocer todos los factores y poder reunir un diagnóstico más claro del problema”, concluyó Soto Gutiérrez.

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