Astrid Hadad

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“Yo la mala, yo Malinche”, canta Astrid Hadad, la cabaretera más conocida del país, una mujer pequeña de sorprendente blancura que, en pocos minutos y con muchos colores, se convierte en personaje. Hadad define su estilo como “sincrético, estético, patético y diurético”, del que se vale para golpear con un humor muy negro la historia de un México construido con cuentos de risa y horror. Con motivo del aniversario 472 de Guadalajara, Hadad visitó nuestra ciudad para presentar su espectáculo Tierra misteriosa en el Laboratorio de Arte Variedades, LARVA.

Un país tan expuesto y herido como el nuestro, ¿qué misterios guarda para ti?, ¿cuál es esa tierra misteriosa?
Uno de los principales misterios que encuentro es cómo, a través de los años, la impunidad pueda seguir tan vigente en esta tierra. Cómo es que unos cuantos deciden secuestrar la democracia, cómo es que hemos perdonado tanto, cómo, en un país que tiene gente maravillosa de enorme potencial, podemos seguir tolerando y resistiendo a corruptos que toman pésimas decisiones sobre nuestra suerte. Para mí esos son los grandes  misterios, aunque mi espectáculo se llama Tierra misteriosa por otra razón, por las descripciones de los primeros españoles, por lo que imaginaban de este lugar. Los conquistadores que padecían la enfermedad de la “orofilia” crearon una idea siempre misteriosa y ajena sobre este continente, que los llevó a cometer actos terribles de esclavitud y dominio, que para nuestra desgracia tampoco eran nuevos. Los aztecas erigieron su imperio basados en el miedo y la crueldad.  

En  todos tus espectáculos, desde Heavy nopal, La pecadora, La multimamada y, por supuesto, en Tierra misteriosa, aparece lo mexicano como un personaje protagónico, ¿qué es lo que más te atrapa de esta cultura?
La historia, y curiosamente me interesa por su evidente parcialidad, ya  que ha sido construida por los vencedores, por gobernantes cuyo perfil es cada día peor. Por ello creo que nuestra historia aún no está escrita. Primero la contaron los conquistadores, después vino una recuperación, luego, en el Porfiriato, su negación. Con Vasconcelos  hubo la intención de rescatar nuestro mundo antiguo, después llegó el caos, la indefensión ante el maquillaje con el que se pinta nuestro pasado para justificar un presente que no puede ser más terrible. Hay en los libros una historia de héroes o traidores. Esas ideas míticas y maravillosas que soportan lo peor y lo mejor de nuestra conducta es lo que me interesa como persona y como artista, de eso quiero hablar en mis espectáculos, de eso me quiero reír y que se rían conmigo.

En esa visión dolorosamente humorística de nuestra historia, también hay en tu trabajo un interés particular por la presencia femenina, ¿cómo lo desarrollas?
El machismo, el masoquismo, el nihilismo y el feminismo están en mi vida cotidiana y en mis shows. La Malinche para mí es un ejemplo extraordinario. A la Malinche la califican como traidora, cuando realmente fue víctima de su tiempo. En su contexto las mujeres eran nada, al nacer ya tenían el destino arruinado. Cuando una mujer nacía en cualquier cultura prehispánica, se le decía: tú naciste para sufrir, para callar, para tejer mantas, para mantener a tu marido y cuidar a tu familia. “Naciste para callar”, no sé si exista otra sentencia  más terrible y poderosa para disminuir a un ser humano. Sin embargo, la Malinche es la única mujer que no calla, tenía el don de la lengua, que tristemente no le fue suficiente, pues había sido educada para servir.

“Por mi espíritu hablarán mis trajes” da nombre al catálogo que recopila tus vestuarios. Tus espectáculos son los únicos en los que la ejecutante lleva puesta la escenografía. ¿Cómo consigues equilibrio entre tu discurso y el impacto visual que causa tu indumentaria?
Es muy difícil hablar de todo lo que me interesa en un espectáculo, y mis diseños de vestuario consiguen hacer una síntesis de lo que quiero poner a discusión. Así nació mi propia forma de hacer cabaret. Me interesa por igual divertir que proponer ideas. Viajar con mis espectáculos me ha enseñado que todos, desde Baalbek a Copenhague, de Nueva York a Berlín, sólo queremos ser felices, y la risa es una buena manera de comenzar a conseguirlo.

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