Andando el cerro

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Don Ambrosio Aguayo Villa tiene 109 años y es el hombre más longevo del pueblo de Santa María Tequepexpan, Tlaquepaque, comunidad a la que desde el siglo pasado le han arrebatado sus lugares más sagrados: los cerros. Hoy los comuneros tratan de detener la urbanización del único que les queda: el Gachupín (también conocido como cerro del Tesoro).

Aún lúcido, a través de las palabras de don Ambrosio es posible conocer la historia de una comunidad que en el tiempo de la Revolución Mexicana presenció los campamentos de los ejércitos villistas y carrancistas, y que en épocas más recientes fue testigo de cómo explotaban la piedra del cerro de la Cantera (ubicado a un costado del Gachupín), para construir templos, como el Expiatorio.

“De niño trabajaba con mi papá en el campo, sembrando maíz, frijol, arroz, semilla de calabaza. También sacando piedra. Mi papá era ejidatario en los cerros que pertenecían a Santa María”, cuenta el anciano. De joven trabajó de policía comunitario: “Daba un recorrido en la noche. Hasta en la mañana llegábamos al pueblo… Me enfadé, dejé el hacha, me enfadé de andar andando todo el cerro y nunca agarrábamos nada”.

Sentado en su mecedora, con la ayuda de su nieto Arturo Ochoa, don Ambrosio cuenta que vivió hasta los 40 años aproximadamente cerca del cerro del Gachupín, en donde se crió “cuidando vacas en los terrenos de los indígenas”.

“En el pueblo pagaban 50 centavos diarios por andar en el cerro sacando piedra del Gachupín y en la Cantera, tres pesos a la semana”. También colaboró para conseguir la piedra que hoy sostiene el templo Expiatorio. “Pura cantera blanca”.

La pregunta obligada: ¿qué ha hecho para vivir tantos años? Con menos lucidez, don Ambrosio dice que se ha mantenido “trabajando, sembrando y sacando piedra”. Asegura que nunca fumó y nunca tomó, por eso “correoso estoy aquí todavía, con 100 años encima”.

La última vez que estuvo en el cerro del Tesoro fue hace más de cinco décadas; hoy desconoce el tema de la urbanización de 240 lotes, pero don Ambrosio no deja de insistir que “ese cerro es de la comunidad”.

“Tenemos prohibido el acceso a nuestro cerro”
El pasado 13 de marzo, el juzgado VI de Distrito en Materia Administrativa y de Trabajo en el estado de Jalisco, notificó que harían válido el derecho de los vecinos protectores del cerro, principalmente de Pinar de la Calma, con el fin de mantenerlo como un área verde protegida.

Con  ello, la comunidad de Santa María Tequepexpan preservaría su derecho a cuidar las áreas verdes, ingresar al cerro y realizar sus ritos espirituales. Este derecho no ha sido respetado. A los vecinos de Santa María se les ha negado el acceso, asegura la señora Felícitas Gutiérrez Larios, habitante de la zona.

“Desde hace tres años tenemos prohibido el acceso a nuestro cerro. Acabaron con nuestras plantas medicinales y con una orquídea muy especial para nosotros, que no se daba en ninguna parte del mundo. Hace algunas décadas dábamos gracias por el buen temporal y pedíamos que hubiera buenas cosechas, pero todo eso se fue perdiendo porque la mancha urbana nos fue cubriendo. ¿Haber acabado con nuestros tesoros no es un delito?”, denuncia Gutiérrez Larios.

Medio siglo atrás y antes de que sus tierras fueran urbanizadas, para ingresar a Guadalajara los comuneros tenían una tradición: en un sitio específico dejaban un pantalón y una camisa para poder entrar a la “ciudad”. Al salir, lo devolvían al mismo sitio para que el próximo visitante pudiera cubrir su calzón de manta, única vestimenta que utilizaban.

Hoy las cosas han cambiado y después de un año defendiendo la principal área verde de Tlaquepaque (la única área montañosa no edificada dentro del perímetro sur de la zona metropolitana de Guadalajara y del periférico Gómez Morín), los vecinos insisten en su protección, porque dichos terrenos pertenecen a la comunidad indígena de Tequepexpan desde el período colonial, certificada por títulos virreinales que han sido acreditados en el juicio.

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