Los aztecas veneraban a los ancianos con el que llamaron padre de los dioses huehuetéotl, huehue (viejo) y téotl (dios). A éste se le representaba con un enorme bracero en la cabeza, parecido a un sombrero, queriendo simbolizar el peso de los años.
Por otra parte, nuestros vecinos los colimenses, hasta nuestros días conservan figuras de barro que han sido encontradas de dos perritos xoloitzcuintle bailando. La interpretación de ellas es que el perro joven de piel tersa, oye al anciano perro, quien le habla al oído, al instruirle con consejos y normas.
Habrá que reconocer que la “tercera edad” y el “adulto mayor”, son conceptos que pertenecen a una historia reciente, con la misma intención de privar a los ancianos de la connotación negativa que contiene. El éxito de la empresa ha sido, sin embargo, muy limitado, y es que el prejuicio contra la gente mayor supera con mucho al empleo de un concepto lingí¼ístico.
Según Fericgla (1992b), nuestra sociedad actúa:
Alejando la vejez en el sentido de no aceptarla bajo ningún pretexto: los individuos disimulan el paso del tiempo en sus cuerpos, se les anima a realizar actividades de ocio propias de –o inspiradas en– los jóvenes, se ensalza la juventud y se niega el proceso natural de envejecimiento, y en general se espera que los individuos jubilados se comporten con dinamismo hasta que lleguen a un estado senil. Entonces se manifiesta el verdadero problema si los ancianos no aceptan ser ingresados en algún centro de retiro o asilo o residencia de ancianos.
Hoy en día, llegar a anciano es conquista de la medicina preventiva y la mejor calidad de vida, y así lo confirman los datos que reflejan los estudios en población en las sociedades modernas. A su vez, esta mayor presencia social de los ancianos obliga a intensificar las medidas de prevención en el envejecimiento, estimula a un más acabado estudio de la patología del anciano y, ante todo, apremia a difundir una educación preventiva de las enfermedades crónico-degenerativas más frecuentes en la tercera edad.
La psicología también se modifica en nuestro tiempo, ahora se habla más en términos de salud de las personas de la tercera edad. La psicóloga íšrsula Lehar, una de las principales representantes de la psico-gerentología moderna, considera que la vejez comporta “asumir un nuevo papel” y que constituye “una de las tareas principales del hombre en edad avanzada y cuyo logro o fracaso determina en gran medida la salud psíquica de la vejez” (Lehar, 1980).
Todos sabemos más o menos lo que es la vejez, tenemos muchas definiciones, más que ancianos felices.
En nuestra época, con el capitalismo y el modernismo se ha perdido el respeto al anciano, sintiéndolo como una carga y hasta un estorbo en las familias. Los jóvenes hacen burlas de su forma de vivir o de sus valores, mofándose de sus costumbres, sin tomar en cuenta que es su forma de ser lo que nos ha hecho fuertes y firmes.
Por lo que a mí respecta, he decidido tomar como anciano, de entre todas las maneras posibles de conceptualizar, a aquel individuo a quien se incluye en la última etapa de vida culturalmente pautada e identificada como tal. Un adulto mayor es quien inicia la madurez hasta que termina su época productiva. Partimos de la base de que, siendo la ancianidad la última etapa de vida del ser humano, sólo puede definirse en relación a las otras etapas con las que se les conoce en un continuum de vida seccionada culturalmente y en evolución constante hasta su desaparición y muerte.
Los estudiosos de la familia humana han dividido en etapas el ciclo vital de la familia y en esta etapa de ancianidad se marca la madurez y desarrollo o en carencias y crisis.
La jubilación es un momento importante de la reestructuración de los sistemas de estatus y de roles, esta transformación se manifiesta a nivel de los comportamientos y de las actitudes de los jubilados, así como a nivel de la estructura psicosociológica de la personalidad.
