Amigos invisibles

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    Los seres vivos somos sociales por naturaleza. Esto quiere decir que no vivimos aislados, que convivimos con los demás de forma mutuamente ventajosa. Bueno, esto es la teoría. En la práctica cotidiana, la inteligencia humana controla hegemónicamente la coexistencia interactiva. Por ello, la biodiversidad predominante siempre está condicionada a las conveniencias dominantes de los que tienen los medios de producción típicos del sistema avasallante. Bueno, hasta se condicionan biotecnológicamente las características de los microbios, aunque a ello ahora se le conoce como bioterrorismo.
    Nuestras propias costumbres y tradiciones, como quien dice, nuestros propios estilos de vida, determinan la biodiversidad microbiana que nos acompaña cotidianamente, y que habitualmente se le conoce como microflora, como microflora normal. En realidad, la microflora constituye una verdadera comunidad de prácticas con fronteras por demás delicadas. Desde lo que comemos, la carga de ejercicio realizado, las preocupaciones que nos agobian, etcétera, todos y cada uno de ellos son factores que la modifican, de momento o por periodos determinados. Es entonces que se desajusta su equilibrio regular, y se nos viene encima un proceso que puede afectar el bienestar y salud. A dicho proceso se le conoce como disbacteriosis y, en lo general, representa un desajuste entre las cepas normales y las cepas oportunistas. Por eso, se presentan algunos signos y síntomas clínicos que nos hacen sentir incómodos y que, por sí mismos, son riesgosos.
    De lo que hagamos y dejemos de hacer depende la calidad de nuestros amigos invisibles, de esa inseparable microflora normal, así como del beneficio simbiótico del cual regularmente nos beneficiamos.

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