Amat Escalante

1072

Si hay algo que acomuna a Amat Escalante con sus películas, es la forma concisa y escueta con que expresa sus ideas, la manera directa en que las comunica. Autodidacta y enfant prodige, al joven director guanajuatense —quien nació el 28 de febrero de 1979 en Barcelona— no parecen importarle mucho las críticas, las comparaciones con otros cineastas o reflexionar demasiado sobre su trabajo; incluso, no parece importarle gran cosa el haber ganado, con su tercer largometraje Heli, el premio a Mejor director en el Festival de Cannes en 2013.

Lo que le interesa a él es seguir con este “juego” que inició a los 15 años, cuando decidió dejar la escuela para ser cineasta, en la búsqueda de consolidar un estilo propio, su propia voz en el cine: “Contar las historias sin contar nada, eso me apasiona. El cine así es, si acaso más puro es cuando se cuenta algo visualmente”. Escueto, decíamos.

Y con las imágenes, lo que pretende Escalante es un efecto emocional, físico, en el espectador, metiéndolo en situaciones a las que normalmente no tendría acceso (“si tiene suerte”, dice con una risita cínica): “En mis películas quiero hacerme, y hacer al público testigo de cosas que normalmente no estaríamos allí para ver, ya sean dramáticas o violentas”.

Por eso en sus tres películas —Sangre (2005), Los bastardos (2008) y Heli (2013)— pasa del tedio de la vida familiar, el hastío de las relaciones humanas, a escenas de violencia, a veces cruentas a veces absurdas de tan inesperadas: pasa del protagonista de Sangre diciéndose “pendejo” mientras se lava el pene en el lavabo para que su pareja lo masturbe, a la escena de tortura en Heli, donde a un chico le avientan gasolina en los genitales y le prenden fuego.

Quizás estas películas se podrían definir como una “trilogía de la sangre”, pero él prefiere rehuir definiciones. Sin embargo, ¿existe en todas un “sello Escalante”?, le pregunto. “Seguro, hay un proceso de encontrar una propia voz, aun si es medio engañoso esto. Yo entonces creo que allí la cosa es ser honesto con uno mismo, y con lo que estás haciendo. No sabría bien cómo analizar mis películas, hay algo allí directo que me gusta, en lo que veo en los personajes y en cómo cuento la historia, que a veces eso sorprende al público, mueve”.

Otra característica reiterada en la filmografía de Escalante es el emplear actores no profesionales: el protagonista de Sangre era su vecino en Guanajuato, y los chicos mexicanos de Los bastardos, son dos migrantes que realmente cruzaron la frontera siete veces. “Es un riesgo, pero aun así veo la película y me digo que vale la pena que esté allí esa persona. Para mí es emocionante no sólo crear un personaje, sino parar gente real frente a la cámara, casi ‘aventarlos’ y jugar con su incomodidad y tensión”.

Esto —dice—, viene de alguna manera de su inicial pasión por el documental, tanto que filmó el primero a los 18 años: “Me salió muy mal, para mi gusto; y también para el de mi mamá, y si tu mamá te dice que está malo…”; —se ríe. Allí decidió abandonar el documental, sin embargo la experiencia, explica, “me ayudó mucho en algo que me interesaba, pero que al mismo tiempo se me dificultaba por mi personalidad, que es entrar en intimidad con la gente, estar con personas viviendo momentos tensos, reales”, por esto prefiere trabajar con un tipo de persona que “comunica mucho sin decir nada”. Escueto y directo, se decía.

Apasionado de las películas de Fritz Lang, Stanley Kubrick y Tarkowsky, que —dice— fueron sus verdaderos maestros en la juventud, su principal influencia es quizás el amigo y colega Carlos Reygadas, con el que comparte cierto ritmo narrativo y las tomas largas, que son otro sello de Escalante. Pero tampoco esta comparación le importa mucho, aun si, afirma, siempre lo vio como un halago.

“He aprendido que todo el cine es un truco. Es parte del trabajo del director, aprender cómo filmar la realidad, no es sólo cuestión de grabarla, sino de trasmitirla como quieres”, dice.

En este sentido —le pregunto— ¿cómo te planteaste el tratamiento en Heli de un tema contradictorio como el narco? “Quería que fuera anti-emocionante, presentar las escenas violentas sin mucha edición, más directo, para que no se sintiera ningún tipo de ‘glamourización’. Quería diferenciarme de las noticias, y creo que esto pasa no sólo por esas imágenes, porque todos las han visto de una forma o de otra, sino más bien por mostrar lo que está antes y después de esas escenas, esos personajes cómo llegan a eso, que es mucho más doloroso que simplemente una imagen desagradable”.

¿Otra película del narco? “Hay un fenómeno que me parece particular aquí en México: cuando se estrenó Heli todos dijeron eso, que aquí nomás se hacen películas del narco, pero jamás se han mencionado más que tres: Miss bala, El infierno y la mía, y para un país que lleva 16 años así, me parece siquiera que no hay suficientes”.

Dice que inicialmente no quería hacer una película sobre narcotráfico, y que, quizás, no lo sea del todo; sin embargo, agrega, “sí está considerada una película de narco, porque así también México está considerado un país del narco”.

Concluye: “Más bien quería contar una historia sobre cómo este exterior con el que todos nos podemos identificar, podría afectar a cualquier persona que estuviera siguiendo las reglas de la sociedad”.

Pues como dijo el propio Carlos Reygadas en entrevista en El País sobre la cinta Heli: “México es un país fabuloso hasta que tienes mala suerte”.

Artículo anteriorJhonatan Madrigal
Artículo siguienteRectoría General