Alianzas en su apogeo

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La película se repite. Es la misma escena de hace unos meses, de hace tres y seis años rumbo a las elecciones: los candidatos de las tres principales fuerzas políticas se unen a los partidos más pequeños “para generar gobiernos de coalición”. En esta ocasión se jugarán la silla presidencial y las curules en el Senado de la república.
Aun cuando las alianzas de esta índole sirven para “amarrar” votos, posiciones en el congreso o candidaturas, politólogos de la Universidad de Guadalajara opinan que también son un signo positivo para la democracia en México.
“Desde 1994 es una práctica común en el sistema político mexicano. El hecho de que dos o más partidos se unan es un fenómeno cosustancial a cualquier régimen democrático y en esos términos me parece positivo que ocurra”, afirmó el académico de la UdeG y consejero local del Instituto Federal Electoral (IFE), Adrián Acosta Silva.
Las coaliciones, además de ser habituales en los países democráticos incluido México, ayudan a que los ciudadanos no se confundan al elegir entre tantos candidatos, señaló el académico del Departamento de Estudios Políticos, de la UdeG, Ramón Ascencio:
“En principio todas son buenas, porque en vez de tener un abanico tan amplio de siglas, permiten que la población reflexione en la opción política con la que se identifica y sea mas fácil el ejercicio de su voto”.
Sin embargo, apuntó, el que un candidato de un partido minoritario se alíe con otro “grande” propicia una pérdida de credibilidad para ambos. El cambio de postura política es mal visto por los ciudadanos, por eso la unión con un partido pequeño no implica un mayor número de votos en la elección.
Ascencio se refirió a la coalición formada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y el Verde Ecologista de México (PVEM), cuyo éxito dependerá de la integración de las “fórmulas” para sus candidaturas de distrito y plurinominales, así como de la influencia que los aspirantes del verde tengan en la región donde están inscritos.
El investigador universitario consideró difícil determinar si la alianza entre ambas fuerzas políticas ayudará al PRI a ganar la presidencia, pues el PVEM está haciendo “un esfuerzo muy grande por convencer a sus simpatizantes de que dicha coalición permitirá mejorar al país”.
Sin embargo, su unión, declaró, no aportará mucho al país, pues “el PVEM responde a los intereses de una familia y su grupo de amigos. Con la alianza buscan conservar beneficios y posiciones en el congreso e incluso hacerse de la Secretaría de Medio Ambiente, que seguramente no obtendrían si contendieran solos”.
En apariencia fortalecen al PRI, “pero creo que en este caso será lo contrario, pues no ofrecen ningún proyecto nuevo al país”.
Respecto al frente tripartita conformado por los partidos de la Revolución Democrática (PRD), Convergencia y del Trabajo (PT), señaló que gracias a él se evitó que la izquierda en México se fragmentara.
“Para el PRD es benéfico aglutinar a dos partidos y adoptar una candidatura común, ya que así representará a la fuerza de izquierda. Sin embargo, también implica ceder posiciones: el PT y Convergencia están apostando a ganar, pues (la coalición) les asegura más de lo que podrían conseguir solos”.
Refirió que aun cuando los representantes de dichos partidos afirmen lo contrario, se trata de alianzas pragmáticas, es decir, pensadas para obtener los beneficios que otorga el poder.

Crear alianzas
de gobierno
El principal problema del régimen político mexicano contemporáneo es lograr que las alianzas electorales se conviertan en pactos gubernamentales, aseveró el académico del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), de la UdeG, Adrián Acosta Silva.
En los partidos grandes, dijo, es clara la intención de ganar la presidencia con los votos de los grupos minoritarios. No obstante, “su fuerza en el congreso y en la distribución de la representación política serán mermadas, porque no hay acuerdos institucionales para que una victoria electoral se traduzca en compromisos de gobierno, tanto en la presidencia como en la Cámara de Diputados y la de Senadores”.
El consejero local del IFE opinó que para ello se necesitaría una reforma constitucional que favorezca la gobernabilidad política del país mediante nuevas fórmulas de funcionamiento para los gobiernos electos de manera democrática.
A falta de una reforma así, el escenario posible es que durante estos meses de campaña los candidatos “preparen un acuerdo político que pueda ser consolidado en los primeros meses o años del próximo régimen presidencial”.
De lo contrario, el partido triunfante deberá mandar sin la mayoría en el Congreso de la Unión, lo cual generará el mismo problema observado desde el año 2000: la incapacidad del Ejecutivo para promover reformas de cualquier tipo.
“Esto es el resultado de la ausencia de acuerdos políticos, que me parece que tarde o temprano deberemos enfrentar: o hacemos una cirugía importante al régimen político o estaremos condenados a repetir una y otra vez la improductividad política del congreso y el Ejecutivo”.

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