Alberto Chimal

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En México los cuentos fantásticos suelen tener características diferentes a las narraciones extranjeras, ya que hay escritores que se han preocupado por innovar y reinventar de acuerdo al contexto histórico y sociocultural del país, de manera que podría decirse que existe el cuento fantástico mexicano, afirmó el escritor Alberto Chimal, quien impartió el taller “Relámpago de cuento” (el 22 y 23 de septiembre), durante la serie de conferencias y un taller “Puros cuentos…”, organizados por la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega, en el Centro Universitario del Sur.

En México, dentro de la literatura fantástica se encuentran historias que no se hubieran escrito en otros lugares del mundo porque “nuestra existencia y conformación como sociedad y cultura es distinta a la de otros países. También las aspiraciones y deseos de la gente tienen características muy peculiares, y son las utilizadas para darle sentido a los textos fantásticos”, explica el autor.

Para este escritor un ejemplo de cuento emblemático es “La otra noche de Tlatelolco”, de Bernardo Esquinca, que da una versión alternativa a la masacre estudiantil de 1968 y mezcla los hechos históricos con una narración de zombies. El autor hace referencia a las historias de muertos vivientes, un aspecto de la cultura popular, y hace una crítica al poder del estado mexicano. Otro texto crucial es “Crónica del gran reformador”, de Héctor Chavarría, donde los aztecas conquistan Europa, y no al revés.

Para usted, ¿qué es el cuento fantástico?
Los cuentos fantásticos son relatos breves que parten de la interrogación sobre lo que es real. Propone sucesos extraños e imposibles, personajes inusitados, que no son ciertos, con el propósito de que el lector ponga en juego su definición de lo posible.

¿Qué características tienen los cuentistas mexicanos que se han preocupado por innovar o buscar la originalidad?
Tienen interés de explorar, examinar y criticar aspectos de la vida contemporánea del país, establecer lazos y puentes con diferentes tipos de literatura y arte de todo el mundo, además su arte es más independiente y arriesgado en comparación a los autores de otros países. Estos cuentistas suelen escribir creyendo que no van a obtener dinero por su producción. Cuando se trabaja para satisfacer las necesidades de un mercado hay cierta presión para ajustarse a moldes aceptados para maximizar las posibilidades de venta, pero aquí en México, en muchos casos, los escritores parten de que no hay posibilidades de comercializar sus obras, y en consecuencia hay muchas narraciones escritas con una gran inventiva y libertad creativa que pueden ser mal comprendidas y objeto de polémica porque están producidas bajo un impuso creativo individual, y eso es muy raro que suceda. Un ejemplo, es el cuento “Combatir al pecado”, de Fernando Jiménez. El autor crea una mitología, a partir de las creencias de la ultraderecha mexicana, dicha visión del mundo fue puesta en crisis en el texto, mucha gente que lo leyó no pudo con eso, se sintió ofendida, el efecto que causo con su relato fue muy interesante.

¿Cuáles son las consecuencias que ha tenido para algunos escritores mexicanos que buscan innovar el boom de novelas como Harry Potter?
El significado de lo fantástico se ha vuelto pobre, acotado y limitado. Harry Potter es ejemplo de una posibilidad de la literatura fantástica, entre muchas. Por desgracia, ahora cuesta trabajo considerar otras diferentes a las más populares. Como consecuencia, cuando un escritor presenta en editoriales relatos fantásticos que se salen de los moldes suelen ser rechazados, y cuando los cuentistas o novelistas quieren seguir el esquema planteado enfrentan desventajas. Por muy bueno que pueda ser un texto mexicano de fantasía con magos, brujas y dragones, tiene que competir con historias difundidas a nivel mundial por el cine y las editoriales, y muchas veces en México no hay los recursos económicos para hacerlo. Salvo muy contadas excepciones, los escritores fantásticos del país no pueden plantearse la imitación de las grandes tendencias globales, y en muchos casos utilizan la fantasía, ya sea enmascarada o fingida, en textos que no son etiquetados como fantásticos o buscar otros caminos para manifestarse. Es un momento problemático, pero comparado a lo que sucedía hace veinte o treinta años hay avances porque hay obras fantásticas que fueron escritas bajo esa tesitura y que son apreciadas y leídas. Mi novela La torre y el jardín, que contiene una buena dosis de fantasía, fue publicada y estuvo nominada en 2013 al premio Rómulo Gallegos, uno de los más importantes del idioma español.

Entonces, ¿qué ha pasado con el significado de lo fantástico?
En los últimos veinte años lo fantástico ha sido capturado por los grandes consorcios de otros países que utilizan el término de manera muy estrecha. A José Luis Borges, uno de los grandes exponentes de la literatura fantástica, le hubiera sorprendido que la gente asocie esta narrativa con pocas opciones, entre ellas Harry Potter.

¿Desde cuándo se cultiva el cuento fantástico en México?
La noción de narrativa fantástica, tal como es definida en la actualidad, data de finales del siglo XVIII con escritores románticos alemanes y de otras naciones europeas, después llega a México para mezclarse con las leyendas y consejas populares que ya circulaban entre la población. Muchos de los escritores mexicanos del siglo XIX, como Guillermo Prieto e Ignacio Manuel Altamirano, son autores de textos donde hacen referencia a sucesos extraños o imposibles. Una de las obras que podría ser considerada precursora del cuento fantástico es el poema Primero sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz (1651- 1695), que en el fondo puede leerse como una narración de un viaje místico, de una conciencia que quiere escapar de su cuerpo. Claro, que la autora no pensó escribir un cuento fantástico.

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