Al son de santa Cecilia

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    Los hay en los estadios, así como en los camiones. Su trabajo flota en el aire y va desde la cumbia al más puro estilo de la Sonora Santanera, la majestuosidad de Mozart o Bach. Tocan y soplan y en ocasiones pegan. Su día es este martes 22 de noviembre y su patrona, santa Cecilia, quien, según la historia, tocaba la lira y mediante el canto entregaba su virginidad y fidelidad a Dios. Murió degollada, pues en esa época (fines del siglo V, d.C.), no toda Roma adoptaba el catolicismo.
    Igual que esta historia, el músico, el que toca en un restaurante, una plaza o un teatro, ya sea solista o como parte de una orquesta, permanece fiel a su instrumento y fortalece la fe en el arte, mismo que en ocasiones resulta despreciado, “pues algunos creen que la cultura es menos importante que lo que produce dinero”, afirma el director del Departamento de Música, Roberto Gutiérrez Ramírez.
    Pianista y cantante, Gutiérrez Ramírez, quien en los últimos años ha trabajado como director de coros (estuvo en el de Jalisco y Guadalajara), por mencionar una pizca de su trayectoria, comenta: “El músico lo traes en ti mismo”.
    Una actividad que realiza la Escuela de Música, de la Universidad de Guadalajara, consiste en efectuar un curso propedéutico a sus aspirantes, para ver si tienen aptitudes, pues no basta con que quieran ser un Beethoven o un Jimmy Hendrix.
    Además, la polaridad de recursos económicos que otorgan en el mercado laboral a los músicos, puede ser un factor para quien decida estudiar una carrera y hacer música.
    De acuerdo con Gutiérrez Ramírez, alguien que toca en un restaurante puede batallar para obtener su pago de unos 200 pesos por dos horas, mientras otro que trabaje con artistas de la cultura popular tal vez ganará hasta 500 mil pesos por el mismo tiempo.

    Afinando el instrumento
    Esta profesión, porque es una profesión, ya que en los últimos cuatro años han obtenido su título unos 30 egresados de la licenciatura en música, de la UdeG, cuando esta carrera apenas tiene nueve años de que fue establecida en forma, es reforzada por la pasión, más que por otra cosa.
    A fin de ser pianista resulta necesario vivir casi 14 años con el instrumento, para apenas lidiar con este. “El músico es un profesional que, incluso, estudia más tiempo que individuos de otras disciplinas. Quien decide casarse con la música, lo hace de por vida, porque no puede dejar su instrumento”.
    “La música es un néctar que debemos disfrutar de por vida. Para quienes la estudiamos es un signo de felicidad, sin importar que haya carencias”.
    Los sacrificios constituyen otro tema. Para sobresalir como solista, al menos en el área de la música culta, es necesario tener una visión que vaya más allá de la manzana donde vive el músico.
    Según el director de la escuela, resulta indispensable ir, por lo menos, al Distrito Federal, para conocer otros colegas y diversas formas de hacer música. En este sentido, la vida familiar casi no existe.
    El rubro de la música culta, que abarca cámara, orquestas, ensambles, etcétera, predomina en los programas de la Escuela de Música, de la UdeG, aunque las exigencias y delineamientos de la sociedad consumidora de música ha orillado a esta dependencia a alternar opciones, como los talleres de fin de semana, en los que aprenden a utilizar un instrumento, solfeo y apreciación de los diferentes géneros musicales.

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