Aguacate come aguacate

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El crecimiento desmedido en el cultivo del aguacate al sur de Jalisco no sólo podría desencadenar la disminución de agua de ríos, represas y subsuelo, sino que habrá más pérdida boscosa. Incluso, se prevén repercusiones a la viabilidad de dicha actividad.
La siembra del llamado “oro verde” ha crecido a una tasa promedio anual de 35 por ciento en los últimos 10 años (1999-2009), destacó el investigador del Centro Universitario del Sur, Alejandro Macías, lo que calificó como una “cifra altísima”.
Agregó que hasta diciembre del 2009 había registradas casi seis mil hectáreas sembradas con aguacate, sin embargo, existen muchas no inscritas ante la Junta de sanidad vegetal. Por lo que estima que ambas superficies ascienden hasta 10 mil hectáreas.
De acuerdo con un documento elaborado por el académico, el cultivo ha provocado una mayor extracción de agua, con respecto a otros. “Así, 85 por ciento de la superficie que ocupa actualmente el aguacate en Zapotlán el Grande, Gómez Farías y Concepción de Buenos Aires, es de alguna manera regada, lo que contrasta con sólo 5 por ciento que sucedía cuando se sembraban otros cultivos o había bosque”.

Producción
Los requerimientos de agua de un árbol de aguacate varía según su edad y condiciones agroclimáticas donde crece. Uno pequeño requiere alrededor de 50 litros de agua, cada quince días. Para árboles adultos (mayores de cinco años), 150 litros. “Si consideramos que una hectárea de aguacate llega a tener hasta mil árboles, se ocuparán entre 50 mil y 150 mil litros de agua cada dos semanas”, añadió Alejandro Macías.
El crecimiento rápido y clandestino de este cultivo también impacta al bosque, al registrarse el cambio en el uso de suelo. “Por su alta productividad, la zona serrana del sur de Jalisco se ha convertido en un recurso ambicionado por quienes tienen interés en impulsar huertas de aguacate”, señala el documento.
La depredación del bosque y el cambio desordenado del uso del suelo traerá menos captación de agua en la zona, favorecerá la erosión, habrá pérdida de flora y fauna, además de contaminación del suelo y mantos freáticos, con el uso de agroquímicos.
Detalló que es necesario elaborar un esquema de control, mediante estudios sólidos que definan las áreas con mejor potencial productivo, puesto que no están cerrados al crecimiento de la actividad con gran potencia. Pero debe ser planeado a fin de generar riqueza, proteger al ambiente y con esto evitar lo que ha sucedido con otras zonas frutícolas, que “aparecen, se sobreexplotan los recursos, se saca mucho dinero en los primeros años, luego hay problemas ambientales, sociales y desaparecen”.

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