A grabar corridos cristeros

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Todo comenzó con una tarea sobre historia oral. El tema para investigar quedó libre. Ellas se interesaron por la época Cristera en la zona norte de Jalisco. Buscaron y buscaron y cada vez se interesaban más. Ahora van a grabar corridos de la época, editarán un disco, y hasta participarán en un programa radiofónico.
Lidia Sánchez Castañeda, de Tlaltenango, Zacatecas; Elizabeth Morfín Morfín, oriunda de Tamazula, Jalisco y la nativa de Momax, Zacatecas, son estudiantes del tercer semestre de la carrera de psicología, en el Centro Universitario del Norte, y acaban de obtener un presupuesto derivado del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias 2005, para grabar unos corridos cristeros, en Huejuquilla.
Son en total 30 mil pesos que servirán para viajar a Huejuquilla, grabar a unos ancianos que aún preservan corridos de los tiempos de la guerra cristera, estar en Guadalajara unos días para remasterizar el audio y dejar listo un disco empaquetado para difundirlo en el país.
El plan es realizar las grabaciones en diciembre, en 2006 hacer los trabajos de edición y remasterización, y para febrero entrevistar en la ciudad de México a Jean Meyer, uno de los más destacados historiadores de los cristeros, que incluso vivió largo rato en Mezquitic, Jalisco.
En 1926 estalló el movimiento cristero. El gobierno de Plutarco Elías Calles implementó medidas contra la iglesia (levantó las figuras religiosas a más de un metro y medio de altura y las enjauló por normas higiénicas y ciertas iglesias fueron convertidas en establos del ejército) que encolerizaron al pueblo. El grito de los cristeros, ¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!, fue el detonante que puso en graves aprietos al Ejército mexicano hasta 1929.
Fue una lucha desigual y fratricida la Guerra Cristera que alcanzó a cubrir tres cuartas partes del territorio nacional con 50 mil creyentes levantados en armas, además del apoyo logístico que se les brindaba en ciudades y pueblos.
La resolución formal del conflicto se dio, con los arreglos entre el gobierno de Emilio Portes Gil y, por parte del Episcopado mexicano, el obispo Pascual Díaz y el arzobispo Ruiz y Flores en junio de 1929, a espaldas de los insurrectos; esto significó, para muchos combatientes cristeros convencidos, una traición. La mayoría entregó las armas obedeciendo las órdenes de la jerarquía católica y otros, dejando 70 mil muertos en la batalla.
Para finalizar, las chicas reunirán las entrevistas que harán a los músicos de Huejuquilla, los corridos, la charla con Jean Meyer y prepararán un programa sobre los cristeros, en algún espacio de Radio Universidad de Colotlán.

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