A caballo entre la tradición y la modernidad

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Guadalajara cuenta con muchas tradiciones y atractivos para paseantes locales y foráneos. Uno de los más emblemáticos son las calandrias del Centro Histórico, que por más de un siglo han dado servicios de transporte público y turístico, y que este año, como anunció el presidente municipal de Guadalajara Enrique Alfaro, podrían ser sostituídas por vehículos a motor.

“Su función histórica y en el transporte público fue medular. Como servicio turístico es un emblema”, señaló la especialista en turismo del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), Angélica Guerra Ávalos.

Dijo que están bien posicionadas, aparecen en folletos, postales y en las redes sociales es una de las actividades que más recomiendan los paseantes. Es de las pocas actividades “que quedan en la ciudad como un remanente del pasado” y que permite recorrer inmuebles de importancia histórica y arquitectónica, y conocer sucesos y personajes.

En esta era apresurada, la calandria, que marcha al trote del caballo, coincide con el movimiento del slow tourism, en el que hay tiempo para disfrutar de los monumentos y conversar con los residentes, en este caso el cochero o calandriero, un oficio que se lleva por tradición familiar, de padres a hijos a nietos.

En el mundo, las calesas existen en muchas ciudades del país y otras naciones, como Mérida, Lima, Nueva York y Viena.

Guadalajara tiene la problemática del uso de los caballos en el tráfico vehicular y la opinión pública está polarizada. Para la especialista, la forma de resolver el problema “no es cambiar completamente la esencia, sino encontrar un punto medio”, como sería mejorar el mantenimiento del caballo, crear establos, ajustar rutas y valorar la entrada de patrocinios públicos o privados.

El patrimonio intangible, destacó Guerra Ávalos, “es más vulnerable y es muy complicado volverlo a recuperar”.

El origen de estos carruajes en la ciudad, explicó, se pueden rastrear entre el siglo XIX y XX. El transporte se hacía a través de los primeros autos motorizados, el tranvía que pasó de ser jalado por mulitas a eléctrico, y estos carruajes, que contribuían a llevar personas y mercancías.

Había varias categorías, unos más caros y elegantes y otros más baratos. Las personas las usaban para ir al templo de San Francisco, al área de San Juan de Dios, a los mercados, a la primera terminal del tren, o al Teatro Degollado, entre otros sitios.

El nombre de calandria surgió porque los carruajes fueron pintados en una época de negro con amarillo y las personas les pusieron ese nombre, por el ave que lleva esos colores.

Para la década de los 50, cuando ya era más común el uso de autos y el transporte público motorizado, quedó para uso completamente turístico, para personas locales y visitantes.

¿Y los caballos?
El uso de los caballos en estos vehículos, en un contexto ya completamente urbano como el actual, es uno de los puntos de atracción, pero también de polémica.

Al respecto, el especialista en equinos y bienestar animal del Centro Universitario de Ciencias Biológicas Agropecuarias (CUCBA), Rubén Anguiano Estrella, dijo que estos caballos están en condiciones aceptables y tienen un mejor trato, el cual ha ido progresando.

Desde hace 12 años se les brindan servicios médicos integrales y desde hace ocho se extiende un certificado de salud que garantiza sus buenas condiciones.

Entre dos a tres veces al año se hace una revisión y se da medicina preventiva, como vacunas contra la influenza, garrapatas, desparasitación y vitaminas para reforzar su sistema inmune.

Estos trabajos los realiza la UdeG, el ayuntamiento de Guadalajara, la Unión de conductores de carruaje de alquiler, miembros de la delegación Jalisco de la Asociación mexicana de médicos veterinarios especialistas en equinos y voluntarios que se suman. Además, empresas y distribuidores aportan los medicamentos.

Cuando lo necesitan, y sin costo alguno, se les atiende todos los días del año, las 24 horas al día.

Los caballos han acompañado a los humanos desde hace siete mil años, explicó el especialista.

Se pueden desplazar hasta 150 kilómetros al día (casi la distancia de Guadalajara a Colima) y pueden tirar tres o cuatro veces su peso, alrededor de mil 200 kilogramos.

Están aclimatados al calor y al frío, habitan desiertos y altas montañas; en el calor el pelo se erecta y crean un vacío que aísla la piel. Viven y duermen de pie; tienen un sistema de suspensión y circulatorio que se lo permite, se echan sólo como dos horas al día.

Están acostumbrados a trabajar. Se han adaptado también a vivir en la ciudad, como sucede en las metrópolis del mundo. Al igual que los humanos, algunos caballos no se adecúan y ésos, precisó, no deben de incorporarse a tareas urbanas.

Los caballos de los carruajes deben de tener más de 400 kilos de peso, entre 4 a 18 años de edad, un temperamento apacible, entrenamiento, estar bien alimentados y sanos, y recibir un buen trato.

Explicó que los de las calandrias traen herraduras de plástico para caminar en el asfalto. La jornada de trabajo y los recorridos son aptos.

Para Anguiano Estrella es posible mantener la tradición y el bienestar de los animales. Los carruajes pueden ser más ligeros con ruedas quizá neumáticas y suspensiones más eficientes. También se podría valorar tener un albergue cerca del centro, una hectárea arbolada, con agua limpia para beber y bañarlos, almacenar alimentos y una enfermería.

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