40 minutos y un poema

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De la delegación de escritores que Castilla y León presenta como comunidad autónoma invitada de honor a la Feria Internacional del Libro este 2010, Antonio Colinas representa la más completa faceta de un literato: es poeta, narrador, ensayista, crítico y traductor de letras españolas al italiano, luego de vivir cinco años en Milán durante la década de los 70. Frente a una treintena de sus títulos conversamos con él en la Biblioteca Pública de Salamanca, recién llegado de Oviedo tras su compromiso como jurado del Premio Príncipe de Asturias, que le otorgó la distinción este año al libanés Amin Maalouf.
Antonio Colinas inició resaltando las similitudes entre los escritores de Castilla y León con los mexicanos y lo que valora especialmente como “la fusión entre poesía y vida”. Ya inmerso en la espiritualidad que encierran las catedrales, palacios e iglesias góticas de Salamanca, precisamente ciudad ascendida a Patrimonio de la humanidad por la Unesco, habla de cómo la excelencia académica de esta provincia española ha permeado parte de la producción literaria que nace entre sus callejones y vitrales “la cultura y los escritores de Salamanca han ido muy unidos a sus universidades: la Civil y la Pontificia; por estas aulas también han pasado escritores de excepción como Fray Luis de León, como alumno San Juan de la Cruz, autor del Cántico Espiritual, y el barroco Luis de Góngora, de quien fuera una gran lectora Sor Juana Inés de la Cruz. “Precisamente sé que entre los actos de Guadalajara durante la FIL se ha organizado la mesa redonda que confrontará las personalidades o las obras de Sor Juana y Teresa de ívila, verdaderas creadoras, mujeres liberales y luchadoras”.
La más reciente producción del escritor nacido en el pueblo La Bañeza, ubicado dentro de León, otra de las nueve provincias que integran a la región invitada de honor a la FIL, se compone de Desiertos de la luz editado por Tusquest en 2008, el poema Sepulcro en Tarquinia, ilustrado en 2009 por el artista Javier Alcaíns, y la antología poética Nueva Ofrenda también de 2009, pero Colinas prefirió hablar de las virtudes de otros autores que de él mismo, entonces le pedí que nos leyera en voz alta una pieza de obra poética donde se encontrara, precisamente, esa fusión de poesía y vida que tanto aprecia. Entonces entonó “Zamira ama los lobos”. Su voz sutilmente fue cambiando de pausada a tonos dulces y desgarradores:

Zamira ama los lobos
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.

Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quiénes pasarán, cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
el vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos un poco la muerte nuestra.
Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos, a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del solen mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y
cristal del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.

Hacia el final del encuentro, en la fraternal despedida enmarcada por la lluvia de fondo, Antonio Colinas se refirió a la soledad que puede existir en la vida cotidiana y de cómo los libros se convierten en espejos en los que se encuentra vida. Entonces provocó un pacto para los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre: que mientras Castilla y León esté presente en nuestra ciudad durante la Feria Internacional del Libro, la posible soledad sea abatida con pequeños momentos de poesía como el que nos acababa de obsequiar.

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